Mermelada de ruibarbo y fresas
No nos preguntéis porqué, pero para alguno de nosotros, cuando éramos pequeños, la palabra “ruibarbo” iba asociada a una especie de pez con cabeza gigantesca… No entendíamos como alguien era capaz de probar e, incluso ir más allá y comer, algo que estuviese hecho con este ingrediente. Tiempo después entendimos el porqué nuestras madres primero se reían, después nos ponían cara y, terminaban regañándonos (da igual en qué orden, pero éste último punto no fallaba) ante nuestra negativa a degustar esa deliciosa mermelada de ruibarbo que se preparaba en ocasiones de forma casera.
Curiosamente cuando la probamos y todos nuestros miedos acerca de peces de tamaño estratosféricos se disiparon, descubrimos una verdura a la que hemos ido apreciando y sacando partido más y más con el paso del tiempo.
Como ya os hemos indicado, el ruibarbo es una verdura, aunque en algunos sitios como EEUU se considera una fruta. Su tallo es largo y, si por algo se caracteriza, además de por su sabor, es por su color rosado. Pero ojo, porque no todas sus variedades y partes son comestibles.
En tiendas especializadas, en fruterías o grandes almacenes, encontraremos el denominado ruibarbo de jardín, que es el tipo de verdura comercializada con fines alimentarios y, por tanto, apta para consumo. Esa variedad es la que debéis comprar, ya que existen otras clases pero son empleados para fines medicinales (como el ruibarbo chino, del que se aprovechan sus rizomas).
No obstante, advertiros que las partes que pueden ser consumidas son los pecíolos de la hoja y los rizomas secos, ya el resto de sus hojas (concretamente el limbo) contiene una sustancia llamada oxalato, que resultaría tóxico en caso de consumir determinadas cantidades.
Y una vez aclarado qué es, y en nuestro caso, que no es el ruibarbo, ¿qué os parece si empezamos con esta receta de mermelada de ruibarbo y fresas? Estamos seguros de que su sabor os sorprenderá…
Ingredientes:
Elaboración:
El ruibarbo es un producto que no suele abundar en las tiendas, pero tranquilos, porque en la mayoría de fruterías os lo traerán si lo encargáis con tiempo (y en algunos sitios, paciencia).
Una vez lo tengamos, comenzaremos quitándole las hojas y todas las partes más duras que presente el tallo. Lo lavamos bien con abundante agua fría y lo cortamos en trocitos de similar tamaño. El grosor dependerá de vosotros; si os encanta la mermelada con trozos, partidlos algo más gruesos, pero, si por el contrario, os gusta cuanto más suave mejor, hacedlos más pequeñitos. Reservamos.
Lavamos bien las fresas, les cortamos el tallo y partimos cada una de ellas en 4 partes.
En un cazo, añadimos el ruibarbo, las fresas, el azúcar y el zumo de limón. Recomendación: No necesitamos demasiada cantidad de zumo, pero si el limón que vais a usar es muy pequeño, añadidlo entero.
Removeremos y dejaremos que repose (sin fuego) durante unos 45 minutos para que los ingredientes suelten parte del líquido que contienen (veréis que las fresas no tardan mucho en hacerlo) y, el azúcar se disuelva en éste creando una especie de jarabe.
Transcurrido ese tiempo, tocará cocinarla. Para ello, pondremos el cazo a fuego fuerte, removemos y dejamos que entre en ebullición. En cuanto nos percatemos de esas primeras burbujas que nos indican que va a comenzar a hervir, estad atentos y, cuando lo haga, bajamos el fuego rápidamente, agregamos la puntita de pimienta negra molida, y mantenemos cociendo durante unos 30 minutos (a fuego medio-bajo) para que la fruta se haga bien y termine de soltar todo su azúcar (la cual se mezclará con el que nosotros hemos añadido y dará un sabor increíble). Recomendación: La cantidad de pimiento que vamos a usar es prácticamente inexistente, no abuséis de este producto para no aportar un sabor picante a la mermelada. Bastará con añadir la puntita de una cucharilla de café.
Removemos de vez en cuando y vamos observando la textura que va adquiriendo, ya que la mezcla empezará a espesar. Una vez más, la densidad dependerá de vuestras preferencias, pero no olvidéis que una vez que el resultado se enfríe espesará algo más. Consejo: El truco para lograr la textura idónea consiste en retirar del fuego antes de llegar al punto que buscas, de esta forma, estaremos teniendo en cuenta ese tiempo extra.
Ya solo nos quedará envasar la mermelada, algo muy sencillo que podremos realizar de dos maneras; La primera, vertiéndola en tarros correctamente esterilizados, tapando bien fuerte y poniéndolos en una olla. Colocaremos un paño de cocina bajo éstos para que no choquen y corran el riesgo de romperse una vez que hiervan, y cubrimos de agua (recordad cerrarlos muy bien para que no entre nada de ésta dentro y nos estropee la mermelada). Dejamos cocer durante 20 minutos (dependiendo del número de botes y de su tamaño) y, tras este tiempo, sacamos, dejamos enfriar y listo. ¿Un truco? Si queréis saber si habéis llevado a cabo correctamente el proceso, bastará con que apretéis levemente y con suavidad la parte central de la tapa, y si ésta no se hunde significará que el tarro no contiene aire y, por lo tanto, está perfecto.
La segunda forma nos llevará algo más de tiempo, pero el resultado es igual de bueno y no implica proceso alguno más que rellenar los botes, taparlos bien fuerte y ponerlos boca abajo durante 24 horas.
¡Y ya tendremos esta riquísima mermelada de ruibarbo y fresas lista!
Consejo: Para la buena conservación de esta, y cualquier otra mermelada, procurad mantenerla en algún sitio donde no haya humedad, demasiada luz o mucho calor.