Cómo freír de forma segura

Cómo freír de forma segura
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¿Sabíais que muchos de los accidentes caseros tienen lugar en la cocina?

Hace algún tiempo, se publicó un artículo en el que se comentaba como ciertas imprudencias pueden acarrear consecuencias más graves de lo que, en un principio, podemos imaginar.

Y es que, en cuestión de seguridad, no vale todo y, mucho menos, los descuidos y el imprudente «Son solo unos segundos, no pasa nada».

Estar en la cocina nos permite dar rienda suelta a nuestra creatividad gracias a la ejecución de numerosas técnicas que, como muchas cosas, implican una serie de riesgos si actuamos de una manera poco prudente.

Una de ellas, que además es la más común, es la fritura de alimentos.

Como todos conocéis, este método, que es de lo más cotidiano y que tiene lugar en nuestras casas repetidas veces al día, consiste en la elaboración de alimentos mediante la introducción de éstos en una cantidad determinada de aceite de oliva o de girasol bien caliente, algo, que puede llegar a convertirse en un verdadero peligro si no seguimos una serie de consejos muy básicos que nos pueden ahorrar muchas consecuencias posteriores que, además de desagradables, son innecesarias.

¿Queréis saber cuales son algunas de estas recomendaciones? Pues no dejéis de leer esta entrada en la que os contamos cómo freír de forma segura.

  1. Utilizar el menaje adecuado → Siempre que vayamos a freír, usaremos sartenes, cazos u ollas que sean de un tamaño acorde con la cantidad de aceite que vayamos a usar. Lo ideal es emplear aquellas que sean grandes y amplias para evitar que el aceite se salga y pueda quemarnos o caer sobre algo que tengamos cerca, desencadenando un cierto riesgo.
  2. Cantidad de aceite → Como os acabamos de comentar, es fundamental escoger aquel utensilio que responda a las necesidades de ese momento y, además, no llenarlo nunca más de 2/3 de su capacidad para que, al introducir el alimento, éste no le haga subir y, en consecuencia, se derrame.
  3. Señales de humo → La temperatura del aceite es una de las cosas más importantes a tener en cuenta a la hora de freír. Nunca perderemos de vista la sartén y, mucho menos, si ésta empieza a humear, ya que será señal de que no tardará en quemarse, con el consecuente riesgo de que se prenda fuego. De hecho, el aceite, tan solo tarda en pasar de recalentarse a prenderse alrededor de 1 a 2 minutos. Por lo tanto, si observamos que nuestro aceite empieza a humear más de la cuenta, apagaremos el fuego, retiraremos la sartén y dejaremos que se enfríe.
  4. Buena posición → Seguro que todos habéis escuchado en vuestras casas eso de «El mango, siempre hacia dentro» ¡Cuanta razón! Y es que dejar una sartén o un cazo (mientras cocinamos) con el mango hacia fuera, supone todo un peligro, ya que aunque nos parezca algo poco probable, hay un alto porcentaje de que, sin darnos cuenta, lo golpeemos y se nos caiga encima abrasándonos.
  5. Sin humedades → Normalmente es algo que todos solemos evitar, pero, a veces, las prisas nos hacen cometer ciertos errores, como por ejemplo el de añadir al aceite caliente determinados alimentos que están húmedos (bien por su naturaleza o bien por un proceso de descongelación), provocando, con ello, que el el contenido de la satén salte y pueda quemarnos. Antes de agregar cualquier alimento que presente dicha humedad, lo pasaremos antes por papel absorbente para eliminarle ese exceso de líquido y, poder freírlo sin riesgo alguno.
  6. ¡Retirando! → Los mejores utensilios para sacar los ingredientes que estemos friendo son, sin lugar a dudas, aquellos que ejercen un efecto drenante. Por lo tanto, espumaderas o pinzas serán los más adecuados para tal labor.
  7. Una buena tapa es el mejor de los escudos → Pues sí, ya que ésta evitará que nos quememos y que, si en algún momento, el aceite se prende fuego, pueda propagarse. Eso sí, siempre deberemos usar una que sea del mismo tamaño que nuestra sartén, nunca más pequeña.
  8. ¡Fuego! → ¡Horror! ¿Se os ha prendido el aceite? Que no cunda el pánico, lo mejor en estos casos es conservar la calma y apagarlo, como os acabamos de indicar, con una tapa o, en su defecto, con una bandeja de horno. Nunca, repetimos, nunca con agua, ya que causará el efecto totalmente contrario. Y, si pasa a mayores, llamad enseguida a los bomberos o, si disponéis de uno en casa, usad el extintor. El fuego se propaga con una facilidad asombrosa por lo que nunca deberemos demorarnos en poner una solución.

Como veis se trata de unas reglas muy simples que pueden ayudarnos a evitar esos accidentes domésticos que, en algunas ocasiones, pueden conllevar más gravedad de la que pensamos.

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