Mejillones en salsa de vino blanco
Los mejillones han constituido, desde siempre, uno de los alimentos del mar más consumidos. Al vapor, con salsa, con pasta, en sopas, ensaladas o, incluso, empanados, son la opción perfecta si buscas un aperitivo o un entrante rápido, sencillo, que guste y que, además, no quite las ganas de comer.
Poseen numerosas propiedades, entre ellas su riqueza en proteínas, vitaminas (niacina, riboflavina y tiamina), minerales (calcio, yodo, hierro, potasio y magnesio) o su bajo contenido en grasas.
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Ingredientes:
Elaboración:
A la hora de comprar mejillones deberemos fijarnos bien en que éstos estén frescos y que no sean demasiado pequeños. Recordad que cualquier producto que desprenda un olor poco común no es, en absoluto, recomendable para consumo. Mantener las condiciones de conservación es algo fundamental, pero, en ocasiones, por exceso de stock o por malas condiciones de transporte, el alimento se trata de manera errónea, provocando que llegue hasta nosotros de una forma totalmente desaconsejable para su ingesta.
Para limpiarlos bien necesitaremos que éstos se abran, y para ello, los meteremos en una olla grande con bastante agua, un poquito de sal y las hojas de laurel.
Cuando lo hagan, retiramos del fuego, los sacamos y les cortamos los pelitos o barbas. Recomendación: Pese a que esta tarea es algo tediosa, no dudéis en llevarla a cabo, ya que es muy desagradable notar en boca esta parte del mejillón. Reservamos.
Consejo: A la hora de limpiarlos, desechad aquellos que estén blanquecinos y muy arrugados.
Pelamos los ajos y troceamos. Reservamos.
Picamos el perejil y lo echamos, juntos a los ajos y el pimentón en una sartén con un chorrito de aceite. Le damos un par de vueltas (sin que llegue a tostarse el ajo ni llegue a quemarse el pimentón) y añadimos el vino blanco (podéis echar algo más de cantidad si los mejillones son muy grandes o si os encanta que tengan muchísima salsa). Removemos bien, lo echamos todo en un cazo pequeño y esperamos a que el alcohol se evapore. Una vez lo haga, incorporamos los mejillones, movemos rápidamente y sacamos para que éstos no se pongan demasiado blandos ni pierdan su color.
Servimos en una fuente y ya no nos quedará más que disfrutar de este delicioso plato de mejillones con salsa de vino blanco.
Sencillo, ¿verdad? Pues os aseguramos que una vez los pongáis sobre la mesa durarán menos que lo que hayáis tardado en hacerlos.
Sugerencia: Si queréis espesar algo más la salsa podéis añadir un poquito de harina o maicena (según vuestro gusto y dependiendo de posibles alérgenos), de esta forma, quedará más ligada y algo más densa. Y si deseáis servirlos con cáscara, a la hora de limpiarlos, guardad algunas y cuando vayáis a presentarlos ponedlos sobre ellas, echando por encima la salsa.