Los libros prohibidos por la Inquisición que hoy puedes leer
La Inquisición en España supuso una merma importante de la cultura de la época. Te dejamos aquí listado de libros prohibidos.
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Decir “Inquisición” es oír crujir las páginas. Imaginamos sótanos, hogueras y bibliotecas con dobles fondos. La realidad fue menos cinematográfica y más burocrática: varios tribunales (español, portugués, romano) y un instrumento compartido, los índices de libros prohibidos y expurgados. Esas listas cambiaban con los años y los climas intelectuales: a veces un libro pasaba de “prohibido” a “permitido con tachaduras”; otras quedaba “suspendido hasta corregirse”. Cinco siglos después, muchos de esos títulos están en dominio público, al alcance de un clic o de una sala de lectura. Y leerlos hoy, sin sobresalto ni clandestinidad, es una forma amable de conversar con el pasado.
La necesidad del control
Para entender el juego hay que mirar el reglamento. Los índices no pretendían borrar toda la literatura “peligrosa”, sino controlar su circulación. Había obras vetadas de raíz, otras “expurgadas” (suprimidos párrafos, añadidas admoniciones) y algunas “toleradas” según edición o comentario. Un mismo título podía tener destinos distintos en Sevilla y en Roma, y no faltaban excepciones: estudiosos con licencia, bibliotecas con fondos “reservados”. Con ese telón de fondo, aquí tienes una selección —inevitablemente incompleta— de libros que en su día molestaron a los censores y que hoy puedes disfrutar sin pedir permiso.
Algunos títulos
1) La vida de Lazarillo de Tormes (1554)
El pícaro por excelencia inauguró una manera nueva de contar: la primera persona que desvela la trastienda social con ironía y hambre. Cayó en el índice español de 1559 por su sátira corrosiva hacia clérigos y poderosos. Circularon versiones “castigadas” con moralinas añadidas; la gracia del original, sin embargo, sigue intacta: una prosa afilada que retrata la supervivencia con humor seco.
2) El Decamerón, de Giovanni Boccaccio
Diez jóvenes huyen de la peste y se refugian en cuentos de deseo, astucia y fortuna. Erotismo, burlas a hipócritas y un pulso alegre al mundo clerical bastaron para la desconfianza inquisitorial. Las ediciones críticas actuales devuelven su frescura sin tijeras, y uno descubre por qué esta colección fue una caja de herramientas para narradores de siglos posteriores.
3) Gargantúa y Pantagruel, de François Rabelais
Gigantes, carcajadas y sabiduría traviesa. Rabelais mezcló erudición y escatología con una libertad que escandalizó a muchos. Es un canto al cuerpo, a la lengua y al pensamiento, y también una burla de lo solemne. La Inquisición la miró con lupa; nosotros podemos leerla como se merecía: sin miedo al exceso.
4) Elogio de la locura, de Erasmo de Róterdam
Erasmo fue aclamado y sospechoso por turnos. Este librito, puesto en boca de la propia Locura, dispara contra supersticiones, formalismos vacíos y arrogancias eclesiásticas. España tuvo una relación oscilante con el erasmismo; hoy, el texto suena a antena moral y a invitación a pensar con criterio propio.
5) El Príncipe, de Niccolò Machiavelli
Manual de poder que evita el incienso. La obra fue vista como amoral por disentir del ideal político cristiano. Leída hoy, enseña a reconocer la anatomía del mando y sus riesgos: la distancia entre lo que se dice y lo que se hace, los mecanismos del miedo, la fragilidad del consenso. Un espejo incómodo, quizá por eso imprescindible.
6) Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo (1632), de Galileo Galilei
Galileo convirtió la ciencia en conversación con personajes y ejemplos cotidianos. Defendió el heliocentrismo con observaciones y argumentos, y pagó por ello. Durante siglos, su libro fue tabú. Recuperarlo es asistir a un combate elegante: la evidencia empuja, la tradición resiste, la ironía afila la razón.
7) De revolutionibus orbium coelestium (1543), de Nicolás Copérnico
No fue una prohibición lisa y llana: en 1616 quedó “suspendido hasta corregirse”, y se permitió con matices que reducían su alcance. Aun así, abrió el suelo bajo los pies: la Tierra ya no estaba quieta ni en el centro. Las ediciones modernas incluyen las célebres “correcciones” y ayudan a leer el terremoto intelectual que siguió.
8) De l’infinito, universo e mondi, de Giordano Bruno
Bruno llevó la imaginación filosófica al límite: un universo infinito y poblado, una teología que desbordaba dogmas. Sus choques con la Inquisición romana fueron múltiples. Sus textos, más especulativos que “científicos” en sentido actual, siguen fascinando por el arrojo y la amplitud de miras.
9) Tratado teológico-político (1670), de Baruch Spinoza
Una defensa sin máscaras de la libertad de filosofar, una lectura histórica de las Escrituras y un aviso sobre los usos políticos de la religión. El libro incomodó a muchos poderes a la vez. Hoy forma parte del esqueleto de la modernidad: tolerancia, crítica y autonomía de la razón.
10) Biblias en lenguas vernáculas: la “Biblia del Oso” (1569)
La versión de Casiodoro de Reina en castellano, con su célebre oso en portada, fue perseguida con empeño. Las traducciones bíblicas al romance eran terreno minado. Leerla hoy es asomarse a una gesta filológica y a un capítulo clave del protestantismo hispano, junto con la revisión de Cipriano de Valera.
Conclusión
Hay una pequeña ironía que alegra: una parte notable de los libros que más problemas tuvieron son, hoy, los que mejor han envejecido. No porque llevaran razón en todo, sino porque enseñan a discutir sin miedo. Leerlos ahora, libres y con luz, es hacer memoria de algo sencillo: una cultura se cuida dejando hablar a los libros, incluso a los que un día quisieron callar.
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