Aleta de ternera rellena

Que raro suena eso de la aleta de ternera, ¿verdad? Y es que, cuando nos lo dan todo, o prácticamente casi todo, hecho en casa, tendemos a adoptar términos genéricos. Por ejemplo, el pollo es pollo y nada de muslos, contramuslos, etc.
Con la carne nos pasa un tanto de lo mismo, de hecho, ahora mismo estamos haciéndolo… Vamos, que desde siempre hemos usado el término «carne» para referirnos a cualquier pieza o plato que contuviese la misma y, eso sí, muy a menudo para hablar solo de la ternera y el cerdo (como si el pollo estuviese hecho de plastilina.).
Ahora, es independizarnos y de pronto darnos cuenta de que el carnicero no hablaba raro e insistía en decirnos cosas que procedían de algún dialecto ya extinto, sino que tan solo trataba de aconsejarnos acerca de la mejor carne que, aparcando generalidades, se adaptaba a nuestras especificas necesidades.
Por ello, cuando comenzamos a cocinar, indagamos un poquito más sobre la pieza que os traemos hoy y a la que toda la vida habíamos llamado «carne asada» (bueno, a esta y a otras tantas).
Se trata de una pieza muy común y que todos hemos comido o preparado alguna vez; la aleta, una carne que se caracteriza por cocinarla habitualmente rellena por ser algo más seca.
Nuestra propuesta de hoy consiste en un plato muy sencillo que os resultará de lo más casero; una aleta de ternera rellena.
¿Empezamos?
Ingredientes:
Elaboración:
A la hora de comprar la aleta, solicitaremos al carnicero que nos la prepare para hacerla rellena, ya que de este modo, nos la abrirá y la dejará con una forma similar a un libro.
Comenzaremos colocando la aleta sobre una superficie lisa y limpia y manchándola suavemente con un martillo de carne (o el utensilio que normalmente uséis para dicha labor). Reservamos.
Pelamos la cebolla, la cortamos en juliana y, una vez lista, la añadimos a una sartén en la que previamente habremos calentado algo de aceite e oliva y dejamos que se poche.
Mientras, iremos limpiando bien los champiñones (aseguraos de quitarles toda la tierra que traigan adherida), pelándolos y laminándolos. Reservamos.
En un bol, ponemos la carne picada y salpimentamos. Mezclamos con las manos y reservamos.
Cuando la cebolla empiece a estar transparente, agregamos los champiñones y mantenemos unos 2-3 minutos. Finalmente, añadimos la carne, le damos una vuelta y retiramos. Recomendación: Cuando echéis la carne picada a la sartén, procurad no dejarla más de 15 segundos, ya que ésta se terminará de hacer en el horno y, si la hacemos demasiado, quedaría muy seca.
Dejamos enfriar unos minutos y colocamos el relleno a lo largo de todo el centro de la carne. A continuación, enrollamos ésta y la atamos con una cuerda (apta para cocinar) que iremos pasando alrededor desde un extremo hasta el otro para evitar que se nos salga el contenido. Consejo: Encontrareis recetas en las que se usa una redecilla, pero, para nuestro gusto, queda mucho mejor con la cuerda. Reservamos.
Precalentamos el horno a 180 grados.
Pelamos el diente de ajo y laminamos.
En una sartén echamos un buen chorro de aceite de oliva y, cuando esté caliente, añadimos el ajo, dejando que se haga unos segundos sin que llegue a dorarse. Retiramos.
Colocamos la aleta en una fuente, vertemos por encima el contenido anterior (el ajo y el aceite), el vino blanco, salpimentamos y metemos al horno durante unos 25 minutos o hasta que se dore (puede ser antes, por lo que cuando nuestra carne lleve la mitad de tiempo, comprobaremos como va).
Una vez hecha, sacamos, colocamos sobre una tabla de madera, retiramos la cuerda (¡no os olvidéis de esto!) y cortamos.
Servimos acompañándola de la guarnición que más nos guste y listo.
¡Ya tendremos esta riquísima aleta de ternera rellena!