Navarra, epicentro de la corrupción cerdanística

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  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Mientras se subasta a bajo precio el ferrari y demás automóviles y ciclomotores de lujo del Víctor de Aldama, Cerdán se consume entre rejas. El buen hombre (y al parecer, también rico como nunca lo hubiera soñado desde sus tiempos con mono de electricista) anda amenazando a todo quisque desde su celda de Soto del Real con tirar de la manta si no le entregan las llaves para volver a la libertad.

Cierto es que Sánchez ha ordenado que hagan todo lo posible por sacarle, pero España todavía tiene visos de sostener alguno de los requisitos básicos para continuar siendo un Estado de Derecho. Dicen que por Navidad, la X ejecutiva del enorme tinglado corrupto levantado alrededor de Pedro Sánchez podrá deglutir los turrones en compañía de sus deudos. Ello no significará que el montón de basura acumulada en sus cuentas corrientes desaparezca por arte de birlibirloque. Esa mierda quedará perenne en los sucios anales del PSOE casi al nivel del robo del oro del Banco de España por la avaricia de Indalecio Prieto y su histórico yate Vita.

Todas las pruebas consolidadas hasta la fecha y a disposición del juez instructor subrayan que el epicentro de la corrupción generalizada por lo que afecta a Santos Cerdán se encuentra en Navarra. Se comprenden ahora el nerviosismo y los lloriqueos de su titular, María Chivite, cuando estalló el escándalo. Ella y su familia, entre los beneficiados. Intenta escabullirse, con la ayuda de los ex terroristas, entre otros; pero, al final, el martillo pilón caerá sobre su repeinada cabeza.

Chivite es uno de esos ejemplos a poner en el futuro y enseñar a las nuevas generaciones para describir cómo no se asumen responsabilidades cuando la corrupción se deshilacha a su alrededor. Conozco bien aquella tierra y me resulta imposible entender cómo un pueblo tan corajudo como el navarro soporta sin pestañear el nivel de indecencia en la cúspide de su poder foral.

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