Crisis en el PSOE

Dirigentes del PSOE avisan a Sánchez: «Que no haga el tonto, el crédito se le acaba»

Pedro Sánchez
Joan Guirado

Antes de llegar al Comité Federal de este sábado, Pedro Sánchez descolgó el teléfono para llamar a todos los barones del partido y evitarse así sorpresas de última hora. Les explicó los cambios que iba a ejecutar -una vez ya anunciados- y los motivos que le habían llevado a ello. La ronda no fue, ni mucho menos, un camino de rosas para el líder socialista, pues las relaciones con algunos dirigentes territoriales no pasan por su mejor momento. Tampoco fue un campo de cactus.

Buena prueba de ello es que ni Ximo Puig, presidente valenciano, ni Javier Lambán, su homólogo aragonés, viajaron a Madrid para asistir al cónclave en Ferraz. Emiliano García-Page, presidente de Castilla- La Mancha, se marchó discretamente tras su intervención, sin hacer declaraciones. A su llegada sí aseguró que los pactos de Sánchez con Bildu le duelen.

Algunos dirigentes guardaban una sorpresa para Sánchez. «El PSOE no es de nadie», destacó uno de ellos en la reunión, ya a puerta cerrada, y en clara alusión a la «autocracia» con la que el socialista dirige el partido.

Antes de empezar el Comité Federal, en uno de los bares enfrente de la sede de la calle Ferraz, un grupo de delegados del PSOE valenciano comentaban entre ellos: «Que no haga el tonto, el crédito se le acaba». La sensación de fin de etapa en el partido, pese a la revolución que ha impulsado Sánchez para blindarse, impregna cuadros y bases.

«Sobrevivir»

La mayoría asume que los cambios que ha impuesto Sánchez, y que ni tan siquiera detalló durante la reunión del máximo órgano entre congresos, no buscan otra cosa que «intentar sobrevivir»: «Ha pegado una patada a todos los que le ayudaron a llegar a La Moncloa porque ya no le servían», apuntaba un veterano dirigente a las puertas de la sede del partido, al término de la reunión. Y eso «tiene consecuencias». Algunos recordaban que «la mayoría a los que ha entregado ahora el poder orgánico ya le asestaron un golpe una vez».

Los que tienen más experiencia -y que ya han vivido momentos similares con varios secretarios generales- resumían en el caluroso sábado madrileño que esta reorganización es «su última bala».

Algunos celebraban que, a diferencia del equipo que Pedro Sánchez diseñó en el 40º congreso de Valencia, «como mínimo hay caras potentes por si se produce un relevo forzoso como consecuencia de perder unas elecciones». Escenario que, por ahora, el jefe del Ejecutivo no contempla. «Hay que darlo todo» esgrimió en distintas ocasiones ante barones y dirigentes, pidiéndoles un esfuerzo extra a unos cuadros que cada vez recelan más de su forma de gestionar el partido y de las decisiones que toma al frente del Gobierno.

«Si en mayo las cosas no salen bien y en diciembre perdemos La Moncloa, por mucho que se haya quitado de encima los que le hacían sombra, le va a ser muy difícil resistir», añadía otra voz autorizada del socialismo. Pero Pedro Sánchez tiene un manual de resistencia. Y sabe cuándo lo debe usar. Acometidos los cambios más visibles en los puestos claves de la Ejecutiva, ahora, empezará a tocar los peones. Los que ejecutan las decisiones a diario en Ferraz. Y entre las víctimas está su última escudera: la directora de Comunicación del PSOE, Maritcha Ruiz Mateos. Fuentes cercanas al presidente señalan que «ya le busca relevo».

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