Las alarmas no se activaron en Interior cuando el asesino de Lardero se mudó a 30 metros de un colegio
Cuando Francisco Javier Almeida, el presunto asesino del niño de Lardero, salió de prisión en abril de 2020 tuvo que comunicar a la cárcel de Logroño la dirección donde residiría. Esa era una de las condiciones específicas para su puesta en libertad. Sin embargo, ni en Instituciones Penitenciarias ni en el Ministerio del Interior se encendió alarma alguna cuando el detenido por la muerte de Alex comunicó que viviría a apenas 30 metros de un colegio infantil, a pesar de tener un historial criminal de depredador sexual a sus espaldas. Incluida la agresión a una menor en 1989. En vista de sus antecedentes, el de Almeida era un perfil de riesgo en una ubicación de riesgo, pero nadie dio aviso ni se percató de ese peligro. Ahora los investigadores sospechan que buscó a propósito esta zona con vistas a cometer un ataque.
En la Guardia Civil no dan crédito ante el hecho de que nadie diese la voz de alarma cuando el presunto asesino de Alex informó que estaba viviendo enfrente de un parque infantil y un colegio de primaria. La vivienda a la que Francisco Javier condujo a Alex mediante engaños -le dijo que le iba a regalar un cachorro- está situada en una zona residencial de Lardero, tan sólo separada por una calle del colegio Villa Patro, donde estudian niños de entre 3 y 12 años. Desde su domicilio incluso se puede ver con claridad el patio del colegio.
Se da la circunstancia de que tanto el Ministerio del Interior como la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias tenían acceso a esa información sobre el nuevo domicilio de Francisco Javier, ya que este había tenido que comunicarlo explícitamente a la Oficina de Control de Penas y Medidas Alternativas del Centro Penitenciario de Logroño del que dependía la gestión de su tercer grado. La prisión de El Dueso cedió su expediente a la cárcel riojana en el momento en que le fue concedido el tercer grado y el preso recibió permiso para ir a la prisión sólo a dormir de lunes a jueves.
La zona donde se mudó Almeida es bien conocida en el Centro Penitenciario de Logroño, ya que de hecho es el núcleo urbano más próximo a la prisión -apenas 500 metros de distancia en línea recta- y es una zona demandada para residir por parte de los funcionarios que trabajan allí. Pese a conocer que el presunto asesino de Alex había decidido rehacer su vida a pocos metros de un colegio, y figurando en su expediente un secuestro y posterior agresión a una menor de edad en 1989, el detalle no encendió ninguna alarma. Ni entre los técnicos de la cárcel, ni en Instituciones Penitenciarias, ni tampoco en Interior.
Según explican fuentes de la Guardia Civil, un recluso que obtenga el tercer grado puede residir allí donde libremente decida, a no ser que tenga activa una orden de alejamiento o una prohibición expresa de residir en la misma localidad que las víctimas (como ocurre con algunos terroristas de ETA cuando son excarcelados). Sin embargo, advierten que pese a que en el caso de Francisco Javier no exista esa prohibición expresa, sí hay la necesidad de realizar una evaluación a la conveniencia de que un preso en tercer grado resida en una ubicación tan próxima a un centro de educación infantil, como ocurría en este caso.
Durante meses, ni la Policía Nacional ni la Guardia Civil recibieron información de la presencia de Francisco Javier en Villa Patro. Es uno de los motivos por los que el PP ha pedido «responsabilidades» y explicaciones al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que este domingo defendió en La Rioja que «todas las instituciones han actuado conforme al principio de legalidad».
Se mudó a propósito
Ahora, los agentes investigadores de la Unidad Orgánica de Policía Judicial que analizan minuciosamente los detalles de la muerte del niño sospechan que el presunto asesino no actuó movido por la improvisación. Creen que planificó sus movimientos durante meses con el fin de abusar de varios menores, y por ello eligió al salir de prisión ese domicilio en una zona residencial de familias jóvenes y donde los niños juegan despreocupadamente.
A la Guardia Civil no le pasa desapercibido un detalle: el perfil de Francisco Javier Almeida no encaja en la zona donde vivía. Un área residencial situada al norte de Lardero y a poco más de un kilómetro de Logroño, llena de urbanizaciones de nueva construcción y viviendas unifamiliares adosadas. Una zona «muy tranquila», explican, plagada de familias jóvenes de clase media acomodada donde los vecinos hacen pandillas y sus niños juegan libremente en el parque. Un área donde permitirse cierta relajación en la vigilancia de los menores.
En ese enclave familiar fue precisamente a donde se mudó Francisco Javier Almeida una vez obtuvo su tercer grado penitenciario -al que se opuso en su momento la Junta de Tratamiento de El Dueso advirtiendo del riesgo de reincidencia-. La Guardia Civil sospecha que no fue una decisión improvisada sino calculada al milímetro: su vivienda, en el número 5 de la calle Río Linares, se ubica justo enfrente del parque más grande de la zona donde siempre hay niños jugando.
Saliendo de su portal y cruzando sólo una calle, Francisco Javier se situaba en pleno parque. Y por si fuera poco, también a escasos metros, se encontraba el colegio infantil Villa Patro donde sólo se imparte formación a niños de entre 3 y 12 años.
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