Europa League: Sevilla – Inter

Mírala cara a cara que es la sexta

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Un Sevilla heroico derrotó por 3-2 al Inter y conquistó su sexta Europa League. Fue un partido fulgurante, intenso y entretenidísimo. Se adelantó el Inter con un gol de Lukaku, remontaron los de Lopetegui con un doblete de De Jong y empató Godín antes del descanso. En la reanudación de nuevo Lukaku, pero en su propia portería, hizo el 3-2 para un Sevilla que acabó con medio equipo tocado y otra Europa League para sus vitrinas.

La final nació como una película de Vin Diesel: con vértigo y mamporros a partes iguales. El vértigo lo ponían ambos equipos y los mamporros el Inter. Concretamente, el tal D’Ambrosio, que le metió a Reguilón dos toñas así de aperitivo. No habían pasado ni dos minutos cuando ya había dispuesto el Sevilla de su primera ocasión en una jugada a balón parado que remató Ocampos y sacó Godín bajo palos.

Raudo empezó a torcerse la final para el Sevilla, porque en la contra posterior a la ocasión relatada más arriba Lukaku, ese delantero con cuerpo de portero de discoteca, encadenó zancadas ante la impotencia de Diego Carlos, que tampoco tiene cuerpo de torero, que le tiró empujones, empellones y casi bocaos. Todo fue inútil para tirar al imponente Lukaku, que se metió en el área y ya no había solución: Diego Carlos le hizo penalti. Como la catedral de Colonia de gordo.

Lo marcó el propio Lukaku ante la desesperación de Lopetegui que había advertido a los suyos del peligro de esas jugadas antes de la final. No se arrugó el Sevilla ante el gol en contra y reaccionó adueñándose de la pelota. El Inter dio dos pasos hacia atrás y en el pecado llevó la penitencia. En el minuto 12 Jesús Navas percutió por la derecha y puso un centro medido al primer palo. Allí emergió en plancha el gigantón De Jong para marcar el 1-1.

Vértigo en Colonia

El Inter tampoco se inmutó por el sopapo del Sevilla y volvió a asomarse con un par de contras, una de ellas acabó desperdiciada por D’Ambrosio en boca de gol. La final tenía ritmo, intensidad y trifulcas. Estaba entretenida, vamos. El Sevilla tenía la posesión y el Inter las contras.

Así llegamos a la media hora pero fue entonces cuando el balón parado se hizo protagonista de la final. En el 31 Banega puso un centro medido que cabeceó bombeado De Jong para convertir el 1-2. Golazo… aunque puede que sin querer. Pero poco le duraría la alegría al Sevilla porque cuatro minutos después, también en una falta lateral, emergió Godín para cabecear a placer y hacer el 2-2. Quizá Bono debía haber salido a atacar el centro, pero el central uruguayo no perdonó.

Tras media hora de puro vértigo, Inter y Sevilla se tomaron un respiro. Bueno, los italianos siguieron pegando hasta que el árbitro señaló el camino de los vestuarios. Buff. El descanso daba un respiro a todos. Del que volvimos con el mismo guión: los de Lopetegui manejando la pelota y los de Conte atacando los espacios.

Transcurrieron los primeros minutos, al contrario que en la primera mitad, sin demasiadas ocasiones claras. El ritmo bajó un cambio quizá porque era imposible mantenerlo con la misma intensidad. Sí conservaron ambos equipos la presión y, en el caso de los italianos, las ganas extra de protestar al árbitro cada jugada.

Salvador Bono

El partido entró en una fase en la que ambos equipos fueron presa del miedo. Y así fue hasta que de nuevo emergió Lukaku en el partido con otra contra para aprovechar la enésima cantada de Diego Carlos, que estaba perpetrando una funesta final. El belga cabalgó de nuevo, se plantó delante de Bono pero se marcó un Higuaín. El portero del Sevilla estiró su pierna izquierda y evitó el 3-2. Respiraba Lopetegui. Y el sevillismo.

En el 68 reventó Ocampos, que había salido a jugar más que tocado. Munir entró en su lugar. También andaba tieso Diego Carlos, atendido en la banda. El Sevilla empezaba a pagar el sobreesfuerzo físico del primer tiempo. El Inter inclinaba la final hacia su lado.

Sin embargo, la magia del Sevilla en las finales emergió de repente. Y la flor, claro. En otra jugada a balón parado la pelota quedó suelta flotando por el área. Diego Carlos dibujó una chilena picada y Lukaku, en su intento por despejar, acabó fusilando a Handanovic a bocajarro. Pues el pentacampeón se ponía por delante en la histérica final de Colonia.

Conte respondió con tres cambios de golpe: Moses, Eriksen y Alexis Sánchez. Más madera. Precisamente en las botas de Alexis estuvo el 3-3, evitado por Koundé en una hiperextensión bajo los palos que le dejó tieso sobre el césped. Era el minuto 80 y al Sevilla aún le quedaba un ratito de sufrimiento para lograr la sexta.

Pasaron y el Sevilla, que tuvo que apretar los dientes, aguantó bien pertrechado en su área y eso que Diego Carlos también tuvo que pedir el cambio. Apretó el Inter pero, sostenido por un gigantesco Bono, resistió el Sevilla que agrandó su leyenda al conquistar su sexta Europa League, una competición que sin duda para el Sevilla tiene un color especial.

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