Un Gobierno de zumbados
Feijóo, tras ganar cuatro elecciones con mayoría absoluta a la Comunidad autónoma de Galicia, sabe – diametralmente bien – lo que tiene que hacer para acabar con un Gobierno de zumbados y echar al déspota de la Moncloa. Para eso están las urnas y llenarlas con votos figura entre las aptitudes de Feijóo. Haber sucedido a Fraga en la Xunta le dio categoría. Quien a los suyos se parece, honra merece. Y servir a España – ¡sin aprovecharse de ella! – como hizo don Manuel, fue el legado del maestro a su delfín. Magnífico ejemplo a imitar. Frente al disoluto títere Sánchez que alquila traidores para seguir en el poder pues pasa de España y del Rey, es mejor apostar por un político sensato como Feijóo, que cree en la Monarquía y que dará su vida por defender a nuestra nación.
Valga el símil: la España de Sánchez es un cáncer en estadio terminal y hay que extirparlo cuanto antes para que no sufran millones de trabajadores y familias, timados por impuestos medievales, que sueñan con recuperar el estado de bienestar que tenían hasta que reptó al poder el inepto que pulverizó la economía y la esperanza de la gente. Felipe G se quedó corto comparando el gabinete social-comunista con el camarote de los hermanos Marx. Los neoyorkinos nos hacían reír, incluso a carcajadas, pero las incultas ministras de UP, dan arcadas, ya que el dineral que derrochan en chuminadas sale del sudor de la ciudadanía. Que las alegres compis antisistema bailen y festejen sus indecencias, algún día les tocará pagarlas.
Los ministros socialistas son más finos, quise decir zafios. Han espiado a sus socios, aunque que lo nieguen. ¿Cómo no iban a espiar a esas bandas de agrestes y peligrosos catetos independentistas que urdían un Golpe de Estado? Lo niegan, porque mentir les excita, son adictos a la manía predilecta del lindo maniquí, que aplica la opaca transparencia siempre que puede. Los 23 ministros de Sánchez están fuera de su sano juicio y de cualquier acuerdo e integran un Gobierno de zumbados que no arreglan nada y que lo complican todo. Sánchez, antes que un líder, es un ególatra que ha cavado su propia tumba y cuando se esfume, será recordado por haber sido el jefe más traicionero de una camada de grillados.
Aún hay peores noticias que las que nos brindan a diario los caóticos miembros de este Gobierno, porque el gafe Sánchez las atrae. Coincidiendo con su último e improvisado viaje a Ucrania, para hacerse una foto meramente propagandística junto a Zelenski, el ruso Sergei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Putin, advierte, o amenaza, de que el “peligro es grave y el riesgo es real, puesto que la guerra de Ucrania podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial”. Llegó la hora en que Sánchez, si le queda algo de vergüenza, dimita, nos libere de su mal fario, se vaya por donde vino, cese a sus inoperantes ministros y convoque elecciones. España merece tener un presidente con la talla de Feijóo. Y no un patán.