Del Señor Pesc al HR (de Solana a Borrell)

Del Señor Pesc al HR (de Solana a Borrell)

La semana acaba con una interesante paradoja. Un 28 de junio de 1519, de ahora hace 500 años, los príncipes alemanes acordaron que Carlos V, el rey español, el primero de los Habsburgo fuese coronado “rey de Romanos” o lo que se conoció como emperador del Sacro Imperio Romano. Carlos V asumió el centro del poder europeo y trazó la política exterior española de los siguientes 200 años. Otra cosa es que sus descendientes no pudieron mantenerlo porque la hegemonía es cíclica y pasa de un país a otro. Después de aquel momento histórico, y 500 años después, otro español y de forma muy diferente va a manejar los hilos de la política exterior europea.

El hasta ahora ministro de Asuntos Exteriores de España llega a su nueva responsabilidad de alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad como solución de consenso entre los principales líderes políticos europeos. Hace más de un mes ya anuncié la falta de legitimidad de los nuevos puestos electos que se estaban negociando con opacidad absoluta entre Macron, Merkel, Sánchez y alguno más que sumió a la UE en una crisis de credibilidad que tiene toda la pinta de prolongarse por mucho tiempo si no hay antes reformas importantes.

Ahora todos, desde Juncker a Macron, se llevan las manos a la cabeza por la falta de transparencia y de democracia. Pero el primer problema lo va a tener Borrell como jefe de la diplomacia europea. Hace ahora diez años, Javier Solana, dejaba el mismo puesto que le cede a su compañero de partido. Los problemas de Borrell no van a ser sólo los externos, sino
internos. Hasta ahora la UE había sido una comunidad de estados democráticos asentada en el principio de respeto al estado de Derecho. Cada vez que Borrell trate de amonestar a países como China, Rusia o Bielorrusia por sus carencias democráticas, se va a encontrar con la misma respuesta por parte de sus interlocutores. Porque los retos de Borrell al frente de la diplomacia europea son considerables.

En primer lugar, la Unión Europea tiene que trazar una política exterior  autónoma a la de EE.UU. El presidente Trump ganó y llegó en 2016 para quedarse. Hay que contemplar un escenario a cinco años vista con Donald Trump como presidente estadounidense con todo lo que significa en las relaciones europeas con el resto de la comunidad internacional. La UE tiene unos intereses estratégicos que no siempre son coincidentes con los estadounidenses. Del mismo modo que eso se ha visto en las relaciones con Irán o China, debería apreciarse en las relaciones con Rusia, Corea del Norte o África. Respecto a Rusia, la UE tiene que empezar a plantearse una política reconciliadora con dicho país en beneficio de la seguridad regional europea y de la estabilidad. El Consejo de Europa, en su Asamblea Parlamentaria, levantó la semana pasada sus sanciones a Rusia y ese podría ser un camino a seguir por la nueva Comisión Europea. Por lo que se refiere a Corea del Norte, la UE no ha tenido papel alguno en la distensión de relaciones perseguidas por el presidente de EE.UU. A la Unión Europea le corresponde un papel moderador si quiere ser tenida en cuenta como actor relevante. Y finalmente, África. En este continente los europeos nos jugamos mucho, tanto en seguridad estratégica como en seguridad humana. La celebración de una conferencia importante entre los líderes europeos y los africanos que ayudara a asentar las bases de unas nuevas relaciones contribuiría a estabilizar al continente y nos evitaría muchas de las crisis humanitarias desatadas en los últimos años.

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