La flor se llama Marcelo
Marcelo es la flor que todos buscan en el Real Madrid. En un momento en el que el club blanco sólo sabe cosechar éxitos y desde diferentes escenarios se intenta vender que Zinedine Zidane tiene una gran flor en forma de suerte, ninguneando el trabajo del entrenador blanco y de sus jugadores, la realidad es que la única flor que tiene el actual campeón de Europa es el brasileño. Pocas veces se ha visto a un defensa ser tan influyente en ataque. Un hombre capaz de cambiar el juego del Real Madrid desde el flanco izquierdo.
Marcelo se ha convertido en el jugador que lo cambia todo. Después de cumplir hace pocas semanas una década como madridista, es uno de los hombres con más peso del vestuario blanco. Titular indiscutible para Zidane, ha dado un paso adelante tanto futbolística como jerárquicamente. Y es que, el de Río de Janeiro asume con gallardía la segunda capitanía del Real Madrid, esa misma ha asumido con orgullo en la semifinal del Mundial de Clubes de clubes, ya que Sergio Ramos no pudo ser de la partida. De sus botas nació el gol de Benzema que ancarriló la victoria ante el América de México.
Con él sobre el césped el Madrid de Zidane tan sólo ha perdido una vez, en el partido de ida de cuartos de final de la Champions League ante el Wolfsburgo, en este 2016. Además, la crisis de empates de los blancos este curso coincidió con una lesión del carioca, una dolencia que se produjo ante el Villarreal, primer pinchazo de los blancos. La salida de Marcelo desembocó en un atasco en ataque del equipo blanco.
Su influencia se vio perfectamente ejemplificada ante el Deportivo. El Madrid perdía 1-2 en el Santiago Bernabéu y Zidane, que le había dado descanso ante los gallegos, le dio entrada en una posición en la que se desenvuelve perfectamente, carrilero izquierdo. Zizou puso tres centrales y Marcelo tenía el cometido de defender, cosa en la que ha mejorado notablemente en los últimos años, pero sobre todo de atacar.
Su suma en el apartado ofensivo es clave para que todo fluya. Y eso Zidane lo sabe. Por ello, cuando Marcelo se lesiona el drama nace en Valdebebas. Finalmente, con los nueve minutos que disputó fue suficiente para que el líder de la Liga diese la vuelta al partido. Además, Marcelo dejó una imagen para el recuerdo a la hora de celebrar el gol de Sergio Ramos. Repitió los golpes en el pecho que se dio tras transformar el penalti en la final de la Champions mirando al graderío mientras el equipo hacía una piña, una instantánea que demuestra que lleva el madridismo muy adentro.
Único en su especie
Y es que, Marcelo es un futbolista único que, a día de hoy, no tiene un recambio de garantías. No sólo porque el estado de forma de Fabio Coentrao, hombre que llegó a sentar en el banquillo en partidos claves al actual mejor lateral izquierdo del mundo, como en la final de la Champions League de Lisboa que terminó con la consecución de la Décima, sea muy pobre, también porque nadie suma como él. Nacho Fernández es el que mejor asume su papel cuando no está disponible, pero Marcelo es incomparable.
El sucesor de Roberto Carlos, tuvo un máster intensivo con su compatriota en 2007 y ahora le sigue aconsejando desde fuera, ya mira cara a cara al que es uno de los mejores jugadores de la historia del Real Madrid. Y todavía le quedan muchas carreras por la banda izquierda con la camiseta blanca puesta. De momento, quiere coronarse como campeón del mundo por segunda vez con la camiseta blanca el próximo domingo en Tokio.