Así comenzó todo

Urdangarin-Torres-Matas
Imagen de Fórum Illes Balears de 2005.

Palma. Miércoles 24 de noviembre de 2005. Auditórium del Hotel Meliá Victoria de Palma. Ocho menos cuarto de la tarde. Llego al Illes Balears Fórum invitado por el mismísimo Iñaki Urdangarin y su cuate Diego Torres. El recorrido no me es precisamente ajeno porque allí celebra El Mundo de Baleares su Foro. Un Foro por el que han desfilado ya desde Mariano Rajoy hasta José Bono, pasando por Jan Laporta, Florentino Pérez, Cándido Conde Pumpido o Federico Jiménez Losantos y en el que meses después contaríamos con Ana Botín o Esperanza Aguirre. Lo primero que pienso es que nos han plagiado el nombre: «Foro-Fórum». Lo segundo que pasa por mi cabeza es algo menos prosaico: «Esto es un timo». No me salen las cuentas ni de coña. A un servidor, organizar 15 foros al año (conferencia con 800 personas y cena restringida posterior) le cuesta unos 35.000 euros que salen de las arcas de Rey Sol, la compañía propietaria de la edición local de El Mundo. A los chicos del Instituto Nóos montar un evento de 60 horas de duración, 1.200.000 euros. Un pastizal que apoquina el contribuyente balear. Ya se sabe lo cómodo que es tirar con la pólvora del rey. En este caso no del Rey Juan Carlos sino de esos verdaderos soberanos de las Islas que son sus 1,3 millones de habitantes.

Cuando me subo al altar del gigantesco pero acogedor auditorio del gran símbolo palmesano de ese empresario ejemplar que es Gabriel Escarrer, me ratifico en la idea inicial. El atrezzo es infinitamente peor que el que implementamos desde un diario humilde pero que por aquel entonces era tal vez el más influyente de la comunidad. «Aquí hay tomate. Si a mí cada edición me sale por 3.000 euros y está bastante mejor montado, ¿cómo esta porquería puede costar 1.2 kilos?», barrunto para mis adentros antes de que el tan campeonísimo como yernísimo dé el banderazo de salida a un debate en el que Samuel Etoo, Rafa Nadal, la entonces vigente campeona del mundo de gimnasia artística, la manacorí Elena Gómez, el ciclista Joan Horrach (nada que ver con el celebérrimo y preparadísimo fiscal), Sergio Sauca y el arriba firmante vamos a disertar sobre el cuento chino que daba nombre al Fórum: «La relación entre turismo y deporte». En lugar de devanarme los sesos para ver qué carajo contaba sobre una chorrada tan grande, centro mis esfuerzos en analizar la calidad del decorado, el nivel de los participantes e intentar hallar respuesta a tan desaforado presupuesto.

Toma la palabra Iñaki, trivial en el fondo y cursi en las formas. Se la cede a Samuel, que vivía días de gloria tras haber dejado su querida Mallorca y haber fichado por el Fútbol Club Barcelona. Habla un Rafa que venía de ganar su primer Roland Garros (al cual me invitó, detalle que nunca le podré agradecer lo suficiente). Da su speech la gran Elena Gómez, retirada prematuramente. Hace lo propio Horrach. Y yo suelto el primer rollo que se me pasa por la cabeza porque en honor a la verdad dar una conferencia magistral sobre la relación entre turismo y deporte es lo mismo que si le ponen a uno a parlar de astrofísica. Un imposible. Físico y metafísico. Pienso si tal vez es que nos van a pagar un potosí. «Quizá sea ésa la razón de tan salvaje presupuesto, que el caché de los participantes es altísimo», sospecho, bienpensado de mí, por hallar una explicación al enigma. Ni cheque, ni transferencia, ni na de na. Nos despachan con un boli de mierda como todo obsequio. Lo que se dice un auténtico boli de los chinos. Hará un par de años Rafa Nadal me recordaba el episodio y coincidía conmigo a la hora de señalar que les habíamos salido gratis a los multimillonarios dueños de Nóos. «No lo recuerdo bien pero creo que no nos pagaron. ¿A que no?», me inquirió el mejor deportista español de toda la historia. «No, Rafa, ni un euro», le aclaré entre risas.

Comenzamos a investigar cuando vimos la cutrez del Foro montado por Urdangarin y Torres, que había costado la friolera de 1.200.000 euros públicos.

Vuelvo al periódico, cumplimos informativamente con nuestros amables anfitriones y al día siguiente urdo el plan para desenmascararlos. «¿Cómo le hincamos el diente a esto? ¿Llamamos a Matas y que nos pase el presupuesto?», es lo primero que discurro. Descarto esta posibilidad casi al mismo tiempo que la elucubro por un perogrullesco motivo: si hay merdé, el entonces president balear es cómplice de la merdé. El mamporrero no va a delatar ni al caballo ni a la yegua. Minutos después, doy con el que iba a ser nuestro pocero en las aguas negras del imperio del mal: Antoni Diéguez, el brillante y honrado abogado valenciano que hacía las veces de portavoz socialista en el Parlament balear, entonces en manos de la absolutísima mayoría del PP. «Es nuestro hombre», advierto a mis colaboradores Urreiztieta y Colom, «hay que quedar con él y convencerle de que nos pida el presupuesto». Pasan las semanas, más semanas, llega la Navidad y bien entrado febrero de 2006 recibo una llamada del simpatiquísimo diputado socialista. «¡Lo tengo!», exclama al otro lado del teléfono. Por instantes, no sé de qué me habla. Hacía tiempo que había perdido toda esperanza. Pero pronto me percato. «¡No me jodas!», suelto a mi interlocutor. «¿Y hay trinque?», le cuestiono. «Es un escándalo», me resume apresuradamente sin más alharacas el siempre sobrio Diéguez. 

Pocas veces ansié tanto ver unos documentos. Pocas veces intuí que lo que me iba a encontrar era un historión periodístico. Desentrañamos el no muy prolijo taco de papeles que nos habían proporcionado y alucinamos. Son las cuentas del Gran Capitán en versión posmoderna. Gonzalo Fernández de Córdoba había transmutado en Ignacio Urdangarin Liebaert de Borbón 500 años después. Aseguraban haberse gastado 120.000 euros en el servicio de prensa de un foro de dos días y medio pese a que el paganini de la fiesta, el Govern balear, tenía en nómina a 50 personas en el Área de Comunicación. También cifraban en 18.000 euros el coste de la web del Illes Balears Fórum pero había un problema: la página nunca vio la luz. Para que nada falte, hay hasta 20.000 euros previstos para «personal de asistencia telefónica» y 30.000 para «diseñar mobiliario especial» (el mobiliario no era cutre, no, era lo siguiente). Y el colmo de los colmos era el importe que habían invertido (es un decir) en faxes: ¡¡¡29.000 eurazos!!! Ni aunque hubieran estado enviando compulsivamente mensajes por esa vía las 60 horas que duró el invento se hubieran gastado ni la décima parte. Pero ellos no se cortaron y colaron este disparate en un presupuesto que estaba hecho para cumplir el trámite porque les habían dado la pasta por la patilla. También mencionaban el importe de la estancia y el viaje a Mallorca de los expertos mundiales en esa curiosa simbiosis que es el turismo y el deporte (otros 240.000 del ala) pero obviaban un pequeño gran detalle: que los vuelos corrían a cargo de Air Europa, que no cobró un euro a los caraduras de Nóos, y que la estancia de los participantes y el auditorio lo ponía gratis total Sol Meliá.

El MUNDO a nivel nacional prefiere parapetarse tras los socialistas a la hora de titular la noticia y a mí no me queda más remedio que resignarme. «El PSOE denuncia supuestos pagos irregulares del Gobierno balear a Iñaki Urdangarin», era el titular, y «Dice que un acto de tres días costó 1,2 millones: ‘Ni siquiera Ronaldinho cobra tanto’ «, el subtítulo. Yo hubiera preferido titular directamente pero aquél de 2006 no era un país para valientes. «Menos da una piedra», cavilo. Se monta un lío considerable pero es un visto y no visto. A Antoni Diéguez le llama a capítulo el entonces jefe de filas del Partido Socialista de las Islas Baleares, Francesc Antich, y le ordena parar. «Esto viene de muy arriba», le explica confesándole sin tapujos que acaba de recibir una llamada del mismísimo presidente Zapatero.

«Y aquí paz y después gloria», apunto para mis adentros al comprobar que casi nadie nos ha seguido y que, encima, a nuestro desinteresado compañero de viaje le han cortado las alas. Yo vuelvo a Madrid a dirigir Marca, el caso Urdangarin  duerme el sueño de los justos o el de los injustos pero entra en un estado de hibernación que parece definitivo y un menda se olvida del tema. Pero Dios, o quien sea, escribe derecho con renglones torcidos en ese gran cosmos en el que nos ha tocado vivir. Otro caso de corrupción desenfrenada, de ésos que nos argentinizan y nos mexicanizan, el Palma Arena, pondría a la Fiscalía Anticorrupción y al juez Castro en el camino de un episodio del que en el resto de España se habían olvidado y del que los ciudadanos de Baleares tenían un leve recuerdo dada la insistencia de El Mundo balear en no dar por zanjado un asunto que olía a podrido. El 5 de agosto de 2009 la Policía Judicial irrumpe en las oficinas del Palma Arena, el velódromo que Jaume Matas había construido, teóricamente para homenajear a los grandes ciclistas de pista mallorquines, como el mítico y grandísimo Guillermo Timoner. En la práctica no es sino un nuevo chanchullo para morder: la obra, presupuestada en 46 millones, acaba costando más de 100 no se sabe muy bien por qué. O sí. Porque todas las obras del corrupto president experimentaban siempre un sobreprecio. Qué cosas. Así ocurrió sistemáticamente de 2003 a 2004, legislatura en la que se pulieron 2.000 millones de euros en obra pública.

Los agentes trasladan a Pedro Horrach una carpeta que habían encontrado por casualidad y que llevaba por título: «Illes Balears Fórum/Instituto Nóos». Había tanta documentación, no sé si toneladas pero sí cientos de kilos, que escudriñarla llevaría meses y meses. El fiscal anticorrupción más famoso de España posterga la revisión de la carpeta, más que nada, porque el eje de la investigación es el velódromo. Lo relega, lo relega, pero siempre tiene presente la asignatura pendiente. Hasta que en la primavera de 2010 se pone manos a la obra, se enfrenta a un auténtico manantial de mangancias y reclama el plácet de José Castro para abrir una pieza separada. Al estajanovista magistrado cordobés le falta tiempo para responder con un rotundo «sí». Sin prisa pero sin pausa, porque el eje de la cuestión sigue siendo el Palma Arena, se ponen manos a la obra. El silencio es sepulcral. Saben que cualquier filtración provocará toda suerte de intentos de abortar el despegue. Hasta que en agosto de 2011 un alma caritativa llama a Urreiztieta para entregarle 1.000 folios con las facturas del latrocinio. Las peinamos de arriba abajo, en la más absoluta de las discreciones (cualquier movimiento en falso hubiera dado al traste con todo), y nos topamos con justificantes de lo más variopintos: «Comisiones futuras» o uno de 116.000 euros a favor de la empresa de Iñaki y Cristina, Aizoon, con un sospechosísimo epígrafe, casi tan sospechoso como el importe: «Gestión de la logística del IB Fórum». El domingo siguiente, y tras superar mil y un obstáculos, entre otros los de los que querían limitar el impacto intentándonos convencer de que era «un tema regional», el suplemento Crónica de El Mundo abre la caja de los truenos con un titular para la memoria colectiva de este país: «Anatomía de un pelotazo». Y aquí me quedo. El resto de la historia no se la voy a contar porque es sobradamente conocida.

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