Hablemos de crispación

José María Ángel

Lo primero y más importante: deseamos una pronta recuperación a José María Ángel Batalla. Sin matices ni condicionantes. No hay discrepancia política ni error que justifique abandonar la humanidad con una familia que sufre.

Hablemos de la crispación antes de que lo hagan los demás. El aguante en política no es una competición. No sufre más el que menos aguanta ni sufre menos el que resiste porque considera que su cacería es injusta. El dolor es individual y cada cual lo siente y padece según su umbral del dolor, que se manifiesta en privado y no en victimización pública.

Noelia Núñez fue presa de un ataque cruel, injustificadamente sobredimensionado y personalmente insoportable por haber cometido un error infinitamente menos grave que el de Pilar Bernabé, delegada del Gobierno de Valencia que llevaba 14 años inventándose dos licenciaturas con total impunidad hasta que OKDIARIO la descubrió. A Noelia la ridiculizaron hasta un extremo en el que era incapaz de pronunciar más de dos palabras seguidas sin romper a llorar, con unos ataques de ansiedad sólo superados por los que tuvieron sus padres aquellos días. Porque familia tienen todos.

Carlos Mazón lleva nueve meses teniendo que soportar que cargos de PSOE y Compromís le llamen asesino a diario porque la mayor catástrofe natural de la historia de la Comunidad Valenciana se llevó por delante la vida de más de 200 personas. Una riada inesperada hasta para la Confederación Hidrográfica del Júcar, que es la competente para vigilar barrancos, es la justificación que utiliza la izquierda para acosarle hasta un extremo en el que es un milagro absoluto que se mantenga en pie.

¿Quieren hablar de acoso mediático? A día de hoy le siguen dedicando no menos de media hora al día en cada tertulia de la televisión pública, a cada cual con una mentira más ridícula que la anterior. ¿Quieren hablar de sufrimiento? Que le pregunten a su familia por qué su hijo, su marido o su padre tiene que ir hasta a cortarse el pelo con escolta por si acaso le mata uno de los que a diario amenaza con hacerlo.

Isabel Díaz Ayuso cruza cada día Madrid al lado de carteles en los que aparece «7291», los fallecidos en las residencias de la Comunidad de Madrid durante una pandemia mundial que se gestionó infinitamente mejor en la capital que en el Gobierno de España. El propio ex presidente de su partido, en una radio nacional, acusó a su hermano de lucrarse con el dinero de su administración «mientras morían más de 700 personas al día». De hecho, todos los españoles conocemos la cara de Tomás Díaz Ayuso porque Podemos puso una lona gigante en campaña electoral con su cara enfrente de Las Ventas. ¿Quieren que hablemos de estigmatización? Que pruebe alguno de enfrente a soportar que cada día les llamen «IDA», psicópata, loca o asesina. Porque ese es su día a día.

¿Hablamos de quién inició la cacería de los currículum? ¿Hablamos de quién lanza a las calles contra los adversarios políticos a las víctimas de cualquier catástrofe, por sistema? ¿Hablamos de José Ramón Bauzá, que 10 años después de dejar de ser presidente de Baleares todavía se encuentra en Mallorca con amables activistas que le hacen el símbolo de cortarle el cuello al grito de «fascista», por haber impulsado que se pueda estudiar español en España? ¿Hablamos del día a día del constitucionalismo vasco o catalán?

Deseo fervientemente que José María Ángel Batalla se recupere lo más pronto posible porque la humanidad es incuestionable. Pero si nos escandaliza que haya tenido que llegar hasta ese punto, que ojalá sea reversible, que nos escandalice de verdad la crispación donde la hay.

Basta ya de «asesino»; basta ya de «IDA»; basta ya de deshumanizar al adversario; basta ya de utilizar el dolor de la gente contra dirigentes con los que no compartes ideología.

La crispación se tiene que acabar, sí. Pero primero la suya, que es la de verdad.

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