Becerra: «Un gobierno liberal en España aportaría un plus extraordinario de confianza y modernidad»
Bajo su nombre, en la tarjeta de visita de Beatriz Becerra, pone vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo. Pero debería poner algo así como «apasionada liberal». Esta semana ha salido a la venta su libro ‘Eres liberal y no lo sabes’ (Deusto), en el que la eurodiputada independiente adscrita a ALDE pone por escrito en 231 páginas su decálogo vital. «Para mí ser liberal es más una actitud ante la vida que una ideología política», explica durante su entrevista con OKDIARIO, celebrada en la sede de la Eurocámara en Madrid.
El volumen, que cuenta con las aportaciones de otros líderes políticos de la misma adscripción política —como el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt, las comisarias europeas Violeta Bulc y Vera Jourova o el ex vice premier británico Nick Clegg— se presenta como «una llamada a la acción» para «comprometidos con los derechos humanos, las libertades individuales y la igualdad de oportunidades». Pero aún falta saber qué es ser liberal, ¿es ser de derechas como dicen los progresistas? ¿Es ser un tibio como dicen los conservadores? «Hay muchas maneras de ser liberal», dice Becerra. Pues probemos la psicología inversa…
PREGUNTA.– ¿Qué no es ser liberal?
RESPUESTA.– Pues hay bastantes cosas que implican no ser liberal. Pero yo diría que la principal es pensar que no todos somos iguales.
P.– Ya, pero déme algún ejemplo concreto del día a día.
R.– Eso es la base de todo, porque si yo pienso que no soy igual a otro, normalmente pienso que soy superior. Y si pienso eso ya estoy estableciendo una relación con el mundo que diferencia posiciones de poder. Y tanto si lo vistes de supuesta búsqueda de repartir la riqueza pero no crees en el individuo, como si lo que buscas es quedarte la riqueza para ti, el no creer en que tú y yo somos iguales en derechos por encima de todo está en la base de todos los planteamientos totalitarios. tengan una base religiosa o ideológica cualquiera. Tan totalitario y antiliberal es un saudí para el cual la sharia es lo que filtra cualquier tipo de acuerdo internacional como un chavista para el cual sólo merecen vivir aquéllos que comulgan con su ideología.
P.– Pero eso significaría que todos los demócratas somos liberales… incluso populares y socialistas.
R.– ¡Absolutamente! El liberalismo que defiendo en este libro es inclusivo, integrador. Tiene que ver con los que defendemos —de maneras diferentes en algunas cosas pequeñas— la democracia liberal como el mejor sistema de convivencia de los diferentes. Un conservador moderado, un socialdemócrata, un demócrata cristiano, un liberal conservador… me da igual. La ristra no deja de ser identitaria y yo soy absolutamente contraria a lo identitario. Porque cuantas más etiquetas te pones, más fragmentador y reduccionista eres. ¡A mí me da igual!
P.– Y este libro, ¿cómo lo refleja?
R.– Si crees que aquello por lo que merece la pena luchar y donde merece la pena vivir tiene que ver con los derechos humanos como contrato universal, con la defensa de las libertades individuales por encima de todo, con luchar contra toda desigualdad y posible discriminación, con que el Estado tenga el poder que le corresponde y haga lo que debe hacer, con el libre comercio como el mejor instrumento de progreso, con Europa como ese destino común en el que estamos todos llamados a vivir y para el que tenemos todos que contribuir… pues claro que eres liberal.
P.– Pero eso es una amalgama, ser liberal entonces es no tener ideología…
R.– Es que… yo tengo muchas dudas con las ideologías. Yo tengo muchas ideas y las he tenido siempre, cuando he trabajado en la empresa privada, cuando he trabajado en la docencia… Y creo que las ideologías pueden ser el conjunto de creencias que una persona tiene, en lo político, lo religioso, lo espiritual, lo social… No lo sé. Pero en el siglo XXI, en 2018, decir que las ideologías son aquéllas que hace un siglo tomaron formas representando otra cosa me parece algo bastante inmanejable. Ser liberal para mí significa una actitud ante la vida, más que una ideología.
«El centrismo es algo que merece la pena reivindicar: no es ser tibio, ni mucho menos. Todo lo contrario, ¡el centrismo es sexy! Es insurgente, es completamente revolucionario»
P.– Cada vez más creo que ser liberal es, entonces, lo que siempre hemos dicho ser de centro
R.– A ver, yo creo que hay algo que sí nos identifica a los liberales es que somos optimistas. Es decir, creemos en que el cambio necesariamente tiene que ir buscando el progreso y la mejora. Pero también somos muy realistas y debemos ser humildes porque sabemos las limitaciones del ser humano. En la vida diaria, quienes construyen y quienes avanzan no son los extremistas. El centrismo para mí sí que es algo que merece la pena reivindicar: no es ser tibio, ni mucho menos. Todo lo contrario, ¡el centrismo es sexy! Es insurgente, es completamente revolucionario porque a pesar de que digamos que está completamente vacío de contenido, ¡se sigue hablando de izquierda y derecha! Pero izquierda y derecha, ¿respecto a qué? A mí me parece bastante infantil y creo que la adolescencia hay que superarla.
P.– ¿Cómo se hace eso en política?
R.– El centrismo es por sí mismo reformista, porque no creo que no hay ninguna reforma, no hay ningún cambio, ninguna transformación efectiva que no se haga gracias al consenso y a la negociación. Y esa posición, que no es ni mucho menos de tibieza, la definió muy bien la señora Mogherini —Alta representante exterior de la UE, una socialdemócrata italiana a la que admiro mucho— cuando habló del pragmatismo con principios. Para mí, eso es lo que define no sólo al liberalismo sino incluso lo que debe ser la Unión Europea.
P.– ¿Por qué cree usted que a los liberales o a los centristas en España se les acaba llamando radicales, fachas?
R.– Porque la tendencia a poner etiquetas. Los jóvenes probablemente asocien inmediatamente “liberal” a “neoliberal”. Otro artefacto, otro invento, que se hizo en las décadas anteriores para sesgar y para intentar desvirtuar algo que va mucho más allá que lo que pretendía denominar. A mis colegas de extrema izquierda cuando utilizan esa acepción, les digo muchas veces: “¿Me lo puedes definir?” Y no pueden. Y cuando algo no lo puedes definir y lo has utilizado simplemente como un marcaje de ganado, lo que significa es que estás intentando anular. Yo insisto, creo que las etiquetas hay que revisarlas, pero a pesar de todo, en las encuestas los españoles se autodefinen, en su mayoría como liberales… Lo curioso es que, claro, para cada cual significa una cosa diferente.
P.– Eso es lo que les pasa a ustedes…
R.– ¡Claro! Pero no es malo en sí mismo. Si admites los ingredientes básicos de la etiqueta —los derechos humanos, las libertades individuales, la igualdad de oportunidades…—, luego puedes poner los aditivos que quieras.
P.– Entonces, en una definición a patada rápida, ¿podemos decir que ser liberal es ser de derechas en lo económico y de izquierdas en lo social?
R.– Patada muy rápida quizá… Lo que debe quedar claro es que el liberalismo es imposible que separe lo social de lo económico. Porque en esencia no hay separación posible. Tú no puedes definirte como liberal, por ejemplo, y no ser feminista, porque va en el paquete. Es imposible que te digas liberal y no defiendas la igualdad de oportunidades para todos los individuos, sin identitarismos. Por lo tanto no es que seas de derechas o de izquierdas, no. Eres liberal, punto. Las izquierdas y las derechas no significan en sí mismas nada. En los partidos de gobierno, son muy pequeñas. Sí se abren ya grandes diferencias cuando hablamos de partidos de derechas que son secesionistas —con lo cual esos ya se van a otra categoría—, o de izquierdas que son filoterroristas o de corte neocoimunista o chavista. Ahí sí. Pero si te vas a los partidos que quieren reactualizar el bipartidismo, en realidad lo de izquierdas y derechas no sé… Si sólo analizamos los 100 días de Pedro Sánchez, a mí me costaría encontrar no ya izquierda, derecha, abajo o arriba… sino, en fin, Epi y Blas no me llegan.
P.– ¿Hay algún líder liberal en España al que votar?
R.– Bueno… que se haya definido como tal y que además el partido haya adoptado ese espacio, Albert Rivera y Ciudadanos. De hecho, creo que esa adscripción le valió bastantes rechazos y conflictos internos. Desde entonces ha buscado ser reconocido como tal. Pero, desde la humildad, yo creo que si adoptas algo abrazándolo es más difícil que cuando realmente te sale de dentro. Yo creo que los ejes son la libertad y la igualdad, y en el tema de la igualdad hay muchas dudas en C’s. Y en lo que se refiere a la libertad también.
P.– Ah, ¿sí? Déme algún ejemplo
R.– Sí. En lo que se refiere a la igualdad entre sexos, entre géneros, ha hbido caso en los que no había una idea muy clara, más allá de responder a la situación concreta del momento. Uno no puede estar inquieto ni temeroso ni pensando qué es lo que hay que decir. Si tienes la tranquilidad de decir ‘mire, mi marco de actuación e la igualdad es, como no puede ser otro, el contrato universal de los derechos humanos’, ya está. Y entonces no existen derechos de un colectivo o de otro, sino la obligación de garantizar que todos los seres humanos tienen los mismos derechos. Da igual lo que coman, lo que hagan o por dónde se vistan, da lo mismo.
P.– ¿Y en el asunto de las libertades?
R.– Sin esa tranquilidad que decíamos, es difícil enfrentarse a cómo manejar la libertad de información y de expresión, ¡que es un gran reto! Porque si hay algo que manejan los que quieren acabar con esas libertades es ponernos en esa tesitura. Es decirnos: “No, no, cuando veáis a [Steve] Bannon, tapadle la boca, que no se le oiga”… Pues yo creo que no. Creo que hay que entender por qué la gente vota según qué cosas. Y a los que quieren destruir lo que hemos construido con tanto esfuerzo hay que plantarles cara en campo abierto.
«Necesitamos la garantía constitucional de la prensa libre, porque si se abandonan las certezas y crees que no puedes confiar en nadie, entonces ya pueden hacer contigo lo que quieran»
P.– ¿Por eso los beneficios de su libro van a Reporteros Sin Fronteras?
R.– Claro, porque para eso necesitamos buenos profesionales libres y que trabajen adecuadamente en buenos medios de comunicación… Porque hay una garantía constitucional que es esencial para que los ciudadanos podamos ejercer como tales, que es el acceso a una información veraz. Y eso sólo lo podemos tener garantizado con una prensa libre y profesional. Porque si no tenemos ese acceso a la información veraz, estaremos sujetos a cualquier tipo de información. Y en el momento en el que se abandonan las certezas y crees que ya no puedes confiar en nadie, no tienes una referencia de que esto es cierto y esto es falso, entonces ya pueden hacer contigo lo que quieran.
P.– ¿Y en Europa sí hay un líder más claro en el ámbito liberal?
R.– Hay varios a los que admiro profundamente, y he tenido la suerte de contar con su contribución en este libro. Con todo lo que ha pasado y está por pasar en reino Unido, a mí me parece que Nick Clegg es un referente intelectual y personal. Creo que Guy Verhofstadt es también un referente de esa posición liberal, y además profunda y radicalmente europeísta… Hay comisarías como Vera Jourova o Violeta Bulc que también son grandes líderes liberales en República Checa y Eslovenia. Hay primeros ministros como Xavier Bettel, en Luxemburgo, que también participa en el libro… Y otros que, por cuestión de tiempo, no han podido participar pero que me resultan absolutamente admirables y a los que sigo veneración, como la danesa Margrethe Vestager, la comisaria de Competencia. Espero que sea ella la presidenta de la Comisión tras las elecciones. Me parece la encarnación máxima de todo lo que yo explico aquí. Y luego, Justin Trudeau que, en Canadá, nos da lecciones cada día.
P.– ¿Qué aportaría un partido liberal en el poder en España?
R.– Uff, yo creo que aportaría un plus extraordinario de confianza, de transformación y de modernidad. Creo que significaría de alguna manera asumir el liderazgo que tenemos que tener en muchísimos ámbitos. Sobre todo en Europa: en defensa común, en la lucha contar el terrorismo, pero también en la innovación, en emprendimiento, en la capacidad de incluir y de integrar a personas dentro de tu sociedad… Creo que un partido liberal gobernando España pondría como prioridad absoluta las reformas. Y es que eso es lo que hay que hacer, cambiar lo que no funciona.
P.– Y para España, ¿hay un modelo territorial liberal, que es lo que nos tiene peleados?
R.– Yo creo que tenemos un modelo territorial que tenía unas ciertas razones de ser en su momento, pero ya nació lastrado de diferencias, porque vulnera de entrada el principio de igualdad y de solidaridad entre las regiones. Para España y para Europa yo lo que quiero es un modelo federal completo, terminadito, bien hilvanado primero y bien cosido después. Porque eso es lo único que puede garantizar la igualdad entre los ciudadanos de las distintas regiones y territorios. Pero lo que debe garantizar es la eficacia en las competencias que se asignan a las instituciones. Y también la capacidad de retirar esas competencias cuando no es efectiva.
P.– Hablando de esto tras la invocación del artículo 7 para sancionar a Hungría… ¿Qué es una ‘democracia iliberal’?
R.– Bueno, se está utilizando mucho ese término ahora… En definitiva, es la utilización perversa de los mecanismos de las democracias para establecer modelos autocráticos. Esto lo estamos viendo aquí, bien cerca, en Hungría y en Polonia. Y en otros muchos ámbitos. Creo que la pujanza de Rusia detrás del desarrollo de ese modelo es evidente. Pero no creo que debamos entrar en la trampa de esas dualidades que le dan carta de naturaleza a lo que no la tiene. De la misma manera que yo rechazo la denominación de ‘unionistas’ versus ‘separatistas’, rechazo esa dualidad de ‘democracia liberal’ versus ‘democracia iliberal’. Si es iliberal no es democracia.
P.– ¿Y cómo se les combate? ¿No hay que aceptar que hay diferentes modelos de organizar o de ver la democracia?
R.– No. No hay diferentes modelos de ver la democracia porque de lo que hablamos es de vulneración de los principios de la democracia. Aquí no podemos entrar en discursos vacuos. Es decir, Hungría ahora mismo, en la situación que está en cuanto a evaluación de Estado de Derecho, no entraría en la Unión Europea. En Polonia pasa lo mismo: si tú has cumplido unos requisitos para entrar y una vez dentro los incumples, pues una de dos, o vuelves a cumplirlos o no estás en la Unión.
P.– Hay elecciones europeas en mayo. Y esos iliberales, populistas, euroescépticos y demás pueden poner esto en riesgo…
R.– Pueden ser un grupo muy importante, enorme, ¡pueden ser el segundo grupo en la Eurocámara! Y por eso insisto cada día en llamar a la acción. Este libro es en sí mismo una llamada a la acción. No hay nada más concreto operativo e inmediato que eso. No es una posibilidad, es un plan de trabajo que ya están ejecutando con un señor que se llama Steve Bannon a la cabeza, que no está haciéndolo porque tenga ningún tipo de ideología, sino porque ve que puede conseguir poder. Ese proyecto está en marcha, esa suma de peones de muchos países europeos está en marcha porque, claro, los respectivos partidos quieren hacerse más fuertes.
«La alianza destructiva de Steve Bannon se puede nutrir en España de la extrema derecha de Vox o del fugado Puigdemont, los demócratas tenemos que ponernos las pilas para defender el proyecto de la UE»
P.– ¿Y Bannon ha llegado a España?
R.– Sí, y fíjese que pueden nutrirse de dos vías, no de una. Por un lado, los alineados con Le Pen o con el propio Orbán, partidos de extrema derecha como Vox — que ya han reconocido que su programa electoral lo va a hacer Steve Bannon—, y por otro, la vía de la ‘comosellame’ opción electoral del fugado Puigdemont. Porque claro, qué mejor sitio que estar con aquéllos que en Europa quieren tomar al asalto el poder. Para tener tiempo de palabra, para tener iniciativa, muchos fondos… y con eso, desde dentro, destruir Europa. Esto algo organizado, sistemático que utiliza las banderas de la inmigración, de la xenofobia… como instrumento. No porque crean en nada. Tienen un interés propio, exclusivamente. Pero el resultado de la utilización de esas respuestas a los problemas reales que son aceptadas por un número de personas, es que son falsas. Y como son falsas no nos van a llevar a ningún sitio. Sólo a desmontar uno por uno todos los ladrillos de lo que habíamos construido hasta ahora como proyecto europeo. Los demócratas europeos tenemos que dejar de hablar para nuestros respectivos públicos y ponernos las pilas. Y yo creo que tenemos una enorme oportunidad, especialmente con [Emmanuel] Macron.
P.–¿Y esto cómo se come teniendo en cuenta que en su mismo grupo del Parlamento Europeo está el partido del fugado Puigdemont?
R.– Bueno, pues se comerá para la siguiente legislatura ya veremos en qué planteamiento, porque todo el marco ha cambiado y el plan de Macron respecto estas elecciones europeas está por ver de qué manera casa y se cruza con el grupo liberal [ALDE]. A mí me gustaría, cómo no, que hubiese una unión de fuerzas. Pero tiene que cambiar. Y yo creo que Guy Verhofstadt, que es un líder de larguísimo recorrido, de enorme astucia y de mucho conocimiento, no va a ir a esa negociación para esa gran casa liberal renovada en el Parlamento Europeo con el enorme lastre que inaceptable de lo que significa Puigdemont. Yo confío en que eso se eliminará.