El trato de favor que ha condenado a Djokovic
Novak Djokovic se ha convertido en uno de los personajes a nivel mundial en los últimos días y, al contrario de lo que ha sucedido en otras ocasiones, este ascenso mediático se debe a un acontecimiento, un escándalo extradeportivo de dimensiones extraordinarias. El número uno del mundo, que se ha mostrado en repetidas ocasiones reticente a desvelar si se ha vacunado, no parece haberlo hecho y esto le ha acabado condenando con una exención médica de fondo y la actuación de las autoridades australianas que han acabado por deportar al líder del ranking ATP tras ser cómplices del permiso concedido por el Open de Australia.
Entre las normas para la participación en el Open de Australia, el torneo con mayores limitaciones de cara a los participantes por el coronavirus, destaca la obligación de contar con la pauta completa de vacunación, algo también necesario para entrar al país oceánico con un visado extranjero. Las excepciones, contadas, se sujetan en una exención médica, el clavo ardiendo al que se agarró Djokovic para poder defender su título en Melbourne Park sin estar vacunado.
Nole pidió la exención médica y Tennis Australia, empresa propietaria del primer Grand Slam del año, accedió a dársela en un primer motivo para escandalizarse por parte de los participantes, personas relacionadas con el tenis y en general, población interesada por la materia. Djokovic recibió no pocas críticas por lo que muchos consideraron trato de favor al nueve veces campeón en Melbourne.
Australia dice ‘no’ a los demás
Nole buscó el resquicio para saltarse las normas y la organización lo permitió, algo que no habría hecho, según informan distintos medios, con otros tenistas que pedirían sin éxito la exención médica para formar parte del Open de Australia. No hizo lo mismo el norteamericano Tennys Sandgren, cuartofinalista del torneo en 2018 y que renunció a acudir al torneo igual que a ponerse la vacuna. Decisión absolutamente respetable y de alto contenido moral que le distingue de Djokovic.
Sin embargo, el caso más llamativo lo narró en redes sociales la rusa Natalia Vikhlyantseva, de 24 años y actual 194 del ranking WTA, que se disponía a jugar la previa del torneo pero su acceso fue negado hace días por contar con la pauta completa de la vacuna Sputnik, que según las autoridades no cuenta con «datos suficientes o información válida para demostrar de forma adecuada que ofrece protección».
Un esperpento que acaba en deportación
Llegados a este punto, Djokovic tenía en su mano el permiso para acceder a Australia y concentrarse de cara un Open en el que, huelga decirlo, era máximo favorito a la victoria. Sin embargo, todo cambiaría con el larguísimo viaje de Nole a la ciudad oceánica, donde las polémicas empezaban a hacerse más visibles y las autoridades a declararse en contra de la llegada de Djokovic al país.
Del «nadie está ni estará recibiendo un trato especial» que afirmó la ministra en funciones de Deportes del gobierno regional de Victoria, Jaala Pulford, a las declaraciones del primer ministro de Australia, Scott Morrison, quien recalcaba que todo ciudadano extranjero debía tener completa la pauta de vacunación para acceder al país. Ellos, las autoridades, estaban o debían estar informadas de la decisión del Open de Australia de dar permiso a Djokovic para viajar, pero su sí acabó convirtiéndose en no en pleno viaje, en un giro dramático del guion… sobre todo para Novak.
Djokovic arribó a Melbourne pero nunca pudo pasar del aeropuerto. Más de ocho horas retenido por la policía australiana hasta que se tomó la decisión de deportarle por problemas con el visado y con justificación de la exención médica que había accedido a concederle Tennis Australia con anterioridad. Un trato de favor que ha acabado condenándole a un hotel tachado de «infame» en Melbourne, en el que pasará solo la Navidad ortodoxa –Djokovic es cristiano ortodoxo– y, más que probablemente, a renunciar al Open de Australia.