Sergio Serrano triunfa en Manzanares: 4 orejas y un rabo mientras Ponce y Curro Díaz cortan una cada uno
El diestro albaceteño Sergio Serrano firmó este sábado en Manzanares un triunfo rotundo de cuatro orejas y un rabo, en una corrida en la que impuso su ley y en la que los otros dos actuantes, Enrique Ponce y Curro Díaz, pasearon un trofeo cada uno.
Sergio Serrano no suele verse al lado de Enrique Ponce en los escasos paseíllos que trenza cada año. Sin embargo pocas veces falla. Y en Manzanares, lejos de fallar, cortó cuatro orejas y un rabo. Y no lo hizo de cualquier manera; lo hizo toreando.
Como es lógico, no quiso perder la ocasión de mostrar su valía en un escaparate como éste. Por ese motivo, en su primero, un toro encastado y con ímpetu, atacó desde el recibo de rodillas hasta la estocada final.
Largo y de notable calidad fue el manojo de verónicas, gustoso el quite por chicuelinas, y arrebatada la faena de muleta, muy ligada y entregada, si bien hubo algún compás, muy aislado, demasiado ansioso; las ganas le pudieron. No obstante más vale tener que decirle «¡so!» que «¡arre!», y, en ese sentido, al de Albacete nada se le puede achacar.
Quizás con los ánimos más templados en el sexto, Serrano anduvo igual de encajado pero más templado, sintiendo los muletazos, sobre todo algunos naturales en los que aprovechó la boyante condición del toro, que, codicioso, agradeció el espacio que el de Albacete le dio para que se viniera.
La faena caló de tal manera en los tendidos que, encendidos, pidieron el indulto, a pesar de que al toro, con muchas virtudes como fueron la prontitud y la emoción, le faltó, por ejemplo, mayor humillación. El premio para el toro quedó en vuelta al ruedo y para el torero en dos orejas y rabo. Toque de atención de Sergio Serrano, otro más que llama a la puerta.
Como el primero estaba cogido con alfileres, el omnipresente Enrique Ponce optó por la versión sutil, ligando aunque dándole tiempo, con estética aunque sin bajarle la mano, con gusto aunque sin profundidad.
Mayores apreturas habrían descompuesto las acometidas del de Las Monjas a buen seguro, por lo que el valenciano dosificó, lució y, en última instancia, mató decorosamente a su antagonista cortando la primera oreja de la tarde.
Si en su primero Ponce tiró de suavidad, en el cuarto se vio obligado a citar con contundencia y, a veces, incluso con un zapatillazo. A pesar de ello nada hizo embestir al de Las Monjas, que recibió dos puyazos, bastantes capotazos y con el que el de Chiva acabó de un bajonazo.
El segundo se dejó casi todo su caudal de acometividad en el inspirado recibo de capote de Curro Díaz, rematado con una ajustadísima y elegante media. En la muleta el toro se venía por dentro por el derecho y se quedaba a mitad de viaje por el izquierdo, por lo que el de Linares, sin nada que rascar, optó por abreviar.
El quinto quiso embestir pero lo hizo falto de ritmo, rebrincado y soltando la cara por el pitón derecho, además de sin perder de vista a su matador, quien aguantó tarascadas, coladas y dudas del de Las Monjas. Por el izquierdo le robó una magnífica tanda para, a continuación, sortear una intempestiva oleada por dentro.
Perseveró hasta llevarse una fea voltereta de la que, milagrosamente, salió aparentemente ileso aunque dolorido. Lo mató de entera desprendida y logró tocar pelo.
FICHA DEL FESTEJO.- Seis toros de Las Monjas, bien presentados. Primero noble y justo de fuelle. Segundo descastado. Tercero encastado, ovacionado en el arrastre. Muy parado el cuarto. Complicado el quinto. El sexto, encastado, Soñador de nombre, número 21, fue premiado con la vuelta al ruedo.
Enrique Ponce, palo rosa y oro: oreja y silencio.
Curro Díaz, de carmesí y oro: ovación y oreja.
Sergio Serrano, de caña y oro: dos orejas, y dos orejas y rabo.
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