A 20 minutos de Madrid y perfecta para desconectar: así es la casa de campo de Alaska y Mario
Alaska y Mario han levantado un imperio inmobiliario que genera mucha curiosidad
La pareja de artistas tiene una casa en Boadilla del Monte que era propiedad de Bibiana Fernández
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A las afueras de Madrid, en un enclave donde la urbanización se diluye lentamente para dar paso a un entorno más calmado, Alaska y Mario han encontrado desde hace años un refugio diseñado casi a su medida, una especie de contrapeso emocional frente al ritmo frenético del centro de la capital. Aunque el ático que poseen en pleno corazón madrileño sigue siendo su residencia habitual y el lugar donde articulan la mayor parte de su rutina profesional, este chalé ubicado en Boadilla del Monte se ha consolidado como su espacio para respirar y alejarse de cualquier polémicas.
La historia de esta vivienda no comenzó como una simple operación inmobiliaria, sino como un acto de apoyo y respeto hacia una amiga muy significativa para ellos, lo que aporta a la casa un valor sentimental que nunca han ocultado. Fue Bibiana Fernández quien, atravesando un momento complicado en lo económico, decidió desprenderse del inmueble, y la pareja no solo asumió los aproximadamente 550.000 euros que costaba, también además quiso mantener vivo su espíritu original rebautizándolo como Casa Bibiana, un gesto que transformó la compraventa en un símbolo de afecto.
La propiedad, asentada sobre una parcela cercana a los 2.000 metros cuadrados y con unos 350 metros construidos repartidos en dos plantas, ofrecía amplitud, privacidad y un aire de libertad que encajaba con lo que ambos buscaban. Desde entonces, la casa no solo se ha convertido en un lugar muy especial.
Así es la casa por dentro
El interior del chalé revela una distribución perfecta, con estancias que fomentan la convivencia sin prisa y que propician encuentros espontáneos en los que la creatividad y la diversión suelen mezclarse de forma natural. El salón principal, presidido por una chimenea que aporta calidez en los meses fríos, conecta con una cocina abierta donde se concentra buena parte de la vida social que mantienen con amigos y colaboradores. Allí, Mario suele dar rienda suelta a su afición por la cocina o hacer deporte en la piscina.

El dormitorio principal, que incluye un jacuzzi de hidromasaje, constituye uno de los rincones más singulares de la vivienda y funciona como un espacio de pausa al que ambos recurren tras sus exigentes semanas laborales, convirtiendo ese momento de relajación en un ritual casi imprescindible para mantener el equilibrio físico y emocional.
La decoración que han elegido
La estética que define la casa es, en sí misma, una declaración de identidad, ya que refleja el particular modo que tiene la pareja de relacionarse con el arte, la memoria y el sentido del humor. Alaska y Mario han integrado piezas vintage, colores intensos, objetos cargados de historia personal y referencias a México en un conjunto que abraza sin complejos el maximalismo y que rehúye cualquier aproximación convencional a la decoración. En este escenario conviven desde hallazgos adquiridos en el Rastro hasta piezas de subastas selectas, creando una mezcla deliberadamente heterogénea que habla de su gusto por lo inesperado. La planta baja, en concreto, se ha transformado en una especie de pequeño homenaje a su amigo Fabio McNamara, cuyas obras están en cada rincón.
Más allá de su carácter de retiro, Casa Bibiana siempre ha sido concebida como un lugar para compartir, disfrutar y celebrar, un punto de encuentro donde el ocio adquiere una dimensión casi ritual y donde las amistades encuentran un ambiente propicio para conversaciones sin reloj. En este espacio se han sucedido veladas de cartas que se prolongan hasta altas horas, comidas impulsivas que terminan convirtiéndose en largas tertulias, maratones de series que hacen que el tiempo pierda relevancia y encuentros casuales que se transforman en recuerdos imborrables.
Mario suele repetir que allí «siempre hay buena energía», una frase que mantiene viva la bendición que Bibiana les dedicó al entregarles la casa y que se ha convertido en una especie de mantra para quienes cruzan su umbral.
Alaska y Mario, muy unidos
Dentro del recorrido que ha realizado la pareja a lo largo de más de 25 años juntos, este chalé representa una pieza fundamental de su particular mapa inmobiliario, una evolución que comenzó cuando Mario animó a Alaska a dejar atrás la vida de alquiler y apostar por la estabilidad que aportaba la compra de una vivienda.
Desde entonces, ambos han entendido sus hogares no como inversiones frías destinadas a obtener beneficios, sino como lugares creados para vivirlos intensamente, disfrutarlos mientras formen parte de su historia y despedirse de ellos cuando ya no cumplan una función emocional o práctica. Tal y como explican, las casas que han ido sumando son extensiones de su identidad como pareja, escenarios donde deciden decoración, trazan planes y se permiten soñar sin restricciones. En ese proceso, cada nueva llave se convierte en un capítulo más dentro del universo propio que han levantado, un universo que crece a la par que su relación y que encuentra en Casa Bibiana uno de sus capítulos más significativos.
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