Johnson and Simón, al alimón contra España

Johnson and Simón, al alimón contra España

Alguna vez se sabrá, porque los espías que trabajan para Su Graciosa Majestad lo terminan sabiendo todo, si Pedro Simón, depauperado y triste como una tarde de noviembre en la City, es asesor del Gobierno Británico; si no lo es, se está cometiendo una injusticia monumental contra él, merecería serlo. Su último servicio a Boris Johnson es para que el estrafalario “premier” le incluya en la próxima lista de los próximos “sir”, donde figuran personajes históricos como Churchill que ahora mismo no pasarían el fielato ni de las feministas “enragés”, ni de los persecutores de la mínima xenofobia. ¿O es que no recordamos aquello de “los blancos somos una raza superior”? ¿Acaso creen que Churchill, hoy vivo, no sería apedreado por ejemplo en Alabama? Por tanto, Simón no desentonaría si, al mismo tiempo de el “premier” actual, fuera condecorado por Elisabeth que, con seguridad durará en este mundo más que los dos citados, eso sí, asida fuertemente a la Gordon. no vaya a ser que se le escape el último trago.

Escribo en serio porque: ¿de qué otra forma se puede tomar la última fechoría dialéctica del “Doctor Covid”? Con ese tono, entre cazallarero y gargantoso que ya tiene en España más imitaciones que Gil y Gil, se satisfizo el lunes de que su otro yo, Boris Jonhson, haya prohibido a sus congéneres de cualquier pub de Manchester (ciudad que debe figurar a la cabeza de las que envían más cerveceros al Poniente de Benidorm) viajar hasta España donde según él, Johnson, ayudado para la ocasión por el inefable Simón, el maldito virus con pasaporte chino, se lo pasa en grande infectando como un loco a los compatriotas del rubicundo de Downing Street. Boris, sin necesidad de aterrizar en España, estuvo a punto de palmarla por una unidad del Covid que le tuvo a punto de entregar la cuchara. Simón, en todo caso, es la decantación de la lívida solidez del Gobierno de su jefe, Sánchez, en el que dos ministras, la innombrable (porque nadie se acuerda de cómo se llama) ministra de Exteriores, y la furibunda titular de Turismo, se dicen embajadoras de arduas gestiones para lograr que el canciller del Reino Unido, un paisano que se asemeja a un numerario de la Obra, tras contemplar las películas que hablan de los insistentes seguimientos que se efectúan en las playas de España, varíe su rumbo y acepte que ingleses de toda condición se pongan rojos como el alma de Iglesias, en las playas de España.

Pero, cómo van a venir si les estamos diciendo desde nuestra Sanidad oficial: “Mister, ni se le ocurra aparecer por aquí”. Mejor que se conduzcan hasta el idílico, que ya no lo es, paisaje portugués, donde Simón, una vez despojado de su camisilla de mercadillo o de su jersey “modo Marcelino Camacho”, se ha retratado surfeando como si fuera un empadronado de Honolulu. Realmente yo no se qué le ven Sánchez y su conmilitón Iglesias a este científico venido ahora a contertulio de un “reality”. Alguien que le conoce de antaño,  refiere que Simón antes no era así, que era un chico más bien apocado que sufre en público. Es decir: ese era el Simón que pululaba por los laboratorios ante de venirse arriba, anunciar que aquí, en España, el virus no atacaría más que a dos o tres despistados, que aquí todas las feministas de Calvo, las Montero, o Almeida, podían engancharse a su marcha anual porque iban a salir de allí más frescas que en cualquier teatro refrigerado de los insoportables Bardem, y que él no desaconsejaba a su hijo, que le ha salido izquierdoso (¡pobre Romay Beccaria!), que fuera a la tal concentración del mujerío.  A lo que voy: va Simón va de fechoría en fechoría, antes de llegar a esta final que, de golpe, hará que los empresarios del turismo español vayan a perder miles de millones de euros. Un figura este Simón, que forma dúo en el perjuicio para España con el chepudo Johnson. Y por cierto: a este españolicida se le han juntado belgas y alemanes que aún se ríen a mandíbula batiente con aquella sensacional chulería de Sánchez: “En España ya hemos vencido al virus”. Eso antes de viajar a Bruselas y volver con un pecunio pírrico que sus pelotas de cabecera celebraron como a un torero. Para la próxima, impresentable gurucillo Redondo, que no se prive a en dar una vuelta al Ruedo de la Moncloa, allí le ovacionarán hasta los conejos venidos de El Pardo para la ocasión.  Pues en estas estamos, con un  individuo que ahuyenta a los turistas, un presidente que, como el personaje de Jardiel (el fustigado por los ignorantes socialistas) se mira a diario en el espejo y proclama: “¡Mecachis qué guapo soy!”, y con un país que está del Covid y de sus expertos gudaris hasta el coscorrón, y que ya no aguanta a sujetos como el subidito del todo Pedro Simón. Tampoco a su empresario Pedro Sánchez.

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