La mayor cadena de gasolineras de EEUU es filial de la venezolana PDVSA y el 50% del capital es ruso
El 50% del capital de Citgo, filial de la petrolera estatal venezolana PDVSA en EEUU, está en manos de la compañía rusa Rosneft, una posibilidad que está causando controversia en Norteamérica por asuntos de seguridad nacional. Moscú dio un préstamo millonario al Gobierno de Nicolás Maduro que, a todas luces, no podrá afrontar teniendo en cuenta la maltrecha salud de su economía.
Además, en la ecuación también entra Rex Tillerson, secretario de Estado estadounidense, que acusa al dictador de “violar su propia Constitución y no estar permitiendo que las voces de la oposición sean escuchadas”. Maduro confía en que Vladimir Putin, gracias a su relación de simpatía con Donald Trump, mantenga al republicano lejos de los asuntos internos del país latinoamericano y lejos del crudo de la región de El Caribe.
Hablar en un mismo escenario de Venezuela, Donald Trump y Rusia roza casi la comedia, pero nada de eso, todos tienen algo en común: su interés por el crudo. El país de Maduro es la región con más oro negro bajo sus pies, Rusia una de las potencias que mueve el precio del barril junto a la OPEP y el republicano pretende que el petróleo sea uno de los principales ejes de la economía norteamericana a través del ‘fracking’.
Durante toda su campaña electoral, el republicano dejó clara su apuesta por el petróleo como un puntal económico. Sara Carbonell, analista de CMK Markets explica que «está claro que a Trump le interesa tener un lobby para fomentar la industria del crudo y pondrá en marcha, si no es ahora será próximamente, políticas a favor de las empresas petroleras porque quiere que EEUU se autoabastezca».
Rusia, Venezuela y EEUU
¿Acaso Putin, Trump y Maduro comparten amistad? No, no la comparten. Sin embargo, el dictador venezolano quiere mantener lejos a EEUU de “las prácticas antidemocráticas”, así las ha tildado Tillerson, y para ello no duda en usar al mandatario ruso y un buen puñado de dólares.
De hecho, Citgo, la filial de la petrolera estatal venezolana PDVSA en EEUU, aportó un donativo de medio millón de dólares para la ceremonia de investidura del republicano el 20 de enero de 2017.
Según los documentos publicados por CNBC, el Comité de Inauguración Presidencial recibió casi 107 millones de dólares en donaciones, 500.000 dólares de los cuales venían de la petrolera. Una cifra muy parecida a la aportada por JP Morgan o Exxon Mobil, la compañía petrolera presidida entonces por el actual secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson.
Curiosamente, el mismo día que la Comisión Federal Electoral hizo pública la lista de donantes, Tillerson condenaba la brutal represión a la que Maduro está sometiendo a sus ciudadanos y a la oposición.
Esta donación por parte de Citgo no es para nada baladí, supone un gesto demasiado generoso por parte de un país sumido en una grave crisis económica provocada por la nefasta gestión de la industria petrolera llevada a cabo por Hugo Chávez y su sucesor. Y para muestra un botón, el 80% del presupuesto de Venezuela corre a cargo de las exportaciones de crudo.
Además, a pesar de que Venezuela el mayor productor de crudo del mundo, la dictadura de Maduro deja sin abastecimiento de petróleo a las gasolineras de su propio país por el gran volumen de exportación que lleva a cabo.
Ahogado por las deudas, Maduro puso en bandeja de plata el 49,9% de las acciones de Citgo a la compañía rusa Rosneft. Casi la mitad del capital está actualmente hipotecado como garantía de un préstamo de 1.600 millones de dólares que la soviética concedió al Ejecutivo chavista.
Si el dictador no cumple con el pago, Rosneft se quedará con la mitad de la petrolera con sede en Texas que está en manos del Gobierno venezolano desde 1986. Y es un asunto que está causando gran revuelo entre los mandatarios de EEUU, un acercamiento de los rusos conllevaría una amenaza a la seguridad nacional y esto Trump no se lo puede permitir.
De hecho, el jefe del Comando Sur, Kurt Tidd, argumentó ante el Senado que «la alianza con el terrorismo islámico era la verdadera razón por la que había que resolver el problema de Venezuela cuanto antes». Una declaración a la que Tillerson no ha sido impermeable. Señaló a principios de mayo que EEUU está “tratando de desarrollar una estrategia para todo el continente sudamericano, hay algunos problemas de financiación a algunas redes terroristas que están empezando a emerger en parte de Sudamérica y que tienen toda nuestra atención”.
Tillerson, Exxon y Venezuela
De alguna manera, con esta aportación de medio millón de dólares a los fastos de Trump en enero por parte de Citgo, el Gobierno venezolano está comprando una reunión con los miembros de la Casa Blanca, sobre todo con Tillerson, un viejo amigo del régimen que ha estado al frente de la petrolera Exxon durante 10 años, expropiada por Chávez en 2007.
Según publica el periodista venezolano Francisco Poleo, el régimen de América Latina paga al exjefe de campaña del magnate hotelero, Corey Lewandowski, una mensualidad para que le haga lobby en la Casa Blanca y aporte un balón de oxígeno a Maduro para esquivar las sanciones de EEUU.
La petrolera americana, amiga de Putin, por cierto, denunció el caso ante un tribunal de arbitraje y reclamó 10.000 millones de dólares a Maduro. Nada de esto, el fallecido Chávez sólo aportó 1.600 millones de euros como compensación.
En aquel momento, Chávez acusó a la compañía de imperialista y de estar orquestando una campaña “brutal” contra Venezuela a nivel internacional en julio de 2015. Y añadía: “Exxon ha pagado campañas de televisión, radio, prensa y partidos políticos en el Caribe, concretamente en Guayana”.
En aquel entonces, tras la expropiación, Tillerson optó por ‘recoger sus cuchillos en silencio’ e irse del país latinoamericano. Sin embargo, quizás ahora las viejas heridas vuelvan a abrirse ahora con el empresario como secretario de Estado pilotando un control sobre Venezuela y los países del Caribe que Maduro no podría sospechar.
En enero de 2017 Exxon, con Tillerson fuera de la compañía, anunciaba el descubrimiento de un pozo de crudo muy cerca de Guayana. El territorio de la disputa, pues Maduro reclama su absoluta dominación sobre el Caribe por las dádivas financieras otorgadas a estas regiones cuando del barril de Brent estaba en los 120 dólares. Ahora, las arcas públicas se han secado y están bien abultadas, pero de deudas. El acuerdo de explotación de Exxon está sobre la mesa y el Gobierno de EEUU tiene sus ojos puestos sobre los movimientos de Maduro.
Al régimen chavista se le acaba el tiempo, no parece que Putin sea una influencia sobre Trump cuando se habla de seguridad nacional y petróleo.
Y mucho menos sobre el secretario de Estado: “Sería muy ingenuo pensar”, según una charla de OKDIARIO con Poleo, “que Tillerson no tiene intereses sobre Exxon y la explotación petrolífera en las regiones caribeñas”. Unas zonas que Maduro reclama como suyas y que ahora podrían dejar de serlo con el movimiento conjunto del hombre de Trump, la Organización de Estados Americanos (OEA) y Unasur.
Es complicado saber si el expresidente de Exxon se tomó como algo personal la expropiación de Chávez en 2007, sin embargo, todo apunta a que será una pieza clave en el desgaste de un Gobierno que somete brutalmente a sus ciudadanos. Sin olvidar los intereses económicos, claro.