Rubén Pinar sale airoso de su reto en Albacete: cuatro orejas actuando como único espada
El diestro Rubén Pinar saldó este domingo con cuatro orejas su gesta de enfrentarse a seis toros en solitario en Albacete, en una tarde con la que se abrió la feria taurina en la ciudad, y en la que el manchego dio un paso al frente en sus aspiraciones de funcionar de una vez por todas en la profesión.
Rubén Pinar salió a por todas ya en su primero, de La Reina, al que recibió a portagayola para después torearlo con muy buen aire tanto en los lances posteriores a la verónica como en un quite en el que intercaló chicuelinas y tafalleras.
El de Tobarra no bajó el diapasón con la muleta, diseñando una gran faena a un toro muy importante también de Joselito, al que entendió a las mil maravillas y toreó con mucha suficiencia por los dos pitones, con hilván y mando por el derecho, y con largura y muy bien aire también al natural.
Un final por luquecinas y una estocada arriba dio paso a la primera oreja de la tarde, con fuerte petición de la segunda.
En el segundo, de Alcurrucén, Pinar pasó más de puntillas, ora por la propia condición del toro, al que no le sobraron las fuerzas, ora también porque cuando mejor estaba Rubén con él se partió una mano, teniendo que cortar por lo sano el torero, que fue silenciado.
El tercero fue un toro de Domingo Hernández que, fruto de su poca raza, sacó muy mal estilo en la muleta, midiendo una barbaridad en sus cada vez más aviesas y orientadas embestidas. Pinar no se arrugó con él y le plantó una sincera y firme batalla, al menos, para justificarse sobradamente con tan desabrido antagonista.
El de Victorino que hizo cuarto no le fue tampoco a la zaga, un toro más justo de presencia, correoso y muy desagradable para estar delante, por esa manera de volverse y buscar los tobillos de un torero que volvió a dar la cara con él con una faena brillante desde el punto de vista técnico, y de mucha capacidad para no verse desbordado y mostrarse por encima de las circunstancias.
Labor emocionante y emotiva a partes iguales, de torero maduro y muy resolutivo. La espada fue crucial para la concesión de la oreja que ya le aseguraba la Puerta Grande.
Otro apéndice más paseó Pinar del quinto, un buen toro de El Tajo con el que mostró su mejor versión al que recibió en la puerta de chiqueros y formó después un auténtico alboroto con tres largas cambiadas más y más variedad capotera.
Muleta en mano rayó a buen nivel el albaceteño, entendiendo perfectamente lo que había que hacer para cuajar a un toro que se desplazó con franqueza, y con el que exhibió temple y mucho mando, amén de un final a base de alardes, poco habituales en él, y que gustaron, y mucho, a sus paisanos, especialmente las «poncinas» que interpretó. Estocada y otra oreja con fuerte petición de la segunda.
Y para coronar su exitosa actuación obtuvo un apéndice más del toro de Daniel Ruiz que hizo sexto por otra faena entregada, de buena firma al natural y abrochada de una estocada de la que salió trompicado, por fortuna, sin mayores consecuencias.
FICHA DEL FESTEJO.- Toros, por este orden, de La Reina, extraordinario; Alcurrucén, flojo y que acabó inutilizándose durante la lidia; Domingo Hernández, sin raza y muy complicado; Victorino Martín, correoso y difícil; El Tajo, bueno; y Daniel Ruiz, a menos.
El balance artístico de Rubén Pinar, que actuó como único espada y lució un terno blanco y plata, fue el siguiente: estocada (oreja con petición de la segunda); estocada y descabello (silencio); pinchazo y estocada (ovación); estocada (oreja); estocada (oreja con petición de la segunda); y estocada (oreja).
La plaza registró más de media entrada en tarde soleada y de agradable temperatura.
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