Cuba retrata la insoportable hipocresía del Gobierno
Las manifestaciones a favor de la libertad que se están sucediendo en Cuba en contra del régimen comunista son la expresión última de la desesperación de una población que lleva 62 años bajo el yugo del totalitarismo más atroz. La dictadura castrista ha respondido como cabía esperar: instando a los Comités de Defensa de la Revolución a reprimir las protestas, que es tanto como avivar la llama de una guerra civil. Quienes se han echado a la calle no son elementos al servicio de un complot urdido por la CIA, ni responden a una estrategia planificada en ningún despacho. Son gente harta que no puede más. Que ha decidido dar el paso porque ya no tienen nada que perder. La miseria se extiende por todos los rincones de la isla. La revolución era eso: ni alimentos, ni medicinas, nada. Sólo represión.
En estas circunstancias, el silencio del socialcomunismo español resulta de una obscenidad insoportable. ¿Es que el Gobierno de España no tiene nada que decir? ¿Es que la respuesta admirable, dignísima, de las personas que se manifiestan en contra de la dictadura, no les provoca un sentimiento de solidaridad? ¿De qué pasta está hecha esta gente que guarda un silencio cómplice? Que Podemos le eche la culpa de la situación al embargo de Estados Unidos es natural; al fin y al cabo, se han alimentado políticamente de la sangre del régimen. Pero ¿y el PSOE? Que el nuevo ministro de Exteriores no haya salido aún a ofrecer la opinión del Ejecutivo demuestra hasta qué punto a Pedro Sánchez su supervivencia política le importa más que la vida y la dignidad de los cubanos. La decencia no forma parte de sus señas de identidad. Resulta tristísimo comprobar cómo esta izquierda a la que se le llena la boca hablando de los derechos humanos mira para otro lado. Si el Gobierno de España no apoya los gritos a favor de la libertad que resuenan ahora por distintas localidades de Cuba es que no tiene vergüenza. Que es tanto como decir que son los avalistas de ese régimen infame que lleva seis décadas aplastando a un país hermano al límite de su resistencia
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