ERC y CDC ofrecen a Pedro Sánchez ausentarse de la investidura para facilitar su elección

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Los diputados de Junts pel Si, Artur Mas, Raül Romeva y Oriol Junqueras, en el Parlament (Foto: Efe)

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, intenta atar todos los cabos para cerrar un acuerdo a múltiples bandas que facilite su elección como presidente del Gobierno, salvando las dificultades que los barones socialistas han puesto en su camino.

Una de las condiciones en las que más han insistido líderes regionales como Susana Díaz y Guillermo Fernández Vara es que el pacto de gobierno no cuente con la colaboración activa (el voto favorable) ni pasiva (la abstención) de los independentistas.

Pedro Sánchez ya ha encontrado la forma de burlar esta exigencia. En su carrera contrarreloj hacia La Moncloa, su equipo ya ha mantenido contactos previos con representantes de ERC y CDC.

Un pacto de espaldas a los barones

Según fuentes próximas al líder socialista, estas conversaciones ya han permitido alcanzar un acuerdo tácito: los parlamentarios de ambos partidos estarían dispuestos a ausentarse de la sesión de investidura, para facilitar que Pedro Sánchez sea elegido presidente en la segunda votación.

En el primer intento, Sánchez necesita reunir una mayoría absoluta de 176 diputados para ser investido presidente. Algo que en ningún caso está a su alcance. Pero en la segunda sesión le bastaría con obtener mayoría simple: es decir, que los votos a su favor superen a los votos en contra.

La ausencia de los nueve diputados de ERC y los ocho de CDC le pondría más fáciles las cosas, al reducir en 17 escaños la mayoría que precisa en la votación. Y todo ello, mediante un pacto alcanzado de espaldas a la dirección del PSOE, burlando así las líneas rojas trazadas por los barones socialistas.

Pedro Sánchez ya realizó un primer gesto de buena voluntad hacia los independentistas, al ceder varios senadores del PSOE para que ERC y CDC pudieran constituir grupo propio en la Cámara Alta: algo que permitirá a ambos partidos, volcados en el proceso de ruptura de España, obtener más subvenciones y tiempo de intervención en los debates.

Una promesa que no puede cumplir

El secretario general del PSOE ofrece a Podemos y a los dos partidos independentistas el señuelo de una reforma constitucional para avanzar hacia un Estado federal, que consolidaría los privilegios y desigualdades de determinadas Comunidades autónomas.

Se trata, en cualquier caso, de una promesa ilusoria, pues ninguna reforma de la Constitución podrá salir adelante sin el consenso del PP. Los populares tienen además mayoría absoluta en el Senado, lo que les permitirá frenar buena parte de las iniciativas legislativas que pusiera en marcha un hipotético Gobierno presidido por Pedro Sánchez.

Pese a ello, el líder del PSOE ha rechazado una y otra vez el único pacto que serviría para desbloquear esta situación y abordar con el mayor consenso posible las reformas estructurales que exige la Unión Europea: la «gran coalición» formada por los partidos constitucionalistas PP, PSOE y Ciudadanos.

El acuerdo tácito que Sánchez ha alcanzado con los independentistas de ERC y CDC podría quedar ahora en entredicho, dado que parece dispuesto a intentar gobernar en minoría con Ciudadanos.

Al líder del PSOE no le salen las cuentas

De nuevo, no salen las cuentas si tanto el PP como Podemos votan en contra de esta fórmula en la sesión de investidura. Los 140 escaños que pueden sumar el PSOE y Ciudadanos se estrellarían con el voto en contra del PP (123 escaños) y Podemos (que tiene 69, incluyendo sus marcas blancas).

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha descubierto sus cartas y se ha negado a seguir negociando un pacto de Gobierno con Pedro Sánchez, si éste no abandona cualquier contacto con el partido de Albert Rivera.

Ante la mirada atenta de los barones regionales, Sánchez intenta completar el puzzle: el PNV ya se ha mostrado dispuesto a apoyar su investidura, a cambio de que los socialistas contribuyan a apuntalar a los nacionalistas en las elecciones previstas para este mismo año.

El avance de Podemos en el País Vasco –se convirtió en la segunda fuerza más votada en los comicios generales del 20D– y su buena relación con Bildu ha disparado todas las alarmas en el partido del lehendakari Íñigo Urkullu.

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