La maldición del sudor en los debates que condenó a Nixon hunde a un colérico Sánchez
No hay nada que dé más miedo a un spin doctor que ver perlas de sudor en la frente de su candidato. Desde aquel primer debate televisado de la historia, celebrado el 26 de septiembre de 1960, en el que Richard Nixon perdió ante John F. Kennedy delante de 70 millones de espectadores, los estrategas electorales saben que el sudor es su mayor enemigo. El recuerdo de la derrota del viejo político republicano tiene que haber emergido como una pesadilla en las mentes del equipo de campaña de Pedro Sánchez cuando su rostro empezó mostrar una delicada capa de sudor que denotaba nerviosismo, hiperventilación y marrullería.
Ante la calma gallega de Alberto Núñez Feijóo, Sánchez perdió los papeles y estuvo totalmente desencajado: se pasó de revoluciones interrumpiendo innumerables veces a Feijóo con la único intención de embarrar la cancha. El tiro le salió por la culata porque así enterró toda posibilidad de remontada, hasta el punto de que el diario gubernamental El País califica hoy la noche del debate como «nefasta» para Sánchez. El plató de Atresmedia fue un infierno para Sánchez, al igual que los estudios de la cadena CBS en Chicago lo fueron para Nixon.
Kennedy, con 43 años, supo sacar de quicio a Nixon haciendo preguntas incómodas y gestos en plan showman, mientras su rival no paraba de pasarse un pañuelo por su pálido rostro. En sus memorias, Nixon recordaría: «Después de que el programa concluyó, llamaron, incluso mi madre, queriendo saber si me ocurría algo malo». Pese a haber ganado el debate televisivo, los millones de personas que lo escucharon por la radio dieron ganador a Nixon. De ahí que el resultado final de las elecciones del 8 de noviembre las ganara Kennedy por sólo 100.000 votos.
El momento en el que los nervios le jugaron una mala pasada al narcisista Pedro Sánchez y le hicieron perder el debate pic.twitter.com/yFwOzGk1Vm
— Javier Rubio Donzé (@Sr_Donze) July 10, 2023
«Confiad plenamente en vuestro productor de televisión, dejadle que os ponga maquillaje, aunque lo odiéis, que os diga cómo sentaros, cuáles son vuestros mejores ángulos o qué hacer con vuestro cabello. Yo detesto hacerlo, pero habiendo sido derrotado una vez, nunca volví a cometer el mismo error», declaró años después el político republicano que sería barrido por el Watergate.
Al igual que Nixon, Sánchez fue un manojo descontrolado de nervios. Algo que quedó en evidencia cuando siguió hablando sin escuchar los reiterados pedidos de silencio de los moderadores, como esos boxeadores que siguen lanzando golpes una vez que ha sonado la campana. «Atienda a los moderadores un segundo, por favor», le dijo Vicente Vallés. El líder socialista siguió como si nada. Finalmente, al tercer intento, Sánchez se calmó y cedió ante la petición del presentador de Antena 3 Noticias. A esas alturas, Sánchez, fuera de sí, ya había perdido el debate.