Así es Javier Fernández: el Rafa Nadal del patinaje artístico
Javier Fernández es un nombre muy común en España, pero menos común es ser medallista olímpico en patinaje artístico en un país con apenas una veintena de pistas de hielo.
Ganador del bronce en los Juegos de Pyeongchang 2018, con 17 años se marchó primero a New Jersey (Estados Unidos) y con 20 a Toronto (Canadá) para pulir un talento innato, que le ha convertido en dos veces campeón del mundo y seis de Europa.
Sus padres, Enriqueta y Antonio, con empleos modestos en correos y como mecánico del ejército, tuvieron que hacer esfuerzos titánicos para que su hijo persiguiera ese sueño al que se aficionó viendo a su hermana Laura.
Al principio acompañaba a su hermana al club de patinaje y era travieso e inquieto, por lo que le llamaban ‘El Lagartija’. Pero fue un entrenador ruso, Nikolai Morozov, tras verle patinar en Andorra, quien le animó a intentar la aventura norteamericana, bajo su supervisión.
Su padre, Antonio, tuvo que buscar horas extras para poder mantener el sueño del joven y de toda la familia, ya que la estancia en Estados Unidos de Javier Fernández le costaba a la familia entre 2.000 y 3.000 euros al mes.
«Morozov tomó un riesgo diciéndome que fuera con él. Pagaba los uniformes de patinaje y no me cobraba por entrenarme», explica Fernández.
Morozov recibió una oferta de trabajo de su país y el patinador español tuvo que estar haciendo viajes a Rusia y Letonia para ver a su mentor durante dos años. Tras dejar a Morozov, su despegue llegó con Brian Orser en Toronto, con quien entrena desde 2011, y con el que ha ganado seis veces el Campeonato de Europa desde 2013 y dos veces el Mundial, en 2015 y 2016.
«Cuando Javi llegó a Toronto no era un atleta, solo un chico talentos sin disciplina, un patinador que lo hacía por placer», explica David Wilson, que trabajaba como coreógrafo con Brian Orser.
«Al principio fue una dura batalla. Javi estaba acostumbrado a la filosofía rusa. Le hice trabajar más duro. Era vago, y ya no lo es más», explica Orser.
Gracias a sus éxitos, este joven hincha del Real Madrid, como Rafa Nadal, se ha hecho una de los símbolos del deporte español. En España, un país con apenas unos 500 licencias en patinaje, podría pasar casi desapercibido por la calle, mientras que en Japón en todo un ídolo.
A Japón está muy unido desde 2014, cuando comenzó su relación sentimental con Miki Ando, una ex patinadora cuatro años mayor que él, que fue campeona del mundo en 2017 y 2011.
El patinador madrileño ya ha expresado su deseo de ser entrenador. Esta medalla y tal vez su trabajo en España como entrenador en el futuro hagan que su deporte tenga algún día la popularidad que en este momento no tiene el patinaje artístico.