Mariah Carey convierte el WiZink Center en el refugio navideño más cálido del mundo

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Mariah Carey durante un momento de su espectáculo navideño en el WiZink Center de Madrid. Foto: EFE

Ambiente de pandemónium navideño en el WiZink Center de Madrid en la noche de este lunes para dar la bienvenida oficial a la Navidad con Mariah Carey, diva entre las divas que regresa a España 18 años después, en esta ocasión con su decididamente almibarado All I want for Christmas is you Tour.

No engaña a nadie la estadounidense de 48 años, que ya en el primer momento aparece en escena -con media hora de retraso- con unas enormes alas y vestida de impoluto blanco para entonar Hark! The herald angels sing. Por un momento, los 7.500 asistentes creen estar en un espectáculo de Las Vegas aunque en realidad están literalmente más cerca de Cortylandia. Literalmente.

A partir de ahí, hay dos maneras de encarar lo que está por venir: dejándose llevar por el espíritu navideño o poniéndose en plan ‘Grinch’. La mayoría, como cabía esperar, opta por la primera opción y tampoco sorprende, pues buena parte del público acude con gorros de Papá Noel, orejas de reno, estrellas y todo tipo de complementos tradicionales de esta época del año.

Flanqueada por una banda solvente de piano, teclado, bajo, batería y tres coristas, Carey ejerce como perfecta maestra de ceremonias. Como la embajadora de Santa Claus en la Tierra. Porque puede que en un primer momento no lo supiera, pero ella tiene una misión encomendada: ablandar los corazones más graníticos y convertirlos en villancicos.

Aparece en un momento dado todo un coro góspel para insuflar energía y se suceden clásicos como Oh Santa o Christmas (baby please comE home), el viejo estándar de Darlene Love que pone en pie al WiZink Center tanto por su contagiosa vitalidad como por la demostración vocal de la protagonista, que canta toda la noche a buen nivel y enloquece puntualmente al respetable con sus célebres grititos agudos.

Mariah Carey en el WiZink Center de Madrid. Foto: Europa Press
Mariah Carey en el WiZink Center de Madrid. Foto: Europa Press

Repite incesantemente Mariah Carey que la Navidad es su época preferida del año, provocando jolgorio generalizado entre el sector entregado, claramente mayoría -los acompañantes ocasionales lo deben estar pasando regular, pero poco a poco van entrando, no tienen otro remedio-.

Cambio de vestuario y turno entonces para Silent night (Noche de paz), a cuyo término dos asistentes aparecen para quitarle el desmesurado sombrero blanco e incluso maquillarla en escena. Un toque de naturalidad para un espectáculo medido, en el que las mayores improvisaciones vienen dadas por una Mariah ciertamente dicharachera y que no cesa de lanzar mensajes cándidos.

Bailarines de diversas edades, incluso niños, aparecen y desaparecen según marca la escaleta. Y en Here comes Santa Claus aparece el mismísimo Santa Claus para repartir regalos. Todo a mayor gloria de un espectáculo familiar al que no le falta un cliché y en el que también suenan Christmas time is in the air, O holy night… y que da un giro necesario cuando entran por fin en el repertorio canciones no navideñas.

Empezando por la reciente The Distance, de su álbum Caution -número 5 en Estados Unidos este otoño-. Después el público reacciona más que bien a Emotions, el viejo éxito de 1991 que pone a bailar hasta al más reacio, que ya no se sienta con We belong together. Y la emotividad de Hero, que casa a la perfección con la dinámica navideña generalizada, provoca un mar de teléfonos móviles y ovación cerrada.

Hay ‘run run’ llegados a este punto porque llega el momento de la verdad tras un breve bis en el que la afición muestra su devoción coreando al unísono. Es el momento de los vídeos para las redes sociales porque arranca All I want for Christmas is you, el villancico contemporáneo más famoso del mundo, que sigue aportando aún hoy a Carey medio millón de dólares al año en ‘regalías’ y que ya ha vuelto a entrar en la lista de singles de Estados Unidos -anda por el 14 tras entrar por el 29-.

La festividad es absoluta y no cabe más gente en el escenario entre músicos, coro góspel, bailarines e incluso un oso de peluche gigante. Todos danzan ante el gran árbol que decora el escenario en un aquelarre navideño desatado que bien podría haberse extendido en bucle durante toda la noche, pero que acaba apresuradamente tras una salida en falso de la diva, que regresa para llevarse una última ovación de los suyos.

Pero ahí acaba la cosa, de manera un tanto apresurada, con apenas ochenta minutos de actuación. Tiempo más que suficiente para que Mariah sienta que ha cumplido su misión de hacer del mundo un lugar un poquito mejor. La ceremonia, indudablemente, está orientada a eso. Lo que esos buenos sentimientos duren en cada cual ya es cosa de cada cual. Como vino, Carey se fue, pero en Madrid siempre nos quedará Cortylandia.

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