Somos inmunológicamente lo que comemos

microbiota
Muestran cómo la dieta y el microbioma modelan la respuesta inmune.

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La idea de que la dieta está estrechamente vinculada con la salud no es nada nuevo, pero los mecanismos que explican cómo los alimentos modifican las funciones de nuestras células, tejidos y órganos han permanecido ocultos. Ahora los conocemos un poco mejor, porque un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard ha arrojado luz sobre este asunto identificando a un intermediario crucial entre la comida y la salud: las bacterias que componen el microbioma y viven en simbiosis con los humanos.

El estudio se ha dado a conocer en la revista científica «Nature», y muestra que la microbiota se alimenta de ácidos grasos como el ácido linoleico, convirtiéndolo en ácido linoleico conjugado (CLA). Este producto sirve como señal para una serie de mecanismos en cascada que, al final, estimulan un tipo específico de inmunidad que se encuentra localizada en el intestino delgado. En el estudio, los investigadores observaron que los ratones en los que esa cascada se había interrumpido, eran más vulnerables a las infecciones por un patógeno que se encuentra en algunos alimentos.

La carne de res contiene entre 2,9 y 4,3 mg de ácido linoleico conjugado por gramo de grasa. En los quesos, el contenido oscila entre 2,9 y 7,1 mg por gramo de grasa. la leche de vaca contiene 5,5 mg de ácido linoleico conjugado por gramo de grasa, aunque esta cifra puede variar.

De acuerdo con los científicos, hay un intercambio de actividad bastante complejo entre las bacterias del microbioma, los alimentos y la inmunidad. También hacen hincapié en la importancia de comprender cómo las especies microbianas que viven en el intestino pueden alterar el funcionamiento de órganos específicos y ejercer un importante efecto sobre nuestra salud.

Dieta y microbioma

Dennis Kasper, profesor de inmunología en el Instituto Blavatnik de la Universidad de Harvard explica: «Hemos encontrado una de las demostraciones más claras de un mecanismo que explica cómo la dieta y el microbioma construyen nuestro sistema inmunológico». En el estudio, colaboró con Xinyang Song, estudiante de postgrado en ese mismo instituto y ahora investigador de la Universidad de la Academia China de Ciencias, además de otros expertos del Hospital General de Massachusetts, la Universidad Tufts y la Facultad de Medicina UMass Chan.

En primer lugar, el grupo observó que a los ratones sin gérmenes -un modelo de animal de laboratorio común que, de forma natural, no es colonizado por microorganismos y por tanto no tiene microbioma-, les faltaba un tipo de células del sistema inmunológico denominadas linfocitos intraepiteliales (IEL) CD4+CD8aa, que suelen encontrarse en una parte concreta del intestino delgado.

Curiosamente, los ratones que no eran de este tipo, pero comían una dieta compuesta de nutrientes esenciales mínimos para mantenerse con vida, tampoco las tenían. Las células sí estaban presentes en los ratones no libres de gérmenes que comían una dieta compuesta de numerosos nutrientes.

Sospechando que había una relación entre la dieta y el microbioma que podría explicar la presencia o ausencia de IEL CD4+CD8aa, los investigadores analizaron qué nutrientes faltaban en la dieta mínima, hasta localizar varios ácidos grasos. La forma conjugada de ácido linoleico era anormalmente baja tanto en los ratones con microbioma normal que recibían una dieta mínima como en los ratones sin gérmenes que recibían una dieta variada.

Sin estas células, los ejemplares de ratón no respondían de forma adecuada a la infección por Salmonella typhimurium, una bacteria que causa intoxicación alimentaria.

Según Kasper, «uno de los motivos por los cuales no hay más ejemplos de la ‘triada’ dieta-microbios-sistema inmunológico es que las rutas -moleculares- que los explican son muy complicadas; investigándolas entenderemos mejor cómo nuestro microbioma nos mantiene sanos y cómo intervenir cuando no es así».

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