Marta Marcé: «Es un mito pensar que la menopausia sea el principio del declive»
"Cuando sales del quirófano en menopausia quirúrgica, sin haber tenido tiempo de asimilarlo, el desconcierto es absoluto"

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La historia de Marta Marcé es un testimonio de transformación radical. A los 26 años, un cáncer de ovarios le cambió la vida para siempre. Salió del quirófano en menopausia quirúrgica, sin preparación, sin información y con el cuerpo completamente alterado. Pero ese golpe no la derrumbó: la empujó a investigar, a estudiar y a construir un nuevo relato sobre el cuerpo femenino, la salud hormonal y el bienestar real.
Hoy, desde la ciencia, la experiencia personal y una mirada integradora, acompaña a miles de mujeres en el tránsito de la menopausia. Tiene dos libros escritos sobre el tema en los que no habla de declive, sino de evolución. No impone reglas, propone comprensión. A través de su discurso riguroso y empático, desmonta mitos, cuestiona los estándares estéticos y ofrece herramientas sostenibles para habitar esta etapa con libertad, conocimiento y dignidad.
PREGUNTA.- Entró en la menopausia a los 26 años tras un cáncer de ovarios. ¿Cómo cambió esa experiencia su forma de entender el cuerpo y la salud?
RESPUESTA.- Fue un punto de inflexión. Cuando te diagnostican un cáncer con 26 años, sientes que la vida se frena. Y cuando, además, sales del quirófano en menopausia quirúrgica, sin haber tenido tiempo de asimilarlo, sin apenas información ni acompañamiento, el desconcierto es absoluto. Me enfrenté a un cuerpo que ya no respondía igual, con síntomas que nadie me había explicado y una sensación de haber envejecido de golpe. Pero esa misma experiencia me despertó. Empecé a estudiar, a formarme, a investigar… y entendí que la salud no es algo pasivo que «se tiene o no se tiene», sino algo que se cultiva desde el conocimiento, la escucha y el respeto profundo al cuerpo. Aprendí a no pelearme con él, sino a acompañarlo. Y eso es lo que hoy intento transmitir a las mujeres que me siguen y me leen.
P.- Su enfoque combina ciencia, experiencia personal y medicina natural. ¿Qué aprendió de cada uno de estos tres pilares?
R.- De la ciencia aprendí el valor del porqué: entender los mecanismos del cuerpo, los efectos de las hormonas, los nutrientes, los ciclos… me permite hablar con rigor, desmontar bulos y empoderar con datos. De mi experiencia personal aprendí la empatía: yo he estado ahí, he llorado frente al espejo, me he sentido sola, rara, desconectada de mi feminidad. Esa vivencia me conecta con otras mujeres desde un lugar muy honesto. Y la medicina natural —la buena, la basada en evidencia— me ha enseñado que el cuerpo tiene una capacidad inmensa de autorregulación si lo acompañas bien. Adaptógenos, micronutrientes, plantas medicinales, hábitos… son herramientas maravillosas si se usan con criterio y respeto.
P.- ¿Cuál es el mayor mito sobre la menopausia que aún queda por desmontar?
R.- Que la menopausia es el principio del declive. Durante años se ha vendido como una etapa de pérdida: de fertilidad, de deseo, de energía, de atractivo. Pero no es cierto. Es una etapa de transformación. Sí, hay cambios, y a veces son incómodos. Pero también hay una fuerza que nace desde dentro, una claridad mental, una libertad de ser que muchas mujeres no habían sentido nunca. El mayor mito es que se acaba algo, cuando en realidad empieza otra forma de vivir el cuerpo y la vida.
P.- En su libro habla de la grasa parda como aliada. ¿Qué otras «enemigas mal entendidas» deberíamos empezar a ver con otros ojos?
R.- La grasa en general está demonizada, pero hay tejidos grasos —como la grasa parda— que son metabólicamente activos y protectores. También tenemos una visión muy negativa del colesterol, cuando en realidad es la base para fabricar hormonas sexuales y vitamina D. Incluso el insomnio, si aparece, es una señal de que algo está desajustado, no un enemigo a silenciar. Otro ejemplo: el aumento de grasa abdominal. Es frustrante, sí, pero muchas veces es una forma que tiene el cuerpo de protegerse frente a un estrés crónico o una bajada de estrógenos. Cambiar la mirada implica dejar de luchar contra el cuerpo y empezar a interpretarlo.
P.- ¿Por qué las dietas tradicionales fallan tantas veces en esta etapa? ¿Qué deberían cambiar las mujeres en su forma de alimentarse a partir de los 45?
R.- Porque no están adaptadas al cuerpo femenino en transición hormonal. A partir de los 40, cambia el metabolismo, aumenta la resistencia a la insulina, perdemos masa muscular más rápido, dormimos peor… Si seguimos sin prestar atención a la nutrición o hacemos dietas restrictivas que estresan más al cuerpo, solo empeoramos la situación. Lo fundamental es priorizar la proteína para preservar músculo, reducir azúcares y ultraprocesados para adaptarnos a la resistencia a la insulina, incorporar grasas buenas, ajustar los horarios (cenar lo más pronto posible y comer 3 veces al día de forma completa), y sobre todo, entender que comer bien no es restringir y solo pensar en lo que nos engorda” sino en los nutrientes que nos aporta.
P.- ¿Cómo influye el estado emocional en los síntomas físicos de la menopausia? ¿Se puede ‘comer’ también para la mente?
R.- Neurotransmisores como la serotonina o la dopamina, que también se ven alterados en esta etapa. Cuando estos descienden, aparecen los antojos de dulce o de hidratos rápidos. No es falta de voluntad, es bioquímica. Entender esto ayuda a dejar de juzgarnos y empezar a actuar con inteligencia nutricional. Comer de forma completa, densa a nivel nutricional, con proteínas de calidad, grasas buenas y vegetales variados, favorece no solo el equilibrio hormonal, sino también la saciedad y la estabilidad emocional. Por eso insisto tanto en huir de las dietas restrictivas: porque no solo nos desnutren a nosotras, sino también a nuestra microbiota, y esto impacta directamente en la producción de neurotransmisores, nuestra saciedad y nuestro bienestar general.
Comer bien en esta etapa no es solo una cuestión estética o de peso. Es una herramienta para regular el ánimo, para mejorar el descanso, para reducir la ansiedad y para sentirnos más estables. Y cuando entiendes eso, ya no comes desde el miedo o la culpa, sino desde el cuidado y el conocimiento.
P.- En una época en la que se promueven soluciones rápidas y estéticas, ¿cómo logra que tus lectoras abracen una visión más profunda y sostenible del bienestar?
R.- No prometo milagros. Prometo procesos. Y eso conecta. Muchas mujeres llegan agotadas de hacer dietas, de perseguir ideales que no son suyos, de luchar contra su cuerpo. Me parece fundamental hablar claro: en la menopausia hay cambios físicos que son naturales. El cuerpo se vuelve más recto, podemos acumular algo más de grasa en el abdomen, la piel pierde colágeno… y no pasa nada. No es un fallo, es una adaptación. El problema no es el cuerpo, son los estándares que lo juzgan. Y muchas veces también los medidores de salud que usamos: seguimos midiendo el bienestar por una báscula, cuando lo importante es cómo duermes, cómo te concentras, si tienes energía, si te sientes en paz contigo.
La clave está en cambiar la pregunta: no se trata de ajustarnos nosotras a la menopausia ni de forzar al cuerpo a encajar en moldes pasados, sino de ajustar nuestro estilo de vida a lo que esta etapa necesita. Huir de soluciones rápidas que solo nos roban salud y, en cambio, construir hábitos que nos respeten, que nos sostengan, que nos hagan bien.
P.- Si pudiera enviarle una carta a la Marta de 26 años que acaba de salir del quirófano, ¿qué le diría hoy?
R.- Le diría: «Lo sé, ahora te sientes rota, incompleta, desconectada. Pero no estás sola. Y no te han quitado tu feminidad, solo te han invitado a descubrir una nueva forma de habitarla. Vas a convertir esta herida en fuerza. Vas a estudiar, a aprender, a transformar tu historia en una misión. Y vas a acompañar a miles de mujeres a sentirse comprendidas, valientes y vivas. Confía. No perdiste nada: empezaste otra forma de ser tú».
P.- ¿Está cambiando el discurso de la menopausia?
R.- Sí. Y me gustaría que dejáramos de ver la menopausia como un problema de mujeres. Es una etapa vital que nos afecta a todas y a todos como sociedad. Y cuanto más colectivamente la hablemos, más libre será cada mujer de vivirla en paz, sin miedo ni vergüenza. Acompañar, escuchar, informar… Que el discurso de la menopausia sea desde nosotras para nosotras, decidiendo nosotras como queremos vivir esta etapa sin que nos vengan a imponer que es lo importante para las mujeres en menopausia.