Los vuelos del Falcon son materia reservada hecha pedacitos

Falcon

Como si fuera una metáfora perfecta del grado de trituración de nuestra democracia, la información que publica OKDIARIO sobre el suministro de dos destructoras de información confidencial de las oficinas encargadas de la operatividad de los aviones Falcon y Airbus de las Fuerzas Armadas, las dos principales aeronaves del Ejército del Aire que dan servicio al jefe del Ejecutivo, viene a sembrar más dudas sobre el uso que Pedro Sánchez está haciendo de este tipo de transporte. El objeto de este contrato es la «adquisición de dos destructoras de papel para edificio 420 y edificio 423 del 45 Grupo de las Fuerzas Armadas (Sección Económica Administrativa 22 Base Aérea de Torrejón. Ministerio de Defensa)», que es donde se gestiona la actividad de los Airbus y los Falcon. Los edificios se encuentran situados en hangares de la unidad aérea del 45 Grupo, una zona administrativa y de despachos de gestión operativa para la organización de la unidad que incluye la planificación de vuelos, entre otras tareas. Las fuentes militares consultadas aseguran que allí «se maneja información clasificada, de modo que estos puntos tienen la consideración de áreas de Acceso Restringido».

No deja de resultar curioso e inquietante que un Gobierno que ha recurrido de forma permanente a la excusa del carácter reservado de los vuelos para negar información sobre los desplazamientos de las aeronaves que utilizan el presidente del Gobierno y sus ministros haya contratado el suministro de dos destructoras de información confidencial. Todo un sarcasmo. El Ejecutivo se niega revelar los itinerarios de estos viajes, el número o la identidad de los pasajeros, el gasto en combustible o el nivel de contaminación de estos desplazamientos en Falcon y Airbus por parte de miembros del Gobierno. Mientras el Ejecutivo sigue instalado en la opacidad más absoluta, se gasta 4.839,94 euros en un par de trituradoras que dejan los documentos «en trozos de apenas un milímetro, menores que una letra impresa». O sea, la verdad hecha cachitos.

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