Sánchez saqueará a los madrileños para dar su dinero a ERC, Otegi y Montera

Sánchez saqueará a los madrileños para dar su dinero a ERC, Otegi y Montera

Margaret Thatcher:

Si el Estado quiere gastar más, sólo lo puede hacer endeudando tus ahorros o cobrándote más impuestos. No es bueno pensar que algún día vendrá otro a pagar. Ese otro eres tú. No existe el dinero público, sólo existe el dinero de los contribuyentes”.

Que Madrid es el círculo virtuoso de la economía no lo digo yo, lo acreditan esos insobornables números que sistemáticamente ponen las cosas en su sitio más allá de toda duda razonable. El infalible experimento madrileño demuestra, además, que teniendo impuestos más bajos recauda más y se acaba debiendo menos. No son cuentos, son cuentas: Cataluña tiene un fardo en forma de deuda pública de 79.119 millones (a 31 de diciembre de 2020) por los 34.604 de Madrid en idéntica fecha. En el caso de la Comunidad presidida por no se sabe quién la pella pública representa un 37% del PIB y en el de Madrid el 16%. Es la diferencia entre atracar fiscalmente al contribuyente, robar en Román paladino, y gestionar bien con una tributación razonable y razonada.

Y que con una fiscalidad baja no se recauda menos sino infinitamente más lo certifica la siempre odiosa comparación entre Madrid y Cataluña. El caso paradigmático es el IRPF. Aquí la reducción del tramo autonómico ha provocado que el tipo marginal máximo esté situado en el 45,5% mientras allí está instalado en ese 50% que supone que trabajas para el Estado la mitad del año. A pesar de todos los pesares, a pesar de las apariencias, la realidad es que los madrileños apoquinan una media de 3.280 euros por IRPF por los 2.439 de los catalanes. ¿Por qué este aparentemente paradójico gap si aquí es más bajo y allí más alto? Pues, lisa y llanamente, porque la sensatez fiscal de Madrid ha disparado la economía, ha permitido ese sorpasso a Cataluña en riqueza que hace 30 años se antojaba un imposible físico y metafísico y todo ello ha desembocado en que los sueldos sean más altos acá que allá.

Lo mismo puede colegirse respecto a las demás regiones. Pese a gozar del tramo marginal máximo y, ojo al dato, mínimo, más bajo, Madrid ingresa por IRPF más que nadie per cápita en España. Y eso que la Comunidad Valenciana cuenta con un tipo marginal del 54%, Navarra del 52%, Asturias, Cantabria y Extremadura del 50% y Baleares del 47%, por poner unos pocos ejemplos. Auténticas salvajadas que llevan a que trabajes más días para el Ximo Puig de turno que para ti y los tuyos.

Tres cuartos de lo mismo sucede con los otros tributos transferidos. La comunidad presidida por Isabel Díaz Ayuso tiene bonificado al 99% ese Impuesto a los Muertos mal llamado de Sucesiones y el de Donaciones y hace años eliminó el de Patrimonio. En la región del 3 per cent —antes, ahora y siempre— te rejonean casi, casi, hasta por salir de casa. Hay no menos de una docena de figuras impositivas inexistentes en Madrid. Además, el inefable Quim Torra septuplicó el Impuesto de Sucesiones y Donaciones en 2020, amén de mantener —faltaría más— ése de Patrimonio que es un mal recuerdo en prácticamente toda Europa. Pues bien, con todo este escenario fiscal, Madrid tiene mejores hospitales que Cataluña, colegios bilingües en inglés frente al paleto unilingüismo al que están sometidos los niños catalanes y crece más, un 4,5% en el último trimestre de ese 2020 para olvidar frente al -0,5% de sus eternos rivales y el +0,5% de la media nacional.

A la izquierda le pone de los nervios una sociedad civil fuerte porque anhela una subsidiada que mantenga cautivo el voto

Madrid es la envidia de toda España. De cualquier barón, baronesa o baronese —que diría Irena Montera— autonómico. Pero no le copian porque odian el emprendimiento, la iniciativa privada, a las pymes y a las grandes compañías, al dueño de un barecito y al Amancio Ortega o Juan Roig de turno. Les puede la tirria a los generadores de riqueza. Les pone de los nervios una sociedad civil fuerte porque anhelan una subsidiada con decenas de miles de chiringuitos regados con dinero público que mantengan eternamente cautivo el voto. Un mundo clientelar y caciquil al más puro estilo Romanones. La Andalucía de los socialistas, el México del PRI o la Venezuela inicial de Hugo Chávez con 10 millones de ciudadanos comprados.

Ése, y no otro, es el quid de la cuestión. La campaña de las autonómicas madrileñas es la prueba del algodón de que odian a una Ayuso que prefiere que el dinero de los ciudadanos esté en el bolsillo de esos mismos ciudadanos y no en manos de una Administración que en general en España es muy dada a las mamandurrias, los chiringuitos y el trinque de amiguetes varios. La política fiscal está siendo el eje central de la campaña. Por un lado, tenemos a la candidata del PP y a la igualmente desacomplejada Rocío Monasterio anticipando que bajarán aún más los impuestos y por otro a la izquierda en pleno amenazando con dispararlos no hasta el infinito porque no pueden pero casi.

El rol del candidato socialista, Ángel Gabilondo, da pena y vergüenza ajena. Y lo suscribo con pesar porque merece todos mis respetos desde el punto de vista intelectual y moral. Juró y perjuró que no subiría los impuestos y fue llegar María Jesús Montero y avanzar que resucitará Patrimonio, Sucesiones y Donaciones en Madrid y quedar él a la altura del betún. Por si quedaba alguna duda, Pedro Sánchez ratificó esta confiscadora tesis destrozando ya para los restos la campaña de SU candidato a la Presidencia de la Comunidad. Debe ser que Iván Redondo ejerce de agente doble y continúa trabajando para ese PP que en época de Luis Bárcenas le pagaba más que al mismísimo Mariano Rajoy. Con amigos como éstos, para qué quiere enemigos un catedrático de Metafísica al que los Redondete y cía han convertido su legítimo intento de asalto a la Puerta del Sol en un ejemplo palmario de esa materia que enseña a sus alumnos universitarios.

El problema de un Sánchez que ha destrozado nuestra economía es que necesita pasta para seguir comprando el apoyo a su poltrona 

Gabilondo no sólo es víctima de esos grandes popes de la campaña de Ayuso llamados Pedro Sánchez e Iván Redondo, los mejores propagandistas que jamás soñó tener la presidenta madrileña. El ex sacerdote guipuzcoano es rehén de sus propias contradicciones. Donde ahora pronuncia un contundente “Diego” en forma de mantenimiento de la moderación fiscal, antes proclamaba a los cuatro vientos un desaforado “digo” a modo de subidón tributario de 3.600 millones coordinado con la pistolera de Más Madrid, Mónica García. Un aumento de 1.200 kilos en el IRPF auspiciado por el PSOE y otro de 2.400 de los errejonianos en Patrimonio, Sucesiones y Donaciones. Atraco firmado de su puño y letra por él mismo. Con lo cual, no cabe otra que preguntarse: ¿qué Gabilondo es verdad? ¿El de antes o el de ahora? ¿El de Pedro Sánchez y la ministra de Hacienda o el de los mítines? ¿Es un imposible físico y metafísico su promesa de no tocar la fiscalidad madrileña?

El problema de un Sánchez que ha destrozado nuestra economía, Rajoy le legó una que crecía al 3% y él la ha dejado de momento en un -12%, es que necesita pasta para seguir comprando el apoyo a su poltrona monclovita de proetarras, golpistas catalanes y chavistas podemitas. Y esa pasta ya se imaginan de dónde va a salir: del bolsillo de los madrileños, de la butxaca de los habitantes de la región más rica y mejor conducida de España. Ahí va un botón de muestra: la inversión territorializada de los Presupuestos Generales del Estado ha otorgado este año 2.199 millones de euros a Cataluña frente a los 1.200 de Madrid. En ayudas directas la comparación es escandalosa: 993 kilos frente a 679. Y como quiera que quedan más de dos años y medio de legislatura, va a hacer falta mucho parné para adquirir el “sí” a Moncloa, al Falcón y a Doñana —que de eso y no de otra cosa va la feria— de los golpistas catalanes, los hijos políticos de ETA y Podemos. Y Juan Madrileño será el que pague la fiesta.

El nihil obstat de Podemos a la continuidad de Sánchez en Palacio también tiene un precio. Entre otros, el de los ministerios creados ad hoc, tal que ése de Igualdad que dirige la semianalfabeta ministra Irena Montera. Un departamento de broma que nos cuesta a todos los españoles 451 millonazos. Dineral que se emplea en chorradas varias: en contratar como alto cargo a una pirada que considera que para acabar con el machismo las mujeres deben “penetrar a los hombres”, en charlas sobre “El Machismo en la Prehistoria [sic, no es broma]”, en seminarios para “acabar con el sexismo en los videojuegos [nuevamente, sic]”, en informes sobre “la opresión del rosa en los juguetes de niñas [requetesic]”, en estudios “sobre el estrés que provoca a las chicas ser consideradas frescas o engordar 5 kilos [más sic]”, en campañas millonarias “contra los cánones sexistas de belleza [literal]”, en foros que acusan a la Policía de “racista” y en un tan largo como malversador etcétera. ¡Ah!, se me olvidaba: y en los 52.000 euros que astillamos los contribuyentes a la niñera-alto cargo de los hijos de la señora ministra.

Sólo a los locos y los tontos les pone cachondos que les suban los impuestos. Los madrileños son mayormente cuerdos y listos. Tengo muy claro que una de las razones por las que Pedro Sánchez y el delincuente Iglesias se van a llevar el 4M una lección que no olvidarán jamás es porque quieren freír a tributos a los ciudadanos de la Comunidad de Madrid. Los madrileños en particular y los españoles en general están hartos de sacamantecas, de ineptos, de trincones y de manirrotos. Que Sánchez e Iglesias saqueen y roben menos y ya verán cómo les votan y les quieren más.

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