¿A nadie le importa el futuro de los niños españoles?

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Si les parece fuerte la pregunta, repasen las decisiones que ha venido tomando el Gobierno de la pareja tóxica y las consecuencias que todas ellas van a tener sobre el futuro de nuestros niños. Y no me refiero únicamente a las derivadas de la ruina económica que asola España y afectará a varias generaciones y que es consecuencia de la ineficacia y el sectarismo del sanchismo gobernante. No me refiero tampoco únicamente a los niños de las familias que perciben la desesperación de sus padres y abuelos, condenados a sumarse a las listas del paro y/o a las listas del hambre, mientras el Gobierno salva empresas chavistas con el dinero que no llega a los desempleados españoles.

Hoy me quiero referir específicamente a las consecuencias que tiene para el futuro –sobre todo para el de los niños de las familias socialmente más débiles-  la decisión de la coalición tóxica Sánchez/Iglesias de que el español deje de ser lengua vehicular en el sistema educativo. El castellano es, además de la lengua común, la lengua materna de la inmensa mayoría de los niños, incluidos los que viven en comunidades autónomas que tienen además otra lengua oficial. El español es además la lengua que hablan más de quinientos millones de ciudadanos en todo el mundo, lo que la convierte en un instrumento de competitividad para todos los españoles, particularmente para aquellos que no pueden permitirse estudiar en colegios reservados a familias económicamente pudientes en los que, además de estudiar en español, aprenden otros idiomas.

Cuando se priva a un niño de ese instrumento de competitividad le están privando de una herramienta esencial para comunicarse en toda España, para participar en los asuntos públicos y para relacionarse con el resto del mundo. Eso, además de la educación sectaria y de baja calidad, es  la consecuencia más grave de la Ley Celaá, una ley que se hizo para extender a toda España el adoctrinamiento que ya se practica en aquellas comunidades en las que gobiernan los nacionalistas.

Traigo el asunto a colación porque acabamos de conocer que el Tribunal Constitucional ha considerado válido el uso del bable en las sesiones del Parlamento Regional de Asturias, lo que concede a ese dialecto la consideración de lengua oficial de facto. La sentencia ha sido aprobada por mayoría y ha tenido como ponente a Conde-Pumpido, ese hombre que siendo fiscal general del Estado, durante la negociación de Zapatero con ETA, aconsejaba a los jueces que se mancharan las togas con el barro del camino. Pues bien, con la Ley Celaá en vigor y los socialistas gobernando en Asturias, que nadie se sorprenda si el siguiente paso es la introducción del bable en la escuela y, por consiguiente, la exclusión del español como lengua vehicular; si eso ocurre los niños asturianos, que bastantes dificultades sufren por vivir en una de las regiones más deprimidas de España, acabarán siendo educados en bable y se les privará de una herramienta de competitividad insustituible que es la lengua común, el español.

Santiago González abordaba esta cuestión en su libro Lágrimas socialdemócratas, publicado hace ya algunos años. En sus páginas se hace eco de un vídeo que habían grabado en 2009  varios “insignes” asturianos en defensa de la oficialidad del bable. Entre ellos estaba el cantante Víctor Manuel, que se incorporaba a la campaña “Doi la cara pola oficialidá” (hay que ser todo un héroe para “atreverse”…), con el siguiente mensaje:

“Hola, soy Víctor Manuel. Estoy por la oficialidad porque creo que es bueno y que nos va a ayudar a ser mejores, a ser más cultos, a conocer mejor lo que ha sido nuestra historia, nuestra presencia como Asturias desde hace miles de años.”

Pero, ay la hemeroteca… Resulta que el héroe había sido entrevistado en marzo de 1999 por Arantza Furundarena  y, en esa entrevista el cantante relata un hecho que le marcó:

—V.M. Recuerdo que la hermana de Iruretagoyena, el concejal (del PP) asesinado en Zarauz, salió en televisión diciendo: “Pero, ¿cómo le han matado, si era vasco?” Eso está ahí e indica que hay un problema, obedece a una enfermedad. No me gustan los nacionalismos de ningún tipo, ni el español, ni el vasco ni el asturiano.”

Y entonces la periodista pregunta:

—AF.-¿El asturiano?

—VM.-Es terrible, todo lo malo se copia. En Asturias ya empiezan a decir qué es de buen asturiano y qué es de mal asturiano. Siempre hay imbéciles que imitan lo peor.

—AF.-Pero usted siempre ha demostrado un gran apego a su tierra.

—VM.-Claro, es que yo quiero a Asturias tanto como cualquier nacionalista asturiano. Sin embargo, creo que el bable no tiene que ser cooficial, como algunos pretenden. En Asturias, de un tiempo a esta parte, somos expertos en inventarnos problemas donde no los hay. Y éste es un problema claramente inventado. A los nacionalistas les encanta reescribir la historia. Hay gente de mi generación que me ha dicho: “Es que a mí me pegaban en la escuela cuando hablaba en bable”. Y yo digo: “Pero si tú eres de la misma escuela que yo, y hablábamos todos igual. ¿De dónde sacas esto?” En mi tierra el nacionalismo es todavía bastante suave. Pero sospecho que va a prender más; la estupidez no tiene fronteras. (Lágrimas socialdemócratas, págs 247-249).

El nacionalismo “oficial” sigue siendo débil en Asturias. Pero ya no hacen falta nacionalistas para que en esa comunidad se impulsen políticas identitarias. Será por eso de que “la estupidez no tienen fronteras” (que decía Víctor Manuel) por lo que el nacionalismo ha prendido en el PSOE y ahora son los socialistas quienes se encargan de “reescribir la historia” e inventarse problemas donde no los hay.

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