Un desastre de Gobierno

Un desastre de Gobierno

El Gobierno de Pedro Sánchez ya sabíamos que era frágil, pues sustenta su apoyo parlamentario en 84 diputados —más otro adicional si contamos el de Nueva Canaria con el que concurrió a las elecciones—. Con esa cifra, difícilmente se puede sacar adelante nada, pues es menos de la mitad de la mayoría absoluta de la Cámara Baja. No hay mayoría ni para sacar adelante los Presupuestos ni cualquier otra norma o iniciativa del Ejecutivo, salvo que consiga pergeñar los mismos pactos antinaturales que hicieron prosperar la moción de censura. Dicha moción no fue improvisada, sino que por lo que se vislumbra en la actuación del Gobierno, debía de llevar tiempo preparada, a la espera de una excusa que le permitiese salir a la luz.

Una vez surgida dicha oportunidad, se ejecutó, con un objetivo dividido en dos partes: la primera, llegar a la presidencia del Gobierno, tan deseada por Sánchez; la segunda, con el pegamento del poder y de los cargos repartidos, lograr que el PSOE pudiese ganar las elecciones o sumar con Podemos una cantidad de diputados que lograse reunir en torno a dicha a alianza unos colaboradores que, aunque fuese por omisión, impidiesen al centroderecha recuperar el poder. Y en eso está Sánchez, a costa de llevar al país hacia el hundimiento. Ya lo dijo Margarita Robles: “Venimos a completar la labor de Zapatero”. Si pensamos en qué hizo José Luis Rodríguez Zapatero, entra un escalofrío al escuchar dicha afirmación: gasto público desmedido para atender toda demanda, cese en la lucha contra el terrorismo e impulso de un Estatuto de Cataluña que sirvió de germen del intento de golpe de Estado perpetrado en octubre del pasado año.

Ahora mismo, Sánchez, que tiene unos cuantos problemas encima de la mesa, actúa con irresponsabilidad y grandes dosis de buenismo y populismo. Está más cerca de las reivindicaciones de muchos taxistas que chantajean, amenazan y, en algunos casos, agreden —aunque no creo que sean todos los que operen así— y está dispuesto a ceder, envuelto en la demagogia, para poner cortapisas a la libre competencia. Debería preguntarse que si los usuarios eligen los VTC será por algo. Por otra parte, no deja de emitir señales que suponen un efecto llamada en la inmigración, la cual debe estar regulada, porque, de lo contrario, se transformará en un caos que no se podrá gestionar. No vale con pedir ahora ayuda a la UE, tras provocar él mismo dicho efecto llamada; lo que tiene que hacer es actuar con prudencia y haciendo cumplir la ley, protegiendo, además, a nuestros policías y guardias civiles de la frontera.

Y en el tema catalán, causa bochorno ver cómo se pliega a las reuniones y órdenes del día que los separatistas desean. En definitiva, tenemos un Gobierno que es un desastre y que nos lleva al abismo al estar preocupado en gobernar para tratar de mantenerse tras las elecciones y afianzar su llegada al Gobierno por la puerta de atrás. Pretendían acabar con la senda de estabilidad —aunque pierden la votación, para ello, en el Congreso—, aumentando el gasto y queriendo subir impuestos, ceden ante los separatistas y defienden una errónea política de papeles para todos, al tiempo que se abrazan a los postulados de defensa de ciertos monopolios. Un desastre que pide a gritos la convocatoria de elecciones inmediata.

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