¿Cómo, cuándo y dónde será el nuevo 11-S?

¿Cómo, cuándo y dónde será el nuevo 11-S?

Hoy tengo dos noticias que darles. Una buena y una mala. Empezaré por la última. Este sábado, la organización terrorista Al Qaeda difundió un vídeo de su líder, el egipcio Ayman al Zawahiri, en el vigésimo aniversario de los atentados del 11-S en Estados Unidos. La organización terrorista publicó el video en medio de rumores sobre la mala salud del líder y su posible muerte.
En el vídeo, cuya fecha de grabación no se especifica, Al Zawahiri da a entender que el objetivo de Al Qaeda sigue siendo EEUU, si bien dedicó parte de su discurso a los líderes de varios países -como por ejemplo Marruecos- que normalizaron en el último año sus relaciones con Israel. A los dirigentes de esas naciones musulmanas los calificó de traidores.

La irrupción del sucesor de Bin Laden genera incertidumbre entre los expertos antiterroristas quienes hasta ahora consideraban que su hipotética muerte como la de su predecesor dejaba descabezada Al Qaeda y su capacidad de atentar. Además, hay que poner en valor la publicación de ese video a un mes escaso de la vuelta al poder de los talibanes en Afganistán cuando hacía varios años que no se le veía el pelo.

Una vez expuesta la negativa parte de la noticia, permítame que les cuente cuál es la buena. Cuando todos, insisto, todos los analistas de contraterrorismo, así como la CIA y el FBI creyeron que un nuevo 11-S se estaba fraguando, veinte años después los terroristas no han sido capaces de asestar un golpe tan duro como el que le costó la vida a cerca de 3.000 personas en Estados Unidos. En todo este tiempo han muerto asesinadas 107 personas en suelo norteamericano a través de diferentes ataques, el más importante ocurrido en 2016 cuando Omar Mateen, un ciudadano estadounidense, acabó con la vida de 49 personas en un club nocturno de Florida.

Por supuesto que EEUU como primera potencia mundial, en lo económico, cultural y militar, sigue siendo el gran objetivo de los terroristas islamistas por la gran cantidad de atención mediática y ciudadana que acapararía en todo el mundo una acción criminal. Pero en la actualidad los intentos de cometer atentados en suelo estadounidense han sido limitados y muy poco sofisticados. Por ejemplo, el terrorista Omar Mateen reivindicó su acción en nombre del Estado Islámico minutos antes de morir cuando nunca había mantenido conexiones con miembros del ISIS.

La perpetración de un ataque como el 11-S requiere de una planificación previa, entrenamiento, financiación, comunicación entre sus miembros y fallos en los servicios de inteligencia y policiales que hacen que sea muy difícil que en la actualidad se conjuguen todos ellos para que pueda llevarse a cabo. El mismo ataque a las Torres Gemelas se planificó con años de antelación. Afganistán era un santuario de terroristas bajo los talibanes. Aunque ahora hayan vuelto al poder, EEUU tiene un conocimiento del terreno afgano y de contactos entre la población que no tenía antes y que le permitirá identificar en cuestión de minutos cualquier movimiento extraño. Con un ataque de drones además lo neutralizaría de inmediato.

A los talibanes tampoco les interesa convertirse en refugio de los yihadistas del mundo. Otros países como Rusia o China tampoco lo consentirían porque saben lo que es sufrir el golpe yihadista en sus propias carnes y no les interesa dar libertad de movimiento a potenciales terroristas que pudieran atacarles luego a ellos. La comunicación entre terroristas también es cada vez más complicada y es lo que ha impulsado que en la última década aparecieran los llamados lobos solitarios. Esta semana fue localizado un preso recluido en la cárcel aragonesa de Daroca por intentar captar presos para formar un gripo yihadista y acusado como presunto autor de delito de terrorismo. La financiación de las tramas terroristas es también cada vez más complicada porque es muy difícil que se escape de los controles de varios gobiernos.

Así y todo, la colaboración entre los servicios de inteligencia y fuerzas policiales es fundamental para evitar la formación de células terroristas. Un ejemplo es el fallo de la comunicación entre cuerpos policiales que podría haber evitado el ataque terrorista de las Ramblas en Barcelona que acabó con una docena de muertos.

Veinte años después del 11S tenemos que seguir acostumbrándonos a los rigurosos controles de seguridad en los aeropuertos y, especialmente, para quienes viajan desde países con una notable actividad terrorista. De seguir así, a la triple pregunta del cómo, dónde y cuándo un nuevo 11-S, podremos seguir aplazándola año tras año con la esperanza de que no vuelva a repetirse un atentado como aquel, pero sin bajar la guardia de que los islamistas radicales tratan de seguir golpeando a nuestras sociedades, desde dentro o desde fuera, pero siempre con el objetivo de causar el mayor daño posible.

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