Carmen, bonita, entérate

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Carmen Calvo es un filón. Cada cierto tiempo, la vicepresidenta del Gobierno en funciones nos deleita con uno de esos pensamientos propios que dejan al personal a medio camino entre la estupefacción y la vergüenza ajena. Así se sintieron los periodistas cuando, en una rueda de prensa de Consejo de Ministros, Calvo trató de convencerles de que Pedro Sánchez no era Pedro Sánchez; o también el popular Van-Halen, objeto de un monumental enfado por parte de la entonces ministra de Cultura al interpretar erróneamente que el “dixit” utilizado por el senador en su interpelación era una suerte de insulto hacia su persona relacionado con la serie animada “Pixie y Dixie”. De no creer.

Pero ha habido muchas más. Otro día se despachó asegurando que le gustaría que “la Unesco legisle para todos los planetas” y, de hecho,  la crónica realizada por la Cadena Ser concluía “se muestra partidaria de defender la diversidad cultural de todos los planetas”. Considero, firmemente, que un aumento de sueldo para el redactor hubiese sido lo mínimo exigible solo por el esfuerzo de disfrazar de seriedad lo que era una completa estupidez.

Las perlas de la vice no tienen fin: “El dinero público no es de nadie”; “he sido cocinera antes que fraila”, “trabajo en el ámbito privado muchos años, soy funcionaria pública”, “el español está lleno de anglicanismos” o “un concierto de rock hace más por el español que el Instituto Cervantes”. E incluso, en cierta ocasión llegó a jactarse de que hablaba con los alcaldes, desde su baño, en ”bragas”. Ahora bien, la mejor de todas, a mi juicio, fue cuando aseguró que la Constitución española no recoge la igualdad entre hombres y mujeres como sí lo hacen otras constituciones. Carmen Calvo es, presuntamente, catedrática de Derecho Constitucional.

Lo más admirable de la actitud de Calvo es su capacidad de adoptar, previa patada a la Historia, al diccionario o al sentido común, ese tonito displicente del que se cree un intelectual de raza. Y lo ha vuelto a hacer. “Ha aflorado que el feminismo es de todas y no, bonita. Nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento progresista y socialista”, ha dicho. Muchos compañeros le han recordado estos días a Clara Campoamor y el apartheid progresista que tuvo que soportar por su defensa de la mujer; la posición de las diputadas de la izquierda, Victoria Kent y Margarita Nelken, contrarias al sufragio femenino; el rechazo de los partidos republicanos que acabaron conformando el Frente Popular y su concepción “histérica” de las mujeres, etcétera. Bueno, pues no servirá de nada, lo de Calvo es una mezcla de sectarismo e ignorancia. Escribió el filósofo y escritor William Penn que “la verdad a menudo sufre más por el fanatismo de sus defensores que por los argumentos de sus detractores”. Carmen Calvo (y su feminismo) es el ejemplo perfecto.

 

 

 

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