Vicente Gil: «PSOE y Bildu son ya lo mismo y su pacto ahonda en la degeneración moral de Sánchez»

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Cada día está más claro que el 23J fue un fraude electoral masivo que inhabilita al gobierno resultante. El pacto del PSOE con Bildu es un paso más en la degeneración moral del PSOE de Pedro Sánchez.

El nuevo alcalde de Bildu gracias al PSOE, Joseba Asiron, y su mano derecha, un tal Joxe Abaurrea, de Sortu, son dos tipos vomitivos que se niegan, todavía hoy, a condenar el terrorismo de ETA. Abaurrea era concejal de Herri Batasuna en Pamplona en 1998, cuando ETA asesinó al también concejal de UPN Tomás Caballero. 25 años después se sigue negando a condenar aquel crimen. Y es, además, un tipo violento. Está condenado por agredir a tres mujeres (una concejala del PP y dos policías municipales) durante los incidentes del chupinazo de 2019. Es, sin duda, lo que Óscar Puente califica como «gobierno progresista» y su masa borrega se lo cree y aplaude.

Pero hay más. Para que se hagan una idea del personal mafioso que el PSOE va a colocar en Pamplona y del nivel de engaño de un pacto que se ocultó porque había elecciones generales.

Tan planeado -y ocultado- estaba todo entre PSOE y Bildu que el 28 de noviembre una persona comunicó a la Delegación del Gobierno la celebración de una manifestación frente al Ayuntamiento justo para el 28 de diciembre, el día de la moción de censura de Bildu contra la alcaldesa de UPN. Ese tipo se llama Egoi Irisarri, detenido por la Policía en 2010 como dirigente de Segi, las juventudes de ETA. En 2020 convocó en Pamplona otro acto de Sortu, ese partido tan democrático dirigido por el último capo de ETA y que es el que manda de verdad en Bildu. En el acto se decapitó una estatua del Rey Felipe.

«A éstos -decía Cristina Ibarrola a OKDIARIO- ha entregado Pamplona el PSOE». PSOE y Bildu son ya lo mismo. Están manchados por la misma sangre.

La del PSOE de Sánchez (que comenzó Zapatero) es una degeneración moral de la que son cómplices sus dirigentes, cargos y carguillos, militantes, simpatizantes y hasta el último votante socialista del último rincón de España. El PSOE se ha convertido en un peligro para la democracia. En un partido antidemocrático. En la expresión del peor populismo. En una maquinaria de corrupción política. El nivel de sus seguidores es ínfimo. Les dan un bocata y aplauden. No son estómagos agradecidos. Son estómagos dependientes.

Cuentan que el otro día el felón les abroncó en la ejecutiva del PSOE en Ferraz por no siente que le apoyen con suficiente entusiasmo. Él espera aplausos y vítores de nivel norcoreano. Incluso llantos y paroxismo al verle pasar. Su ego lo necesita. Es un enfermo.

Por eso, cuentan que el narciso salió descontento del Parlamento Europeo. Porque tuvo que aguantar duras críticas de eurodiputados -no españoles- de media Europa y, en su última intervención, además, le abuchearon durante cuatro minutos porque se pasó de tiempo y el tiempo es oro en Estrasburgo. Se creía el faraón monclovita que estaba en Ferraz o en Moncloa con su Aló Presidente habitual.

A la misma hora que Sánchez mentía en la cara de sus euroseñorías con cosas como que Vox repone en España calles franquistas, e insultaba con ligereza a Manfred Weber y a los alemanes hablando del Tercer Reich, en Pamplona el PSOE sellaba con Bildu su acuerdo para entregarle la alcaldía. Produce repugnancia el acuerdo. Pero produce, también, una mezcla de asco y de pena ver cómo lo justifican, desde Bolaños al último dirigente socialista de Navarra o de una agrupación local de Soria. Son los personajillos de tres al cuarto que pueblan la nómina del PSOE. En el PSOE no queda ni el apuntador con un mínimo de dignidad.

Es desalentador ver cómo nuestras vidas y nuestro dinero, por la vía de los impuestos, depende de mindundis de tan poca monta política y personal, como Bolaños (y sus gafillas de pelota), Santos Cerdán (el electricista negociador de Suiza), el intelectual tuitero de Óscar Puente o Elma Saiz. Esta señora fue la candidata del PSOE a la alcaldía de Pamplona y se pasó, antes de las elecciones generales del 23J, jurando y perjurando que el PSOE no daría la alcaldía a Bildu, mientras María Chivite (otra que tal baila) ocultaba también su pacto con los proetarras. Las mentiras de Elma Saiz han sido recompensadas por el metiroso-jefe del clan con un ministerio en Madrid. Saiz declaró -en campaña electoral- estar «enamorada de Pamplona». Son hasta creativos en sus mentiras.

Es impresionante ver cómo todos mienten en el PSOE sin despeinarse. Del primero al último. ¿Lo entrenan o les sale espontáneo al ver al jefe? A cualquier persona decente debería darle vergüenza, siquiera, por proximidad, ser vecino de una sede del PSOE. Eso que llaman «Casas del Pueblo» y que son sólo nidos de incultura y sectarismo, cuyo exponente máximo es aquella Andalucía condenada por el PSOE durante 40 años a la incultura, el atraso, la paguita, la subvención, el fracaso escolar y la corrupción. Su representante máxima, junto a Sánchez, es hoy María Jesús Montero, cómplice de aquellos gobiernos, y acostumbrada, por tanto, a hablar para idiotas. Con este curriculum no descarten que Sánchez la haga ministra de Economía y vicepresidenta primera en sustitución de Calviño. Necesita a alguien capaz de manipular las cuentas sin pestañear para seguir comprando votos y que sea más macarra, demagoga y engañabobos que Yolanda Díaz.

Millones de ciudadanos, votantes aborregados del PSOE, de moral dudosa, encantados de que les mienta un día sí y otro también, aplauden en estas horas el apoyo a Bildu en Pamplona. Como aplaudirían lo contrario por un bocata. No saben ni lo que aplauden. ¿Puede España tener un nivel cultural y social tan bajo? Está claro que sí. Y es susceptible de empeorar.

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