Mateu Alemany, el nuevo hombre de hierro del Atlético

El mallorquín llega al Atlético con el objetivo de reducir diferencias con Madrid y Barça

Amigo personal de Gil Marín, propuso hace dos años una revolución a la que no se atrevió Miguel Ángel

No admitirá injerencias, quiere mando en plaza para diseñar la plantilla a su gusto

Mateu Alemany, el nuevo hombre de hierro del Atlético
Tomeu Maura

Miguel Ángel Gil Marín y Mateu Alemany Font no sólo comparten año de nacimiento (1963). También son amigos. Su relación se forjó en los 90 del siglo pasado, cuando los dos eran aprendices de Miguel Contestí y Gil padre. Al final resultaron ser alumnos aventajados. El resultado salta a la vista. Hoy por fin unen sus caminos tras varios intentos frustrados. La alianza promete días de vino y rosas para el Atlético porque a Mateu le avalan los resultados, pero el trayecto no va a ser sencillo y seguro que algunas vacas sagradas, quizás más de las se pueda pensar, se quedan en el camino.

El Atlético ha fichado a un hombre de hierro. Un gestor al que no le va a temblar la mano y que no entiende de eufemismos. De hecho su estilo directo y sin ambages es lo que ha retrasado su llegada al Metropolitano, que estaba pactada a finales de 2023. La operación se difuminó por dos causas muy concretas: la primera, que Alemany exigía mando en plaza por encima de Andrea Berta; la segunda, que pretendía llevar a cabo una revolución total en la plantilla, un tijeretazo tan radical que cuando Miguel Ángel Gil vio la lista de bajas que le puso delante casi entró en una crisis de ansiedad. Mateu proponía asaltar la Bastilla, pero el CEO no se atrevió a dar el paso porque a fin de cuentas lo que tenía le garantizaba el objetivo que le permitía seguir anclado en su zona de confort, la Champions y, en ese contexto, ¿para qué correr riesgos?

La ruptura en las negociaciones con Mateu Alemany fue lo que le abrió la puerta a Carlos Bucero pero hoy, casi dos años y muchos millones gastados después, es una evidencia que el equipo sigue muy lejos de Real Madrid y Barcelona. Mucho más incluso que antes de su llegada. A eso viene precisamente el ejecutivo mallorquín: a acortar las distancias. A convertir al Atlético en un verdadero aspirante a todo y, sí, el club puede haber justificado su fichaje afirmando que ha sido una apuesta de Bucero, pero la realidad es muy diferente. Alemany no viene a ser segundo plato de nadie, sino a cortar directamente el bacalao.

Incorporado al Mallorca en 1990 en los meses finales de Miguel Contestí, el verdadero padrino de Mateu fue Bartolomé Beltrán, que le elevó a la categoría de ejecutivo cuando su papel primigenio no le arrogaba ningún poder. Supo jugar bien sus cartas y cuando se marchó el doctor se hizo imprescindible para Antonio Asensio, que le pidió entre lágrimas en el verano del año 2000 que no se marchara al Real Madrid. Florentino Pérez, uno de sus grandes admiradores, le había puesto sobre la mesa un contrato fabuloso y un cargo aún mejor: director general. Sin embargo no quiso perderse el viaje del Real Mallorca hacia la mejor época de su historia y se quedó en Son Moix. En junio de 2003 el equipo dirigido por Gregorio Manzano se proclamó en Elche campeón de la Copa del Rey, el mayor hito de su entonces casi centenaria existencia.

La abrupta salida del Grupo Zeta del accionariado del Mallorca obligó a Alemany a agudizar sus dotes como gestor. Apenas unas semanas después de levantar la Copa el club se vio abocado a un descenso administrativo: o pagaba a los jugadores o se iba a Segunda. Todo parecía perdido porque Madrid ya no proporcionaba músculo económico, pero en una jugada maestra Mateu logró que el empresario Bartolomé Cursach le prestara el dinero necesario para levantar el embargo. Un año después la deuda estaba saldada, en parte por el traspaso de Samuel Eto’o al FC Barcelona en el verano de 2004.

El reparto de las acciones del Grupo Zeta entre diferentes empresarios mallorquines apartó a Alemany del día a día del club, pero no por mucho tiempo. Cuando las empresas del máximo accionista Vicente Grande entraron en suspensión de pagos el juez Víctor Fernández vinculó al Mallorca a los problemas financieros del constructor y acabó entregándole la gestión -y una generosa opción sobre las acciones- al propio Alemany, que acababa de sufrir la primera gran decepción de su trayectoria profesional: su candidatura a las elecciones de la Federación Española, apoyada por Javier Tebas, no había prosperado. Ángel Villar seguiría como presidente.

La relación entre Javier Tebas y Mateu Alemany ha sido siempre intensa, aunque ha ido periclitando con el paso del tiempo. Alemany le nombró representante del Mallorca en la Liga de Fútbol Profesional pese a no tener ninguna vinculación con el club y años después, cuando la venta de  las acciones del equipo a la familia Martí Mingarro resultó ser un fiasco, convirtió al actual presidente de la FEF en uno de los propietarios del Real Mallorca a través de su empresa Esfinge 21.

Pese a atomizar su paquete de acciones entre diferentes inversores, a Alemany no le dio con su patrimonio particular para levantar la enorme deuda del club, que se elevaba a 65 millones de euros, y en mayo de 2010 se acogió a la figura del concurso de acreedores para buscar una salida. Ahí se ganó por cierto una demanda del entrenador Gregorio Manzano, que le culpó de mala gestión y le llevó a tribunales pidiéndole un millón de euros, aunque el juez no le hizo demasiado caso.

Tras varios años fuera del ruedo invertidos en perfeccionar su mayor afición, el golf, Alemany volvió de manera inesperada al ojo del huracán al aceptar en 2017 convertirse en el hombre de confianza de Peter Lim en el Valencia. Fueron dos años de contínuos viajes a Singapur y de muchas frustraciones personales porque Mateu no tardó en advertir que sus metas y la del propietario colisionaban frontalmente. El adiós estaba cantado, aunque su herencia fue el título de Copa logrado en 2019 de la mano del que siempre ha sido su entrenador fetiche, Marcelino García Toral, al que por cierto intentó en vano llevarse al Barcelona.

El Camp Nou -o Montjuic, dadas las circunstancias- había sido hasta ahora su última estación en el fútbol profesional. Laporta, con quien negoció en su día la frustrada venta del Mallorca a la empresa urzbeka Zeromax por 60 millones de euros, vino a buscarle para que tomara las riendas de la planificación deportiva de su segundo asalto a la presidencia. De nuevo llegaron los resultados, en forma del título de Liga de la temporada 22-23, pero también se activó el fantasma de la discordia. Alemany estableció con Xavi Hernández una relación de cordialidad que no gustó a Laporta y el colmo llegó cuando se interpuso en el concubinato que habían formado el presidente y Mendes para llevar a Joao al Barça. La cadena se rompió por el eslabón más débil y su puesto lo ocupó Deco.

Mateu Alemany llega al Atlético tras dos años largos de flirteos. La relación ya es oficial, pero los antecedentes demuestran que no admitirá injerencias como en el Valencia o en el Barcelona, aunque en este caso su condición de amigo personal de Miguel Ángel Gil pesará mucho. Y es que han pasado ya más de 35 años desde que ambos se conocieron en las oficinas del Club Financiero Inmobiliario en Madrid. Estaban condenados a reunirse y por fin ese día ha llegado.

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