GRANADA 0-4 REAL MADRID: JORNADA 36 DE LIGA

Goleada exprés en Granada

Goleada exprés en Granada
Los jugadores del Real Madrid celebran un gol de Morata. (EFE)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

El Real Madrid lanzó en Los Cármenes una granada a la Liga. Ante un rival descosido, desubicado y roto los blancos no tuvieron piedad. En diez minutos resolvieron el trámite como quien se hace un bocadillo para cenar. No necesitó apretar más el equipo de Zidane, que se limitó a jugar cómodamente, siempre a uno o dos toques, hasta que los goles iban goteando como agua de mayo.

Zidane cambia de equipo con la naturalidad, la velocidad y el descaro que una modelo se cambia de ropa. No son retoquitos, es darle al once la vuelta de Bisbal. Encima, cada cambio suele ser para mejor. La segunda unidad del Real Madrid, Los otros, tienen más hambre que Falete en Incosol y más talento que los niños de La Voz Kids, así que se lo ponen muy fácil al entrenador del Real Madrid.

En Los Cármenes entraban nueve soldados nuevos con respecto a los que arrollaron al ejército de Simeone en el Bernabéu: Kiko Casilla, Danilo, Coentrao –que Dios nos coja confesaos–, Kovacic, James, Asensio, Lucas Vázquez y Morata. Con ocho basta, debió pensar Zidane. Faltaban Keylor, Carvajal, Marcelo, Kroos, Modric, Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo. Pero esos cambios, traumáticos e imposibles para otros, en el Real Madrid son más naturales que el busto de Sofía Loren.

El Real Madrid saltó con el ansia de resolver el duelo a las primeras de cambio. Como en Riazor. Presión alta, fútbol vertical, campo ancho y uno o dos toques. A los dos minutos cayó el primero. Morata se descolgó a la mediapunta y asistió a Lucas Vázquez que percutió por la derecha con menos oposición que Rajoy. El canterano entró en el área y se la puso a James, que marcó solito en el segundo palo.

El Granada, a día de hoy, es como el PSOE: conserva la historia, pero ha perdido el norte. Un equipo deshecho como la papilla de un bebé, que ha tenido más entrenadores que tangas Kim Kardashian. Sus jugadores están pensando en las vacaciones y en si su futuro estará mirando a la Alhambra o mirando a Cuenca.

El Real Madrid encontró un filón en ese costado derecho, que acabaría costándole muy caro al Granada. Por allí vendría también el segundo. Otra vez Lucas la puso al área, pero su centro iba pasadísimo y acabó en la otra banda en los pies de Coentrao. El luso (¡noticia!) puso un buen centro al área y James hizo el segundo con un cabezazo que se comió Ochoa, un portero capaz de hacer la parada del siglo y de comerse un gol facilón en la misma jugada.

El Madrid gana al trote

Con el 0-2 en la buchaca, los de Zidane se relajaron con la pelota, poco exigidos por un Granada en ruinas. De nada sirvió el cambio de Adams de sacar del césped a Mallé por Agbo en el 17, porque al filo de la media hora el Real Madrid ya había logrado el tercero. ¿Adivinan? Sí, otra vez por la derecha. Danilo galopó como Bucéfalo y asistió a Morata, que marcó en el punto de penalti más solo que Ignacio González en Soto del Real.

Se paseaban los blancos como si fueran en calesa. El cuarto cayó cinco minutos después y lo volvió a marcar Morata. Fue Asensio quien dividió el juego por el centro sin que nadie saliera a pararle. Marco corrió y corrió hasta que encontró al delantero del Real Madrid que controló, sentó a su par y la puso en la escuadra. El Granada se desangraba jugada a jugada.

Antes del descanso pudieron caer un par de goles más para un Real Madrid que empezaba a descontar los tres puntos y a pensar en la Champions. El descanso fue la campana que salvó a un Granada que, más que tocado, estaba totalmente hundido.

No hubo historia en la segunda mitad. El Real Madrid levantó descaradamente el pie porque no quería hacer más sangre. El Granada quería, pero era la viva imagen de la impotencia. Zidane movió el banquillo y metió en el 57 a Benzema por Asensio, que se juega un puesto de titular en el Calderón con Isco. Precisamente el malagueño suplió a Casemiro en el 68.

Pasaron los minutos y el Real Madrid administró su renta como un terrateniente conservador. Sólo quedaba que el colegiado pitara el final del partido para sumar tres puntos al casillero del equipo de Zidane y descontar una jornada. Lo hizo sin novedad en el frente y a los blancos les quedarán ahora Sevilla en el Bernabéu, Balaídos y La Rosaleda para sellar una Liga que, a día de hoy, parece encarrilada. Y encima con la bola extra del empate en la recámara.

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