Isabel Bathory, la condesa que fue asesina en serie
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El nombre de Erzsébet Báthory probablemente no le suene a la mayoría de la gente, ni siquiera a aquellos que saben mucho acerca de la historia en general. Sin embargo, si hablamos de la condesa asesina en serie Isabel Bathory, es probable que algunos comiencen a darse una idea sobre una de las mayores criminales de todos los tiempos.
La aristócrata, que nació en 1560 y perteneció a la alta nobleza de la sociedad húngara de la época, preocupó a sus seres cercanos desde la infancia, porque sufría ataques epilépticos, los mismos que, por entonces, eran asociados a ataques sobrenaturales y, a veces, emparentados con el demonio.
Aún así, tal y como era tradición por esos días, a los 11 días se arregló la boda de Isabel Bathory con su primo Ferenc Nádasdy, que a cualquier otra le hubiera augurado una vida de desdichada con él. No obstante, esta mujer era completamente diferente, y si bien no descuidó a su familia, se formó aprendiendo a hablar en alemán y en latín, mientras vivían en el maravilloso Castillo Ecsed.
El caso es que era un matrimonio de lo más temido, pues a él se le conocía como Caballero Negro, dado que empalaba a sus enemigos tras derrotarlos en batalla; mientras a ella se le adjudicaban palizas a los empleados domésticos, según referencias de antiguos registros.
La muerte de su marido y el inicio de los asesinatos
Al fallecer su marido, a los 44 años, la personalidad de Isabel era de por sí conflictiva y se agravó más. Se deshizo de los familiares de su difunto esposo, y los rumores empezaron a decir que había usado magia roja para tal propósito, obtenida de las jóvenes del pueblo.
Y tal parece que las filtraciones no estaban equivocadas, ya que el rey Matías II ordenó al luterano Jorge Thurzó que averiguara qué es lo que pasaba dentro del castillo, y éste inmediatamente concluyó que cientos de mujeres habían sido asesinadas, y su sangre bebida por Isabel.
Los informes de Thurzó explican el nauseabundo olor de las cámaras en las que permanecían los cuerpos de las muchachas, cuya sangre era utilizada por Isabel en la creencia de que la mantendría joven por siempre. Así, al menos varias decenas de jóvenes entre 11 y 26 años fueron matadas y descuartizadas por la aristócrata, que acabó su vida encerrada por estos crímenes cometidos.
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