Siempre me han intrigado esas fotos de espalda en redes sociales


No hace falta que te lo diga, basta abrir Instagram o Facebook y hacer scroll unos segundos para encontrarte con la escena, una mujer de espaldas mirando al mar, a un valle, a un lago, a un río. En ropa veraniega o con abrigo largo, en posición central o ligeramente lateral, siempre contemplando el paisaje mientras tú, espectador, contemplas la escena. Las fotos de espalda en redes sociales se han convertido en una fórmula tan repetida que cuesta no preguntarse por qué sigue funcionando.
El sujeto como espejo del espectador
Parte del éxito de este tipo de imagen, también habitual en los estados de WhatsApp, está en que borra parte de la identidad del retratado. Al no mostrar el rostro, la figura se vuelve anónima, universal. No sabemos si está feliz, triste, pensativa o simplemente posando. Eso abre la puerta a que quien la ve proyecte sus propios pensamientos o emociones. En cierto modo, esa persona podrías ser tú. Esa es parte de la magia:,no vemos una historia contada, sino una imagen donde cabe cualquier historia.
Aunque muchas de estas fotos pretenden transmitir libertad, conexión con la naturaleza o espontaneidad, la realidad es que son muy pensadas. Desde la ubicación hasta la postura, pasando por el encuadre o el tipo de ropa, todo forma parte de una estética concreta. En lugar de mostrar lo que se está viviendo, se construye una imagen de lo que parece que se está viviendo. Lo curioso es que esa fórmula, tan usada, no ha perdido su capacidad de servir como reclamo
Una pose que se viralizó hace años
Muchos sitúan el inicio de esta moda en la famosa serie Follow Me To, del fotógrafo Murad Osmann. En sus imágenes, su pareja aparece siempre llevándolo de la mano, de espaldas, hacia paisajes espectaculares. Aunque aquellas fotos eran más dinámicas, instalaron en el imaginario colectivo la idea de mirar al mundo sin mirar a la cámara. Con el tiempo, esa fórmula se ha simplificado, ya ni hace falta la mano ni un destino exótico, basta con una espalda y un horizonte.
Privacidad y presencia al mismo tiempo
Otro motivo por el que las fotos de espalda en redes sociales se han mantenido es que permiten mostrarse sin exponerse del todo. Especialmente en un entorno donde la sobreexposición cansa, esta pose ofrece una alternativa sutil. Es una forma de decir “estoy aquí”, sin necesidad de enseñar la cara, ni sonreír, ni justificar nada. También hay un componente de pudor: para muchas personas, es una manera de tener presencia digital sin desvelar demasiado.
En redes sociales, no todo es cuestión de gusto personal. Las plataformas premian ciertos tipos de contenido y tienden a empujar lo que ya ha funcionado antes. Las fotos con paisajes, luz natural y estética cuidada suelen tener más interacción. Si además incluyen una figura humana, aunque sea solo de espaldas, mejor. Repetir esta fórmula se convierte en una forma de jugar sobre seguro, lo que ya funciona, tiene más posibilidades de volver a hacerlo.
Una estética aprendida y compartida
Lo que antes podía parecer original, hoy es casi un estándar visual. Pero eso no significa que haya perdido sentido. Las personas aprenden a comunicar visualmente a través de las imágenes que ven. Y esta pose se ha instalado como símbolo de introspección, belleza, escapismo y, sobre todo, de momento para mí, aunque lo esté viendo medio mundo.
Cuando te das cuenta que eres un tonto más haciéndole fotos a tu chica para su Instagram. pic.twitter.com/EV9FFfTwSE
— David Baratech (@davidbaratech) July 29, 2018
Quizá dentro de unos años la imagen de espaldas mirando al horizonte sea tan vintage como el filtro sepia o las frases en cursiva sobre fondo blanco, o quizá no. Porque esta imagen, por muy repetida que esté, sigue funcionando como punto de fuga emocional en un mundo saturado de selfies. En ella, más que una persona, vemos una posibilidad. Y mientras eso nos siga atrayendo, las fotos de espaldas no desaparecerán.
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