Sánchez acepta la dialéctica independentista

Sánchez acepta la dialéctica independentista

Pedro Sánchez es prisionero del separatismo catalán desde que el pasado junio llegó a La Moncloa con su complicidad. Por ello, el presidente del Gobierno, sabedor de su cautividad –voluntaria e interesada, por otra parte– no posee ningún tipo escrúpulo a la hora de rendirse sistemáticamente al supremacista Quim Torra, incluso, adoptando la pleitesía que encierra el lenguaje independentista. El jefe del Ejecutivo ha vendido a España y ha permitido que en una mesa de partidos constituida a petición de la Generalitat, en la cual no está ni PP, ni Ciudadanos, haya un “relator”, una figura mediadora que se usa sobre todo a la hora de canalizar o negociar conflictos internacionales de carácter bélico entre dos o más Estados. Un escenario que, por más que le pese a los secuaces de Carles Puigdemont, no puede estar más lejos de la realidad por mucho que la irresponsabilidad de Sánchez se lo permita.

“Si dialogar es un delito, soy culpable y espero mi condena”. De esta manera tan irónica y desvergonzada ha intentado explicar lo inexplicable la vicepresidenta Carmen Calvo, ya que Sánchez aún no ha dado un paso adelante para exponer las razones por las cuales ha decidido humillar al país y a todos los españoles constitucionalistas que respetan la Carta Magna, vendiendo su dignidad a un separatismo que se muestra más férreo que nunca. Sin embargo, y a pesar de las incoherentes explicaciones, el objetivo del presidente está muy claro: sacar los Presupuestos en las próximas semanas con el apoyo de los independentistas y permanecer en el poder el máximo tiempo posible sin dejar hablar a las urnas. Todo un disparate y una falta absoluta a sus compromisos adquiridos durante su discurso durante la moción de censura contra Mariano Rajoy, pues el socialista prometió convocar comicios “cuanto antes” cuando llegara a la Presidencia.

Cataluña no es un Estado independiente, sino que forma parte de España, una razón de tremendo peso por la que debe cumplir la Constitución vigente y no dar un tratamiento al Gobierno de la nación como si de un igual se tratara. Sánchez, si es que aún le queda algo de decencia y dignidad, no puede estar al frente de un país al que no respeta, ni representar a unos españoles a los denigra permanentemente en favor de los separatistas catalanes. Siete meses de Sánchez han sido suficientes para vislumbrar que se trata de un líder narcisista que no está a la altura del momento político que vive España. El socialista, si de verdad confía en sus dotes gubernamentales y en los resultados del CIS fake de Tezanos, debe convocar elecciones cuanto antes y poner su puesto a disposición de la soberanía popular.

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