Con el Rey, con España y con la libertad

Con el Rey, con España y con la libertad

Ahora mismo, tenemos una doble crisis -sanitaria y económica- derivada de las infecciones provocadas por el coronavirus, que está constituyendo un drama que irá a más aun cuando llegue la vacuna que permita tranquilizarnos frente a la enfermedad, porque la situación económica empeorará y permanecerá durante un tiempo, debido a la catástrofe de gestión que el presidente Sánchez lleva a cabo en los dos ámbitos.

Ahora bien, hay una tercera crisis, que es peor que las dos citadas anteriormente, que no es otra que la crisis institucional que el Gobierno que preside Sánchez está generando con sus actos y decisiones. Desde que trazó su alianza con una amalgama de socios atroces para sacar adelante la moción de censura contra el presidente Rajoy e introducir después a Podemos en el Gobierno, España, como unidad nacional y como lugar de reconciliación entre los españoles, corre peligro.

Pactar con los antiguos representantes en política de ETA, con los independentistas con algunos miembros de su partido condenados por sedición por el intento de golpe de Estado perpetrado en Cataluña en octubre de 2017, y con los comunistas de Podemos, los más radicales del mundo, amigos y protegidos de la dictadura bolivariana de Venezuela, no podía traer nada bueno.

De esa manera, nos encontramos inmersos en un proceso en el que, poco a poco, van derribando todo el edificio constitucional que se construyó en la Transición, fruto del acuerdo entre todos los españoles; pacto en el que los antiguos contendientes de la Guerra Civil renunciaron al odio y al rencor para poder vivir todos en concordia, libertad y paz.

ETA, por ejemplo, nunca quiso ese acuerdo, pues su objetivo era otro y el asesinato su modo de vida. Y años después, algunos nietos o bisnietos de los perdedores de la Guerra -no la mayoría, afortunadamente- han llegado con ánimo de una revancha absurda, dañina y agresiva, para tratar de completar la obra que se quedó inconclusa -gracias a Dios- en los años treinta del siglo XX, que no es otra que la instauración de una dictadura comunista.

En todo este camino, les sobra la Constitución y, por encima de todo, les sobra el Rey, porque es quien mejor representa el ánimo de concordia entre los españoles. La Monarquía, con sus aciertos y sus errores, cuenta con un saldo abrumadoramente positivo, tanto en los casi cuarenta años de reinado de don Juan Carlos -a quien este Gobierno ha forzado, aunque sea indirectamente, a salir de España- como en los seis de don Felipe, eso sin entrar en todos los logros históricos conseguidos por todos nuestros monarcas a lo largo de la Historia.

La Corona une a los españoles por encima de ideologías partidistas y garantiza la unidad de la nación, motivo por el que los independentistas también quieren que se prescinda del Rey, al que no perdonan su cerrada defensa del orden constitucional y de la integridad del territorio nacional, expresado de manera formidable y contundente el tres de octubre de 2017.

Comunistas e independentistas, dentro de sus delirios, sueñan con una dictadura a la que revestir de república aparentemente democrática, como la de Venezuela o, sin necesidad de irnos de España, como la atroz II República surgida de un golpe de Estado el catorce de abril de 1931, pues nadie votó un cambio de régimen y fue impuesto sin ningún argumento legal que lo respaldase.

Entonces, en lugar de conformar una república democrática, alternativa a la monarquía parlamentaria, los radicales de izquierda persiguieron a católicos y partidos de centro-derecha, no respetaron la propiedad privada, quemaron iglesias y conventos y, en la Guerra, asesinaron inocentes, entre ellos niños, sacerdotes y monjas -a las que previamente violaron-. Pese a que no había ya monarquía, como no les gustaba que los ciudadanos votasen a la derecha, perpetraron varios golpes de Estado y alguna que otra trampa electoral: la revolución de 1934, sofocada por el orden constitucional de entonces; el fraude electoral de las elecciones de 1936; y la destitución de Alcalá-Zamora como presidente de la II República. Por fortuna, ahora no estamos en esa misma situación, pero el arrinconamiento de católicos y del centro-derecha se ha iniciado desde el odio absurdo de muchos de estos dirigentes gubernamentales.

Ahora, van a por el Rey y a por todo el sistema constitucional que tenemos, porque eso les estorba para sus planes. De hecho, no se esconden, porque cada vez se recrudecen más los ataques al Rey desde miembros del Ejecutivo: Iglesias ha defendido una nueva república y Garzón ha criticado al Rey por su llamada de agradecimiento al presidente del Consejo General del Poder Judicial, tras haber vetado el Gobierno la presencia de don Felipe en el acto de Barcelona para la entrega de despachos a la nueva promoción de jueces.

Todo esto no sabemos si lo impulsa Sánchez, pero, en el mejor de los casos, no lo critica ni impide. Sánchez permite, de manera bochornosa y desleal, que sus socios de Gobierno y sus socios parlamentarios insulten a don Felipe, al que él relega todo lo que puede en múltiples actos, en una actitud intolerable, especialmente por quienes han jurado lealtad al Rey.

Tenemos un ordenamiento constitucional, un Rey constitucional y una nación democrática, que nos han dado los mejores años de progreso y la mayor etapa de libertad de toda la historia de España. Son elementos que no podemos perder y que hay que defender legalmente hasta el final, para que no vuelvan a introducirnos en el espanto que supuso la tenebrosa II República. Desde la más firme defensa de nuestra libertad: ¡viva el Rey! ¡Viva España!

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