Pedro Sánchez y algunos hombres buenos

Sánchez, Pedro Sánchez, PSOE
  • Pedro Corral
  • Escritor, investigador de la Guerra Civil y periodista. Ex asesor de asuntos culturales en el gabinete de presidencia durante la última legislatura de José María Aznar. Actual diputado en la Asamblea de Madrid. Escribo sobre política y cultura.

Permítanme la alusión en el título de estas líneas a la hollywoodiense película cuya visión idealizada de la realidad de un interrogatorio ha podido impregnar algunas valoraciones de la sinuosa comparecencia de Pedro Sánchez el jueves pasado en el Senado.

La comisión de investigación sobre las tramas de corrupción de su Gobierno y de su partido que investiga la Justicia, ampliadas por referencias a las de su familia, dio lo que tenía que dar de sí. No es que se le pueda pedir peras al olmo. Es que el olmo sanchista da siempre las peras podridas.

Supongo que alguien esperaba que Sánchez terminara reconociendo su condición de «uno» de estas tramas, al modo en que Jack Nicholson acaba admitiendo que ordenó el «código rojo» ante la insistencia de Tom Cruise cual mosca en salva sea la parte. Nada más lejos del personaje que habita junto al parking de la autocaravana de su hermano.

En el caso del presidente del Gobierno, se trataba simplemente de pedirle que, por una vez, dijera la verdad. Se lo requirió insistentemente el portavoz del PP, Alejo Miranda, quien al final, a la vista de la reiterada negativa de Sánchez, cinceló la sentencia de la sesión: «Tiene usted un problema con la verdad».

El mismo problema que tienen en Ferraz con los pagos en efectivo, que Sánchez reconoció haber recibido, en la que fue su única afirmación veraz en cinco horas de sesión. Por cierto, ¿ha comprobado la vicepresidenta Montero si esos pagos al jefe y al resto de la banda están reflejados en sus declaraciones de la renta?

Alejo Miranda es uno de esos hombres buenos que ayudó en la pandemia a salvar vidas como parte del equipo con el que la presidenta Isabel Díaz Ayuso afrontó de cara la situación, una vez que Sánchez decidió renunciar al mando único, y a su incompetencia, frente a la terrible crisis sanitaria.

Con aquel equipo, Díaz Ayuso levantó dos hospitales de emergencia y trajo veinticinco aviones de material sanitario cuando Sánchez levantó la prohibición de adquirirlo a las comunidades autónomas al mostrarse incapaz de comprar nada que no fuera defectuoso y con sospechosos sobreprecios que hoy la Justicia investiga.

Alejo Miranda, que a punto estuvo de morir por la COVID, fue uno de los hombres clave sobre el terreno para ofrecer desde el Gobierno regional una gestión de la pandemia reconocida internacionalmente y que le supuso a la líder madrileña su primera mayoría absoluta en 2021 como premio de los ciudadanos.

Conmovió ver a aquel gigante menudo que es Alejo Miranda recordando su labor entonces mientras los hombres de confianza del jefe de Gobierno se dedicaban en plena pandemia al saqueo de lo público para, entre otros fines, satisfacer lo púbico.

No sólo fuimos uno de los países con peor incidencia en muertes, sino uno de los más arrasados económicamente, por culpa de un Gobierno que no tomó medidas hasta el 14 de marzo de 2020, seis días después de los «infestódromos» del 8M. No hay que olvidar nunca que la OMS había declarado la alerta internacional hacía un mes y medio, pero Sánchez y sus socios estaban a otra cosa, como siempre.

La oposición en el Senado afrontó el interrogatorio de Sánchez sabiendo que el personaje se iba a envolver en sus múltiples capas de mentiroso contumaz, pero salió con un buen número de ellas desgarradas por las preguntas de Alejo Miranda y de María Caballero, portavoz de UPN, que abrió la sesión con la firmeza y la contundencia que requería el caso.

Tan desquiciado estuvo Sánchez ante la posibilidad de que se le vieran las costuras, que hizo honor a su propio calificativo de la comisión, «comisión de la difamación», para difamar él mismo a todos los líderes populares.

Baste citar su mención a la «corrupción sistémica e institucionalizada que sufrimos con el PP, felizmente superada gracias a la moción de censura del año 2018». Aquí la mentira no es que tenga las patas muy cortas, es que no las tiene y se arrastra como un gusano, que diría mi admirado Santiago González.

Aquella moción de censura vino motivada por la sentencia del «caso Gürtel», en el que el PP resultó condenado como partícipe a título lucrativo de 245.000 euros de la trama. Para entendernos: dicha figura conlleva el reconocimiento judicial de que el PP no sólo no cometió el delito, sino que lo desconocía.

Caso muy distinto, por esto mismo, es el de los «Eres» del PSOE, en el que una parte de la maquinaria institucional de la Junta de Andalucía y toda la del partido de Sánchez y Montero estaban al servicio del reparto entre afines de 679 millones de euros destinado a los parados.

Conde-Pumpido lava más blanco, ya se sabe, pero aún no ha habido un caso de corrupción en nuestra democracia que lo supere, de momento… La Justicia podría tener quizá otra vez con el PSOE, más el Gobierno y la familia de Sánchez, un récord inimaginable a la vista.

Con todo tipo de falsedades y manipulaciones circunnavegó Sánchez el globo de sus propias mentiras en su comparecencia en el Senado. Hasta llegó a emular a Hernán Cortés, por cuya alianza con tlaxcaltecas, totonacas y cholultecas, deseosos de sacudirse el sangriento yugo de los mexicas, ha pedido perdón el inefable Albares, en su nuevo papel de ministro de Penitencias y Cilicios Exteriores.

Del mismo modo que Cortés quemó sus naves para evitar la tentación de regresar de su misión, Sánchez quemó en el Senado a la vista de todo el mundo el famoso Peugeot de sus andanzas con sus manos derechas Cerdán y Ábalos en aquella fraternal ruta socialista de «hormonamiento» entre pueblos y ciudades de España.

El primero está en la cárcel, y el otro a sus puertas junto con Koldo. Ya no es posible volver atrás, piensa Sánchez, porque la mentira les empuja con un aullido interminable, parafraseando al poeta Goytisolo.

La foto de la «banda del Peugeot» mostró en la sesión senatorial la sordidez de club de carretera en que se funda la era sanchista, mudando la imaginación de los espectadores hacia lúbricas noches lúgubres iluminadas por carteles de neón, también las de los inmundos negocios de la familia política de Sánchez.

Con todo, Sánchez no iba a ser un plato fácil en su comparecencia. Venía preparado, muy preparado: desde hace siete años concretamente, porque desde el comienzo de sus mandatos se ha entrenado para sortear los campos minados de la corrupción de todo principio ético, democrático, institucional y presupuestario en la que funda y alimenta su régimen autocrático.

Al principio se le notaba en la cara cuando mentía. Ahora tiene tan interiorizada la mentira, pues vive instalado en ella permanentemente, que Sánchez ofreció en la comisión del Senado el mismo gesto impertérrito de principio a fin. Impasible el ademán, prietas las filas, que para eso están en el Año Franco.

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