El hombre que quería azotar a las mujeres

El hombre que quería azotar a las mujeres

Pablo Iglesias es ese hombre propaganda en constante homenaje a sí mismo. Anuncio, eslogan y tuit hecho político. Una persona a la vacua solidaridad pegado, impulsor del escarnio público como dinámica de comportamiento en la vida pública española y en el Congreso. Dados sus antecedentes de machismo y agresividad verbal, el mensaje de este viernes demandando más dinero para luchar contra la violencia machista es, cuanto menos, de una insoportable obscenidad. Prueba de su empeño por tratar de lavar su imagen como si fuera una ducha diaria sin saber que la higiene —mental y política— no sólo es una cuestión de hábito sino también de principios. Y ahí, el secretario general de Podemos patina, carente de ellos. Y es que el reflejo de Pablo Iglesias frente al espejo de la hemeroteca no engaña a nadie. Por eso tiene que refugiarse en el cinismo para reivindicar su apoyo a las mujeres cuando dijo que le gustaría «azotar» a Mariló Montero «hasta que sangrase». Una barbaridad declarativa por la que sólo pidió perdón después de que la periodista denunciara los hechos ante el Instituto de la Mujer.

Tal y como reconoció el propio organismo, sus palabras fueron «totalmente inadmisibles por sexistas». Además, por supuesto, de una incitación explícita a la violencia contra las propias mujeres. Manifestaciones que, más allá de su condición de representante de todos los españoles, son inadmisibles en cualquier persona que, por muy escaso que ande de humanidad y respeto, pretenda distinguirse mínimamente de los animales. En estos días en los que el mundo se estremece por la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el comportamiento de Pablo Iglesias con respecto a las mujeres tiene poco que envidiar al del magnate estadounidense, quien aseguró que «cuando eres la estrella hay que cogerlas por el coño». La «estrella» Iglesias, ese «marxista algo perverso convertido en un psicópata» —como se definió a sí mismo—, no tuvo ningún problema en asegurar en plena sede parlamentaria que Andrea Levy «se calienta» con el podemita Miguel Vila. Al final, la pregunta inevitable es: ¿Qué se puede esperar del protagonista de un canal de televisión iraní? Pues eso: machismo recalcitrante en su modo de pensar y proceder.

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