La historia abominable (e incógnita) de Santi Potros

La historia abominable (e incógnita) de Santi Potros

Gracias a la miserable actuación de Luis López Guerra en el Tribunal de Estrasburgo, desde este domingo el mayor criminal de ETA, Santi Potros, está en libertad. Guerra, un protegido infame de Zapatero, avaló en aquel Tribunal un cambio en la llamada doctrina Parot, un modificación antiespañola que ha permitido invariablemente acortar las penas de muchos presos terroristas, entre ellos Potros —“cojones” en vasco— e Idoya López Riaño. Eran penas que en principio sobrepasaban ampliamente los 30 años de cárcel.

La relación entre Potros y el mencionado Parot es tan curiosa como vieja. En los tiempos en que los sucesivos comandos Madrid y Barcelona, tan atrozmente sanguinarios ambos, caían más pronto que tarde, Potros, jefe de los facciosos y aún más, preboste de los “liberados” o sea asesinos fichados policialmente, ideó —el tipejo no es largo de luces pero siempre fue un lince en esto de matar— un modelo especial que el mismo llamó “comando itinerante”. Dicho y hecho, se puso en contacto con delincuentes franceses y argelinos y formó un grupo al mando precisamente de Henry Parot. Aquellas bestias consiguieron grandes éxitos: en poco tiempo asesinaron a 82 personas en nombre de un pueblo vasco del que en realidad no sabían absolutamente nada.

La historia es que Parot y sus secuaces despistaron bastante a nuestra Seguridad. Nuestros expertos atribuían sus atentados a los “comandos” conocidos: “Madrid”, “Barcelona”, “Donostia”, “Navarra”, “Araba”… pero no; no eran ellos. Eran los mercenarios de Parot que actuaban mientras sus compinches etarras andaban plácidamente descansando entre chiquito y chiquito y viajes al sur de Francia. Pero un día la suerte de Parot mudó; un mafioso marsellés se confesó ante el CNI de entonces, el CESID, y cantó información completa de los “itinerantes”. A cambio pidió ayuda para montar un chiringuito en la costa alicantina. El hombre de pronto se había vuelto decente.

El CESID colaboró con la Guardia Civil —esta vez sí— y los criminales fueron detenidos en Sevilla tras un pelea cuerpo a cuerpo en la que un agente estuvo a punto de liquidar de antemano a uno de los mercenarios; simplemente cayó encima y casi le asfixia. “Potros” se quedó de esta manera sin “itinerantes”, pero siguió impávido a lo suyo: ordenando más y más asesinatos a sus animales de compañía en la banda. El domingo salió sin ofrecer, más bien lo contrario, el menor síntoma de arrepentimiento, sin pedir perdón a sus víctimas y, erre que erre, pertinaz en proclamar el terrorismo como la más eficaz arma de lucha política. Así las cosas, habrá que suponer, aunque sin mucha certeza, que el dúo Sánchez-Marlaska, tan bondadoso ya con los presos de ETA, le tenga el ojo echado a este canalla. Es un cafre. Y está en la calle porque el Estado español es bobo y a veces ensalza a impostores y arteros como Luis López Guerra.

Lo último en Opinión

Últimas noticias