Los golpistas catalanes no son Heidi
El Ayuntamiento de Madrid, gobernando por Ahora Madrid, partido impulsado por Podemos, ha alquilado un espacio del propio Consistorio, en el Palacio de Cibeles, para que se celebre un acto del Pacto Nacional por el Referéndum, una plataforma integrada por la Generalitat, el Parlament, el Ayuntamiento de Barcelona, las diputaciones, los grupos favorables al “derecho a decidir” (en realidad, del “derecho a impedir que los demás decidamos”) y diversas entidades catalanas. Defienden, por la vía de los hechos y de los dineros, quebrar la legalidad vigente, romper la ciudadanía compartida y separarse del resto de España. En resumen, no van a representar la versión moderna de Heidi.
En el acto, que se celebrará el próximo día 22 de mayo en el auditorio Caja de Música, el presidente catalán ofrecerá a Mariano Rajoy, según se dice, un referéndum pactado en lo que plantea como su última propuesta al Estado para celebrar una consulta soberanista de común acuerdo. Oferta que debe ser rechazada, dado que el aceptar siquiera la posibilidad de que una parte decida por el todo (rompiendo el demos, el sujeto de soberanía), es una quiebra evidente del Estado de Derecho.
Fuentes municipales subrayan que la Caja de Música «forma parte de los espacios municipales que Madrid Destino gestiona y alquila a terceros», pero en ningún caso se trata de un evento del Consistorio. De hecho, la alcaldesa no tiene previsto acudir. Que todo podía ser. La sala es para 250 personas y tratará de lo que trata habitualmente el nacionalismo disgregador que pretende romper España: ¿qué me das hasta que vuelva a pedir más, a costa de todos? En todo caso, seguro que no tratará del bien común, ni de la defensa de la igualdad, ni de los derechos de ciudadanía, ni de las reformas que España necesita, ni qué hacemos para renovar Europa. El coste económico es escaso comparando con lo que políticamente pretenden: 3.000 euros. Y además pagan ellos.
Con razón, distintos portavoces de la oposición, medios de comunicación y agentes de opinión han puesto el grito en el cielo ante tamaña desvergüenza, por utilizar un palabro suave. En general, lamentos, especialmente por parte de los portavoces municipales, con expresiones tecnocráticas, técnicas y burocráticas, como si lo que se pretendiera no fuera romper el orden constitucional y la convivencia sino una especie de botellón mañanero protagonizado por adolescentes.
Dice Fernando Savater, y a estas alturas son muchos los que decimos, que “la pregunta no es qué va a pasar sino qué vamos a hacer”. Y no me refiero a qué haremos en relación al acto que celebrará el independentismo en una pequeña sala del Consistorio madrileño… sino qué vamos a hacer para ganar políticamente al nacionalismo: sin duda, cumplir y hacer cumplir la legalidad vigente; pero, además, por la vía de los hechos y con respeto pero con contundencia, deberíamos desmontar sus falacias, desmentir sus mentiras y convencer a una mayoría de ciudadanos de que lo progresista es defender el bien común y el interés general. Es decir, derribar fronteras entre conciudadanos mejor que levantarlas.
Y, entre tanto, organizar un acto público para defender estas cuestiones y algunas otras. Nosotros vamos a hacerlo.