Una fiesta de la tolerancia no puede acabar en intolerancia

Una fiesta de la tolerancia no puede acabar en intolerancia

España fue uno de los primeros países que aprobó el matrimonio homosexual y aparece en todos los ranking como una de las naciones más tolerantes del mundo con este colectivo y más respetuosas con cualquier orientación sexual. Algo que debe enorgullecernos a todos los españoles.

La celebración del Orgullo Gay, una reivindicación mundial de la diversidad y la tolerancia, no puede acabar convertida en un akelarre sectario e intolerante como el vivido este sábado en Madrid. Los principales dirigentes de Ciudadanos (Cs) han tenido que abandonar la marcha escoltados por la Policía, tras sufrir insultos, amenazas y el lanzamiento de objetos. La agresividad de una minoría logró empañar una de las fiestas más multitudinarias que cada año acoge la ciudad.

No se equivoca la portavoz de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados, Inés Arrimadas, al señalar la responsabilidad del PSOE y Podemos en lo ocurrido por «alimentar el odio» contra el partido naranja. Especial responsabilidad tiene el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, quien pocas horas de la manifestación advertía a los dirigentes de Cs que deben «asumir las consecuencias» de pactar con Vox.

Ya fue muy discutible que los organizadores del Orgullo Gay, que cada año reciben cientos de miles de euros del Ayuntamiento de Madrid, vetaran la presencia de la carroza de Cs con el mismo argumento. Una organización que se financia con dinero público no puede establecer este tipo de vetos políticos.

Los pactos con Vox no pueden convertirse en un pretexto para justificar las agresiones a los dirigentes de un partido como Ciudadanos, que ha hecho de la defensa de las libertades su principal bandera. Habría mucho más motivo para boicotear la presencia de Podemos, cuyo líder, Pablo Iglesias, ha presumido de cobrar a través de Hispan TV de la teocracia iraní, en la que los homosexuales, en pleno siglo XXI, son condenados a la horca.

La izquierda tiene un largo historial de persecución contra los homosexuales, que sistemáticamente acababan recluidos en campos de internamiento tanto en la URSS como en Cuba o cualquier otro régimen comunista como los que Pablo Iglesias tanto admira. Han sido las democracias liberales las que han reconocido plenamente los derechos de este colectivo. La izquierda no sólo quiere apropiarse cínicamente de esta bandera, sino que pretende impone su veto a los gays de cualquier otra ideología. Lo del PSOE y Podemos no es tolerancia, es simplemente sectarismo.

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