Escraches

Escraches

Cuando oigo la palabra “escrache” me imagino que hablan de otra parte del planeta, que no atañe a mi ámbito ni a mi condición de ciudadana de la vieja Europa. La palabra es tan desagradable de oír como de pronunciar, y su significado hace que, igualmente, desearía no tenerla que sufrir a diario cientos de veces. Esta particularidad de alma sensible, discutiblemente afortunada, no le ocurre a todo el mundo. A tenor de lo que voy a recordar en este texto, los miembros y las “miembras” del grupo morado oirán “¡Escrache!” y sentirán un escalofrío maravilloso que debe llegar vibrante a sus cerebros torcidos, provocándoles todo tipo de sonrisas, al estilo de Joker, con el que se identificó hace poco el líder de esta congregación.

En marzo de 2014, cuando irrumpieron en la escena política española, una de las principales señas de identidad de Podemos fue la participación ciudadana como elemento necesario para la redefinición de las estructuras del país, en un proceso permanente de empoderamiento progresivo. Para ellos, no había dentro y fuera de la política, decían que los ciudadanos debían participar activamente en la gestión de lo público, en su análisis y en la toma de decisiones. Una de sus fuerzas fue el manejo astuto de los nuevos circuitos de comunicación virtuales, mediante plataformas que ejercían (o parecían ejercer) una democracia digital directa, en ese escenario de carácter populista que ellos defendían a pecho descubierto. Llegó a ser la formación política con más apoyos en Twitter, otra de sus ágoras: “Ayúdanos a financiar la #RutaDelCambio” (2015).

La capacidad de Iglesias y sus anfibios de atraer a mucha gente, sobre todo entre los sectores más marginados, se ha basado en tocar temas sensibles para las clases excluidas, tales como la injusticia social, la pobreza o la corrupción de la casta política tradicional. Sus continuos ataques contra la oligarquía y el imperialismo han hecho que sean vistos como verdaderos representantes del pueblo, capaces de traducir sus necesidades y anhelos. Empezaron como chavistas sueltos tratando de sobrevivir; han terminado en la cima del país. El problema es que lo que ahora ven, que es exactamente lo que defendieron y les llevó a la cumbre, no les gusta, porque ya no les conviene. Problemita, que diría Castells. Voy a tratar de ayudarles, con mi mejor voluntad, para que vean que lo que está sucediendo es exactamente lo que ellos defendían originalmente.

En sus discursos, Iglesias distinguía entre “los de abajo, los humildes, los de siempre, la gente valiente, los locos dignos” enfrentándolos a “los ricos, los de arriba, los poderosos” (Discurso Puerta del Sol, 31 diciembre 2015). Solicitaba una política que regresara a las calles, que hablase con la mayoría de la gente, una mayor transparencia y horizontalidad, un regreso a los valores republicanos de la virtud pública y la justicia social, del reconocimiento de la realidad plurinacional y pluricultural. Repasado el sustento conceptual de su propuesta ideológica, no cabría ninguna duda en afirmar que los miembros de Podemos deben estar fascinados con los escraches que están teniendo lugar bajo su mandato, pues son exactamente lo que ellos defendían en un principio.

Volvamos a repasarlo: la gente valiente es la buena; los poderosos no valen nada y son el enemigo; la política tiene que regresar a las calles; la mayoría es la que debe hablar; tiene que haber transparencia; es obligado respetar la cultura e ideología de los demás. Tras analizar su discurso, Sr. Iglesias, ¡usted debe estar más que satisfecho con los actuales escraches! ¡Ha conseguido lo que quería! España entera ha obedecido la lógica de su sistema político. Quizás debamos felicitarle por su éxito. ¿Está usted contento con el resultado? Chalet, piscina, mayordomo, chófer, una familia aburguesada y estructurada, la gente en la calle desesperada haciendo política, banderas nacionales, republicanas, todas juntitas en la calle, ¡pluricultura!

Y vuelvo a los detestables escraches, a las caceroladas y su desagradable sonido. Son actuaciones típicas de zonas menos desarrolladas; pero, claro, es que no podemos olvidar que otro de los objetivos de Iglesias era “latinoamericanizar” España. De nuevo, hay que felicitarle, que esté o no contento con el resultado sólo lo sabrá la solitaria borracha y algún engendro más de su misma incongruente ideología.

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