La sala del Consejo de Bankia tenía una purera gigante para que los jefazos fumasen en la reuniones
Tarjetas black aparte, las extravagancias de la cúpula de Cajamadrid, primero, y Bankia después, parecen no tener límite. La sala en la que celebraba las reuniones el Consejo de Administración, primero bajo la batuta de Miguel Blesa y después a las órdenes de Rodrigo Rato, contaba con todo tipo de lujos, incluida una purera gigante en la que los miembros del sanedrín tenían a su disposición los cigarros más caros del mercado.
Las citas del máximo órgano se celebraban por todo lo alto. “Que no falte de nada”, solía ordenar Miguel Blesa a los encargados del montaje de las citas del Gotha de la entidad financiera. Curiosamente, no se convocaban a última hora de la tarde o a media mañana sino tras una opípara comida en la que los Vega Sicilia eran moneda de uso corriente. Nada más concluir el almuerzo, los consejeros podían disfrutar de los puros más caros del mercado en las reuniones en las que se fijaba la estrategia de una sociedad que hacía aguas, especialmente, a raíz de la fusión con Bancaja impuesta por el a la sazón gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez.
Los consejeros podían elegir entre una variado repertorio de habanos. A cual más caro. Desde un Cohiba Maduro (25 euros) hasta un Montecristo Eagles Open Series (15 euros), pasando por los Cohiba Behike 56, modalidad que puede a llegar a costar 45 euros la unidad. El macrohumidificador del Consejo de Administración también contaba con los dominicanos Davidoff y Arturo Fuente Opus X Robusto, que tampoco eran una bagatela. Su precio de venta al público oscila entre los 20 y los 25 euros la unidad.
Los consejeros estaban bien bebidos, mejor comidos y extraordinariamente fumados. La vida era bella. Cobraban un dineral y contaban con unas tarjetas de crédito que harían las delicias de cualquier ser humano. Los Reyes Magos no llegaban a su casa sólo el 6 de enero sino los 365 días del año. Pero su mayor capricho eran los habanos. Todo se torció a raíz de la entrada en vigor de la Ley Antitabaco de 30 de diciembre de 2010, que reducía a cero los pocos espacios de permisividad que había dejado la de 2006 para gozar del arte de fumar en espacios de uso colectivo.
Rodrigo Rato, que había aterrizado en Bankia apenas un mes antes, llevó la mala nueva al Consejo de Administración pasadas las Navidades de 2010-2011. “Quiero comunicaros una mala noticia: a partir de ahora no podremos fumar en los consejos, ya que la nueva Ley Antitabaco [que es la más restrictiva del planeta junto a las de Estados Unidos, Japón y Bután] castiga con fuertes multas los incumplimientos”, apuntó, cariacontecido, el ex ministro de Economía y antiguo director general del Fondo Monetario Internacional.
El cabreo de la mayor parte de los malacostumbrados consejeros fue de campeonato. Las malas caras se dibujaban por doquier. Uno de ellos propuso hacer como en esos festines matrimoniales en las que los fumadores arramblan con los puros propios y ajenos y se los meten a puñados en los bolsillos interiores de la chaqueta. “Pues nos los llevamos a casa y nos los fumamos allí”, planteó. La respuesta de Rato fue contundente: “No, a partir de ahora, los puros se han acabado en esta casa”.