No, la meseta castellana no estuvo deshabitada en la Edad de Hielo: 4 yacimientos tienen la respuesta
Durante mucho tiempo se asumió que el interior elevado de la península ibérica era demasiado frío y duro como para que los grupos paleolíticos se establecieran allí.
La dureza de los inviernos, la altitud y la escasez de recursos parecían explicar por qué no aparecían restos que demostraran lo contrario.
Sin embargo, un estudio ha llegado a la conclusión de que la presencia humana en la meseta castellana durante los periodos glaciales existió y pudo ser más habitual de lo que se pensaba.
Éstas son las evidencias que desmontan la idea de una meseta vacía durante la Edad de Hielo
El proyecto, desarrollado en la divisoria Tajo-Ebro y centrado en la rama castellana del Sistema Ibérico, tomó como hipótesis que la ausencia de datos no implicaba necesariamente ausencia de población.
La escasez de evidencias arqueológicas se interpreta ahora como el resultado de sesgos en la investigación previa y de procesos geológicos que habrían ocultado parte del registro.
El estudio, publicado en la revista Antiquity, ha sido financiado por el Consejo Europeo de Investigación, la UNED y fondos propios del equipo, ha permitido analizar áreas de más de 1.200 metros de altitud donde los inviernos prolongados habían llevado a pensar que la ocupación humana era improbable. Los resultados apuntan en sentido contrario.
Los 4 yacimientos clave que confirman la presencia humana en la meseta castellana
Estos son los yacimientos más destacados:
1. Cueva Grande (Selas)
Esta cavidad, ubicada a 1.250 metros de altitud, ha proporcionado herramientas de sílex, huesos y restos de combustión.
La datación por radiocarbono sitúa la actividad humana hace unos 13.500 años, en pleno Magdaleniense final. La presencia de hojitas retocadas confirma el encuadre cultural.
2. El Bosque (Anguita)
En esta zona, excavada en apenas dos metros cuadrados, se recuperaron restos de talla y fauna.
La falta de elementos diagnósticos impide concretar su cronología, pero los especialistas lo enmarcan entre el final del Paleolítico Superior y el Neolítico, lo que sugiere visitas esporádicas durante un arco temporal de varios milenios.
3. Ciño Negro (Zaorejas)
El hallazgo de una pequeña hoguera y un buril apunta a un uso puntual de esta zona en los últimos compases del Paleolítico Superior o los inicios del Holoceno. El material recuperado refleja actividades domésticas vinculadas a la talla y al trabajo de hueso o madera.
4. La Vega de Albarcas (Prados Redondos)
Este enclave, situado en una amplia terraza fluvial, aporta el registro más antiguo del conjunto. Las 36 piezas halladas muestran técnicas de talla como el Levallois y el discoide, propias del Paleolítico Medio, fase asociada a los neandertales entre 300.000 y 40.000 años atrás.
Un nuevo panorama sobre la ocupación humana en el interior de la península ibérica
Estos 4 puntos reescriben la relación entre clima extremo y ocupación humana en la Península. El interior no fue un páramo deshabitado, sino un territorio utilizado de forma recurrente, quizá estacional, pero constante en el tiempo.
Los primeros resultados obligan a mirar a la meseta como un espacio de adaptación y resiliencia humana, donde distintos grupos supieron aprovechar los recursos disponibles y ajustar sus estrategias de supervivencia incluso en contextos ambientales muy adversos.