Enaltecimiento a ETA

El partido de Otegi homenajea al padre etarra de la sanguinaria ‘Anboto’: «Su sombra está en nosotros»

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Pelayo Barro

Santiago Iparraguirre, histórico miembro de ETA y padre de Soledad Iparraguirre Anbotouna de las jefas más sanguinarias de la banda que regañaba a sus comandos porque «mataban poco», falleció en los primeros días de este 2022 en Escoriaza (Guipúzcoa). Esta misma semana, la izquierda abertzale ha celebrado un homenaje a su figura que ha hecho suyo Sortu, la formación integrada en EH Bildu y de la que proviene Arnaldo Otegi. «¡Ahora su sombra está en nosotros!», señalan desde Sortu, a quien la Policía vincula abiertamente en un informe a otro presunto acto de enaltecimiento a un pistolero de ETA: el de Henri Parot.

El homenaje tuvo lugar este 4 de enero, a las 20 horas, después del funeral que se celebró en una iglesia de la localidad guipuzcoana. Las instalaciones deportivas municipales acogieron a más de un centenar de personas frente a un escenario, en el que estaba situada la fotografía de Santiago Iparraguirre y la icónica bandera de Etxerat que reclama la vuelta al País Vasco de todos los presos y la salida de su territorio de quienes no comulgan con el credo abertzale.

Sortu envió un mensaje ante su fallecimiento asegurando que Iparraguirre «ha hecho una gran aportación al País Vasco». Más tarde, colgaría en sus redes sociales el vídeo del homenaje y un escueto: «Adiós Santi, ¡ahora su sombra está en nosotros!».

Iparraguirre falleció a los 88 años en su caserío de Escoriaza. El mismo caserío en el que la Guardia Civil encontró en 1983 gran cantidad de explosivos ocultos. Iparraguirre, colaborador de primer nivel de la banda, los había recibido semanas antes tras un golpe de ETA a un polvorín de Goma 2.

Los investigadores confirmaron que el caserío, que llevaba el nombre de Aingueruguarda (Ángel de la Guarda), se había convertido en uno de los principales centros de operaciones de ETA en la provincia en esos llamados Años de Plomo. Hallaron armas, uniformes militares del Ejército español, placas clonadas de matrículas… También había servido como refugio para comandos y terroristas buscados tras cometer atentados. Iparraguirre les transportaba al punto del atentado y los devolvía a su escondite rural.

El padre de Anboto

El propio Iparraguirre había sido el encargado de distribuir toda esa cantidad de explosivos hallada en 1983 -alrededor de 3.000 kilos- a otros comandos para que ejecutasen sus atentados. Lo hizo usando una furgoneta de su propiedad y acompañado de su hija, Soledad, quien desde muy joven comenzó a hacer trabajos para la banda.

Anboto josé ricardo de prada
Soledad Iparraguierre Guenechea, alias ‘Anboto’

Su padre, tras el golpe de 1983, consiguió huir a Francia donde se refugió durante 22 años. Nunca fue juzgado. Su hija, en cambio, como sus otros 3 hermanos, fueron detenidos por colaboración con banda armada. Sería la primera muesca en el historial terrorista de Maritxol. La misma que en 1992, tras un intenso periplo criminal en las filas del Comando Madrid, llegaría a la cúpula de ETA como primera mujer en dirigir los comandos de la banda.

Maritxol pasó a ser Anboto, nombre con el que la bautizaron en ETA. En doce años al frente de la banda estuvo involucrada en multitud de asesinatos y hoy en día es considerada uno de los líderes más sanguinarios de la banda.

«Matáis poco»

De hecho, durante el interrogatorio a uno de sus esbirros, Agustín Almaraz, éste relató a la Guardia Civil que Anboto se había presentado por sorpresa en el piso franco que ocupaba el comando. Recordó que, muy malhumorada, les había instado a atentar más. «Matáis poco», fue el mensaje. En 2020, como informó OKDIARIO, ese asesino a las órdenes de Anboto fue llamado a declarar en un juicio contra su ex jefa terrorista. Su respuesta al juez, contradiciendo todo lo confesado en los interrogatorios, fue concisa: «No sé quién es Anboto».

Pese a negarse a colaborar con la justicia, Almaraz recibió un acercamiento por parte del Ministerio del Interior. En su nota de traslado figuraba que había colaborado en el esclarecimiento de otros asesinatos de la banda. Una expresión genérica que suele figurar en casi todas las notas de acercamientos -89 sólo en 2021- firmadas por el departamento de Fernando Grande-Marlaska cada semana.

El vínculo ETA-Sortu

Sortu, el ala de EH Bildu de la que proviene Arnaldo Otegi, nunca ha escondido sus vínculos con la banda. De hecho, este mismo mes de enero integrará en su cúpula a David Pla, el último jefe de ETA. El hombre que leyó el comunicado del fin de la banda pero que no entregó las armas y pasó a vivir en la clandestinidad hasta que fue detenido en 2015. La Guardia Civil considera que formaba parte de la Zuba -comité de dirección de ETA- que ordenó varios asesinatos desde 2008 hasta su disolución.

Pero no sólo eso, también otros cinco altos cargos de la formación, que de facto es socia del Gobierno de Pedro Sánchez, han estado integrados de una forma u otra en la banda. Varios de ellos con asesinatos a sus espaldas.

Sortu intensifica los homenajes

Desde hace unas semanas, Sortu ha intensificado sus muestras de apoyo al colectivo de presos y su enaltecimiento de figuras relacionadas con ETA. Por ejemplo, acompañando con aplausos al ex jefe de ETA Mikel Antza a su declaración judicial por su implicación en el asesinato del concejal Gregorio Ordóñez. O el sentido pésame por el reciente fallecimiento de otro etarra, Antton Troitiño. Las redes sociales de la formación se han convertido en un compendio de fotografías de etarras.

La última de las vinculaciones de Sortu con el movimiento de presos de ETA y con muestras de un posible delito de enaltecimiento del terrorismo viene firmada por la Policía Nacional en un informe pericial. El documento, desvelado este jueves por OKDIARIO y que ya figura en manos de la Audiencia Nacional, relata el papel clave que tuvo la formación de Otegi en la organización y difusión del acto en homenaje a Henri Parot. Un sanguinario etarra con 39 asesinatos a sus espaldas -la Guardia Civil sospecha que fueron 82- y que ha cumplido 31 años de prisión. Ni uno por víctima.

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